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ENTRE UTOPÍA Y DESENCANTO

El difícil equilibrio de Claudio Magris

Para Magris, la sugerencia del sentido del Quijote como paradigma ineludible para el siglo XXI estriba en el equilibrio que presenta entre una moderada utopía y un equilibrado desencanto: "El final y el principio del milenio necesitan utopía unida al desencanto".

Para Magris, la sugerencia del sentido del Quijote como paradigma ineludible para el siglo XXI estriba en el equilibrio que presenta entre una moderada utopía y un equilibrado desencanto: "El final y el principio del milenio necesitan utopía unida al desencanto".
Utopía y desencanto, de Claudio Magris
El reciente Premio Príncipe de Asturias, Claudio Magris, escribía en 1999 el prólogo a una recopilación de artículos que llevan el título de Utopía y desencanto. El libro recogía algunos de los textos que el escritor y profesor italiano había ido publicando a lo largo de la década de los años 80 y 90 y en el prefacio hace un balance del siglo que se estaba a punto de despedir. Podría parecer que el juicio ha quedado algo obsoleto, desde el momento en que el autor se sitúa en los umbrales de nuestro milenio, todavía la historia y nosotros, sus protagonistas, no habíamos sido heridos y atravesados por los dolorosos acontecimientos del 11 de septiembre en Manhattan, el 11 de marzo en Madrid o los horrores del terrorismo en Rusia. Pero la apreciación parecía valer teniendo en cuenta que Magris abordaba el problema considerando la mentalidad con la que despedíamos el siglo y podríamos saludar al nuevo. Al mismo tiempo, abría una perspectiva de futuro que partía de la valoración que pensadores, filósofos y literatos han hecho de la trayectoria de nuestra historia.
 
No por caso, Magris proponía como figura ejemplar para los interrogantes que dejaba abiertos el siglo, ya digo que sin tener en cuenta el terrorismo internacional y las subsiguientes guerras, la del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Lógicamente esto no nos podía dejar indiferentes a los españoles que, por un lado, nos sentimos halagados y, al mismo tiempo, nos preguntamos qué papel se le pude dar a tan "rara" figura. Y es cierto que el personaje cervantino se sitúa en una encrucijada, entre un mundo que muere y otro nuevo, nace la Modernidad que entroniza al hombre y con él sus fuerzas y su capacidad de dominio sobre la realidad; y muere la Edad Media con sus héroes de la novela de caballerías.
 
Para Magris, la sugerencia del sentido del Quijote como paradigma ineludible para el siglo XXI estriba en el equilibrio que presenta entre una moderada utopía y un equilibrado desencanto: "El final y el principio del milenio necesitan utopía unida al desencanto". Términos que encontrarán su traducción, según el escritor, en la aventura cervantina; para él es necesario volver a la unidad entre estos dos términos –"Utopía y desencanto, antes que contraponerse, tienen que sostenerse y corregirse recíprocamente"- y el camino para hallar la unidad nos la procuran las dos figuras cervantinas: la inofensiva utopía se encarna en el Quijote: "…La utopía da sentido a la vida, porque exige, contra toda verosimilitud, que la vida tenga un sentido; don Quijote es grande porque se empeña en creer, negando la evidencia, que la bacía del barbero es el yelmo de Mambrino y que la zafia Aldonza es la encantadora de Dulcinea. Pero don Quijote por sí solo, sería penoso y peligroso, como lo es la utopía cuando violenta la realidad". Y a su vez propone un contrapeso, es decir, el freno a la utopía lo procura su escudero "Don Quijote necesita a Sancho Panza, que se da cuenta de que el yelmo de Mambrino es una bacinilla y percibe el olor a establo de Aldonza, pero entiende que el mundo no está completo ni es verdadero si no se va en busca de ese yelmo hechizado y esa beldad luminosa. Sancho sigue al enloquecido caballero (…) Pero don Quijote, por sí solo, sería tal vez más pobre que él, porque a sus gestas caballerescas les faltarían los colores, los sabores, los alimentos, la sangre, el sudor y el placer sensual de la existencia, sin los cuales la idea heroica, que les infunde significado, sería una prisión asfixiante".
 
La dualidad parece clara, de hecho a lo largo de estos casi 400 años de lectura y comentarios del Quijote algunas interpretaciones se han situado o bien señalando esa disparatada e ingenua utopía, o bien el triste desencanto por algo imposible. Magris apuesta por una recuperación del Quijote, pero lo que no está tan claro son las dosis de utopía y el porcentaje de desencanto. Tampoco parece posible frenar el recorrido del componente utópico porque, y así lo demuestra nuestro hidalgo, no es posible empeñar la vida en algo que no existe (u-topos, sin lugar); y además la historia confirma la tendencia natural de la utopía a convertirse en violenta, más que nada porque quiere sostener el presente sólo con lo que llegará en el futuro. Pero si la utopía inofensiva de don Quijote es modélica para Magris, el desencanto atenuado es su necesaria contrapartida y desde luego es más triste aún, el viaje de la desilusión a la mediocridad no nos resulta nada halagüeño. El nuevo Premio Príncipe de Asturias propone una discreta carga revolucionaria para nuestra historia y para llevarla a cabo nos propone, paralelo al de Quijote, uno de los modelos de humanidad más terribles, el de Sísifo que tiene que empujar "su propia piedra, para evitar que ésta se le eche encima aplastándole".
 
Pero si la mezcla de utopía y desencanto puede pesar como un lastre en la definición de la humanidad futura, la cortedad en el juicio respecto a nuestro emblema nacional, es si cabe más hiriente. Porque, creo que con todas las cautelas necesarias con las que es necesario hablar del Quijote, la disyuntiva de nuestro héroe no está entre la utopía y el desencanto sino en la mirada magnánima y grandiosa con la que la pluma cervantina crea a este personaje que, confuso, atolondrado, enamoradizo o valiente, conoce su desproporción, es decir, la imposibilidad de cubrir a base de brazos la distancia entre la grandeza de la realidad y la magnanimidad de Dios y sus limitadas fuerzas. Este sí es el encanto del Quijote. Personaje al que no se puede encerrar en dos definiciones raquíticas como las de utopía y desencanto, sino más bien como la criatura que encarna el drama de la libertad, es decir, la percepción de que todo es poco ante la grandeza de la dignidad que le ha dado Dios a los hombres, la de la experiencia de la libertad: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida". Desde aquí sí se puede recuperar al Quijote y encarar nuestro siglo.
 
 
Claudio Magris, Utopía y desencanto, Anagrama. Barcelona, 2001. 361 páginas.
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