Menú
CADA VEZ MÁS DIFÍCIL VOTAR A LA IZQUIERDA

¿Ganará el voto católico las próximas elecciones?

No conozco conversación que se precie en la que no se hable de las próximas elecciones. Las palabras, los gestos, las fotografías, los viajes a Roma, parecen no tener otro sentido y otra sensibilidad que el horizonte electoral del próximo mes de marzo. Todo se hace, se dice, se piensa, en función de las urnas.

No conozco conversación que se precie en la que no se hable de las próximas elecciones. Las palabras, los gestos, las fotografías, los viajes a Roma, parecen no tener otro sentido y otra sensibilidad que el horizonte electoral del próximo mes de marzo. Todo se hace, se dice, se piensa, en función de las urnas.
Voto católico

Las elecciones a la vista están produciendo extrañas conversiones y no menos extraños comportamientos. Esa imagen de la vicepresidenta del Gobierno en éxtasis ante el preclaro discurso del arzobispo de Valencia bien vale el voto de no se sabe cuántos católicos de fácil solidaridad. Resulta que a la señora De la Vega le han dicho que san Agustín es el autor preferido de Benedicto XVI y hete aquí que, ni corta ni perezosa, encarga el texto de su brindis en la Embajada de España a un amanuense de los que saben conjugar el verbo cristiano con el socialista y le sale una cita tan manida como manipulada. Para tranquilizar a las intranquilas púrpuras, la señora De la Vega hace una confesión de no se sabe qué en la separación entre la Iglesia y el Estado que ni don Marcelino Oreja en sus mejores tiempos.

Los augures de la demoscopia nos advierten de un empate casi técnico que se pudiera resolverse en el último mes o con la participación de los sectores tradicionalmente acomodaticios. Ante la polarización electoral que nos obliga a releer al García Escudero de las dos Españas, no se descarta que la bolsa de nuevos jóvenes votantes, de los inmigrantes legalizados, de los nacionalizados españoles, por diversas causas y motivos, y de los tradicionales votantes pasivos incline la balanza hasta el punto de hacer que uno de los candidatos se convierta en el próximo presidente del gobierno, siempre con el apoyo o con al menos la abstención de los nacionalistas capaces de una morada jugada.

Congreso de los DiputadosAnte este panorama, no es ocioso preguntarse por el voto de los católicos. Sabemos por experiencia sociológica que el voto católico no es uniforme. Tampoco es un voto excesivamente meditado, contrastado, que responda mayoritariamente a los criterios de un juicio moral ponderado sobre las propuestas de los partidos políticos. Por más que ahora vivamos en los momentos del humo con la Iglesia, máxime si es el negro de la fumata vaticana, a la hora de votar, los católicos, que tradicionalmente han hecho caso a todo el mundo menos a los obispos, deberán tener muy en cuenta la Nota que la Conferencia Episcopal, o en su defecto la Comisión Permanente, elaborará con motivo de las elecciones. Tradicionalmente al católico español le falta formación y movilización. Y eso se nota.

Difícilmente se podrá negar que los idus que corren no son precisamente tiempos benignos. Poco más puede hacer el Partido Socialista para demostrar que su plan modernizador, por mucha mirada positiva que se quiera, ha roto con algunos de los fundamentos éticos de la propuesta cristiana que está presente en la médula de España. No se trata, como hace cábalas el bienpensante de centro, del dictado de los obispos a la derecha en lo referido al matrimonio homosexual, a la investigación de células, a la Educación para la Ciudadanía. Ni mucho menos. Si el programa del PP coincide en estas materias con la propuesta de la Iglesia, en una convergencia cada día más difícil, es porque existe un previo que nace de un análisis racional de las cuestiones y que afecta a la antropología subyacente a toda medida política. Lo que el PP no puede negar son sus raíces en el humanismo cristiano. Ésa es la plataforma de encuentro con el pensamiento de la Iglesia, no, como nos quieren hacer creer algunos, el dictado de estrategias.

Es cierto que existe un católico que vota, o votaba, a la izquierda. Pero no lo es menos que cada vez se le hace más cuesta arriba si su lectura de la doctrina católica es íntegra, es decir, si va más allá de la Alianza de Civilizaciones o de los planes de la vivienda de ya no se sabe qué ministra. Los católicos de izquierdas se escudan en que la sociedad está cambiando y, probablemente también, en el cambio de la Iglesia en aquello que, de verdad, no tiene cambio, porque no tiene recambio.

Como ha afirmado recientemente el cardenal Rouco, la libertad de la Iglesia en la sociedad española hoy depende en gran medida de la iniciativa de los católicos. Una idea que bien pudiera llevarse hasta los confines electorales.

0
comentarios