Menú
ANTE EL PAÍS

La comparecencia de Zapatero

Lo progresista es ir un paso más allá de la postmodernidad y de la ultramodernidad, y sostener políticas en defensa del hombre, de la mujer, de la familia, de la natalidad, aunque sólo sea por un mero interés utilitario ante el futuro que nos espera. Lo progresista es considerar que, como decía García Morente, el hombre que "viene a la vida en un mundo sin sentido, dedica su vida a dar sentido al mundo. Tal es la esencia del progreso".

Zapatero levantó la mano -la izquierda, sinistra, siniestra, por supuesto- y descolgó el teléfono: "quiero una comparecencia en el parlamento… de papel". Es decir, en el diario "El País", con cámaras, luz y taquígrafos, talante y talento por doquier. Una entrevista que siga las indicaciones del astrolabio del Secretario de Estado de Justicia, Luis López Guerra, en la sesión de clausura del curso Libertad de conciencia y laicidad en las instituciones y servicios públicos, organizado, en Cádiz, por la Fundación Cives y la Universidad Carlos III de Madrid. Y, si no, que venga Álvaro Cuesta y plantee una enmienda en el Congreso sobre la "sobrefinanciación" de la Iglesia, que para eso hemos creado la Fundación "Pluralismo y convivencia" -¿no será conveniencia?- para financiar a las religiones de notable arraigo, según la Ley Orgánica de Libertad religiosa de 1980; es decir, musulmanes, judíos y protestantes. Zapatero pensó en glosar su filosofía práctica sobre el fondo de los Acuerdos Iglesia-Estado, que es la de la filosofía de la nada, del vaciamiento y, por qué no, del absurdo.
 
Zapatero pensaba declarar que las medidas contra la visión cristiana de la existencia, contra la dignidad de la persona humana, en suma, habían sido votadas por los ciudadanos el 14-M y que, además, estaban recibiendo en los sondeos del CIS el 60% de apoyo de los encuestados. Pero se le olvidó decir que, también según el CIS, ninguna de esas medidas –el mal llamado matrimonio de homosexuales, la modificación del estatuto de la enseñanza de la religión en la escuela, campaña pro-eutanasia, modificación legislativa sobre utilización de células madre embrionarias, etc. – entraban en las cuarenta preocupaciones más importantes de los ciudadanos. O que es dogma de fe de la "ingeniería social" de la izquierda propagandística proponer una ley y cambiar una costumbre. Tampoco ha dicho el presidente del Gobierno que, por más que estuviera en el programa electoral, en ningún párrafo se decía que se iban a poner en marcha todas juntas, cuanto antes, con carácter de urgencia, para solaz de algunos sectores destacados de los votantes o como único remedio para la cohesión de una izquierda fragmentada en políticas económicas, territoriales y constitucionales.
 
Zapatero no podía resistir la tentación de citar a Kerry, su autor de cabecera, cuando en el debate último dijo aquello de que "la fe no se pone en las leyes, la fe es algo íntimo en la conciencia de cada ciudadano". Claro está que, según parece, la fe de los católicos no sirve para las leyes, pero la de Zapatero y sus ingenieros de sistemas morales socialistas, o laicistas, sí. Al margen de que habría que discutir si es sólo cosa de fe, o mejor dicho de razón, en el caso del mal llamado matrimonio de homosexuales, por ejemplo. Y también preguntarse quién ha dicho que la fe de los católicos, de la Iglesia, es incompatible con la razón, con el bien común, y con un sistema procedimental como el de la democracia, que es algo más que un sistema procedimental. Una democracia sin convicciones no es una democracia convincente. Gracias a monseñor Fernando Sebastián, vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, hemos vuelto a recordar que en el origen de los principios de la democracia está el cristianismo. "La igualdad –ha escrito- y los derechos de las personas, la soberanía de los pueblos, el concepto de autoridad como servicio al bien común y no como simple dominio o imposición, la igualdad de todos ante la ley, todo esto, nace históricamente de la experiencia cristiana y de los valores morales del cristianismo. Incluso cuando semejantes ideas se afirman contra la Iglesia, quienes las defienden son hijos de la tradición y de la cultura cristianas. No es difícil mostrar la compatibilidad entre la Iglesia y la vida cristiana con la organización democrática del Estado. El Estado democrático se organiza como defensor y protector de las libertades de los ciudadanos".
 
Y, por último, Zapatero quería dejar bien claro que "quienes se oponen están equivocados y que no estaría mal que avanzaran un poco para estar en el tiempo social en el que vivimos". Pues hete aquí que lo progresista es ir un paso más allá de la postmodernidad y de la ultramodernidad, y sostener políticas en defensa del hombre, de la mujer, de la familia, de la natalidad, aunque sólo sea por un mero interés utilitario ante el futuro que nos espera. Lo progresista es considerar que, como decía García Morente, el hombre que "viene a la vida en un mundo sin sentido, dedica su vida a dar sentido al mundo. Tal es la esencia del progreso". La Iglesia tiene muchos siglos y que nosotros, como decía san Agustín, somos nuestro tiempo y nuestros tiempos.
0
comentarios