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GLOBALIZACIÓN Y POBREZA

Líderes religiosos arremeten contra el mercado global

Los activistas religiosos hablan sin pelos en la lengua, hoy más que nunca, sobre el problema de la pobreza global. Entonces, ¿por qué atacan tan frecuente y vigorosamente a las empresas multinacionales, cuando son las organizaciones que están ayudando a las naciones en desarrollo a crear trabajo y crecimiento a través de relaciones comerciales más amplias?

Los activistas religiosos hablan sin pelos en la lengua, hoy más que nunca, sobre el problema de la pobreza global. Entonces, ¿por qué atacan tan frecuente y vigorosamente a las empresas multinacionales, cuando son las organizaciones que están ayudando a las naciones en desarrollo a crear trabajo y crecimiento a través de relaciones comerciales más amplias?
Hay una forma de pensar en círculos religiosos que a menudo percibe a las grandes empresas globales como entes que ganan demasiado, explotan a los pobres, dañan el medio ambiente y ejercen una excesiva influencia en los gobiernos, especialmente, los de naciones democráticas que luchan por desarrollarse. De muchas maneras, estas compañías son visibles y se convierten en blanco fácil de los antiglobalización.
 
Si las condiciones materiales de vida de los pobres son el principal criterio, los líderes religiosos deberían estar pidiendo más, no menos globalización, es decir, una mayor inclusión de países en desarrollo en la economía global y una reducción de las barreras para que participen en el comercio internacional. Probablemente eso también significaría un aumento en inversión de las empresas multinacionales en países en desarrollo. Para poder competir por estas inversiones, los países en desarrollo deben ofrecer un ambiente atractivo luchando contra la corrupción, estableciendo buenos servicios bancarios y legales y asegurando educación básica, sanidad e infraestructuras. Estas mejoras aumentarían la transparencia, la responsabilidad y beneficiaría a la sociedad en general.
 
Pero las recientes campañas antiempresariales a cargo de activistas religiosos puede llevar a concluir que la cura para la pobreza implica atacar a las grandes empresas. Por ejemplo:
  • Una carta de diciembre de 2005 firmada por varias docenas de líderes religiosos, incluyendo a Jesse Jackson y al presidente de la United Church of Christ, culpaba al presidente de Wal-Mart por pagar "salarios de pobreza": "Wal-Mart ignora innecesariamente la Regla de Oro poniendo a nuestros hijos y a sus trabajadores innecesariamente en peligro", decía la carta.
  • En febrero de 2002, el obispo auxiliar de Detroit, ahora retirado, Thomas Gumbleton y un obispo metodista, Jesse DeWitt, escribieron una carta al presidente de Disney e hicieron un llamamiento para mejorar las condiciones laborales en la fábrica de prendas en Bangladesh. Las condiciones en la fábrica en realidad mejoraron, pero el contratista de Disney puso fin a las operaciones allí, lo cual provocó otra carta en diciembre de 2002, esta vez del superior general de los Maristas, orden religiosa católica, exhortando a que Disney volviera.
  • Y luego tenemos la larga campaña contra Coca-Cola en la India, criticando al fabricante de bebidas por no poner en sus etiquetas los residuos de pesticidas y por presuntamente desecar y contaminar el suministro local de agua. Los funcionarios gubernamentales reaccionaron ante estas acusaciones cerrando una planta de embotellamiento en el estado sureño de Kerala en marzo de 2004. La compañía también ha sido atacada por problemas de control de calidad en Europa y de prácticas laborales injustas en Columbia. La campaña anti Coca-Cola ha sido apoyada por un fondo de acción social de la Iglesia Unitaria y por el Seminario de la Unión Teológica en Nueva York, que prohibieron la venta de productos de la empresa Coca-Cola en el campus desde abril de 2005.
Los conceptos mismos de negocio y búsqueda del beneficio son a menudo suficiente razón para que los líderes religiosos condenen una actividad como inmoral y poco ética; las críticas a las compañías multinacionales son precisamente las mismas condenas pero a mayor escala.
 
Incluso si algunos grupos religiosos conceden la necesidad de la economía de mercado, pocos parecen apreciar cómo la actividad económica y el trabajo son en realidad algo bueno para los seres humanos. La mayor parte de las horas que la gente está despierta las usa para trabajar y la gente de fe puede aprender a ver su profesión en particular como su vocación en la vida, sin importar el tipo de trabajo.
 
¿El tamaño importa? En realidad no. Ha sido ya bien establecido que las multinacionales tienden a tratar a los trabajadores mejor que los empresarios domésticos en los países en desarrollo (Véase, por ejemplo, los papeles de trabajo de investigación 8299 del National Bureau of Economic Research de mayo de 2001 y numerosos estudios por la OECD como los estándares de Comercio, Empleo y Estándares de trabajo de 1996). China e India son dos ejemplos importantes de países que han reducido su pobreza como resultado de la apertura de sus economías. Desde la perspectiva de países en desarrollo, es mucho peor ser ignorado por las empresas multinacionales que trabajar en ellas.
 
Una dosis de realismo podría ser pertinente. A pesar de todas las cosas buenas que trae, el aumento del comercio no dará como resultado una sociedad perfecta. Siempre habrá alguna forma de desigualdad que llevará al resentimiento y la división de clases mientras que el materialismo y la alienación pueden ser algo normal en sociedades comerciales, como lo fueron en las economías planificadas socialistas. La educación moral es sumamente importante, ya que no puede haber una sociedad buena sin buenos seres humanos. Pero si los líderes religiosos tienen que abordar temas económicos, es necesario que tengan un poquito más de educación en economía.
 
 
KISHORE JAYABALAN, director del Instituto Acton en Roma. Anteriormente trabajaba en el Pontificio Consejo de Justicia y Paz del Vaticano como el principal analista político de desarrollo sostenible y control de armas.
 
* Traducción por Miryam Lindberg del artículo original.
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