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MALA ACOGIDA EN ISRAEL

Munich, de Spielberg

El cineasta judío Steven Spielberg vuelve a sorprendernos con su magia narrativa en Munich, una película estremecedora sobre el terrorismo de Estado y sobre el conflicto judeo-palestino.

El cineasta judío Steven Spielberg vuelve a sorprendernos con su magia narrativa en Munich, una película estremecedora sobre el terrorismo de Estado y sobre el conflicto judeo-palestino.
Fotograma de la película Munich

El argumento parte del atentado palestino de las Olimpiadas de Munich de 1972, donde fueron secuestrados y asesinados once componentes del equipo israelí. El gobierno de Jerusalén, presidido por Golda Meir, organizó una venganza selectiva ordenando a un grupo de agentes secretos vinculados al Mossad matar espectacularmente a once palestinos importantes del Movimiento de Liberación.

Eric Bana interpreta a Avner, el jefe del comando vengador, y encarna los conflictos fundamentales del film. Por un lado su conciencia va acusando el golpe a medida que la misión avanza, y se cuestiona sobre la moralidad de sus acciones; por otro lado, el nacimiento de su bebé y la lejanía física de su esposa, le hacen preguntarse sobre cuál es la verdadera patria de un hombre, a lo que paulatinamente responde que la patria es la propia familia. El film critica con dureza la doble moral de “la guerra es la guerra”, una moral que justifica todo dejando fuera las exigencias éticas personales. Spielberg deja claro que la dinámica de “acción-reacción” imposibilita cualquier horizonte de paz en el conflicto de Oriente Medio, y genera una paranoia colectiva donde todos se sienten amenazados por todos. Ese plano final de las torres gemelas sugiere cómo ya en los setenta se estaban sentando las bases del horror que vivimos hoy.

El film tiene un cierto aire coral, con interpretaciones fabulosas entre las que destacan las de Daniel Craig, Mathieu Kassovitz y Geoffrey Rush. También cuenta con una estupenda banda sonora de Williams. Aunque la película tiene el importante lastre de un excesivo metraje y no escatima violencia, muestra a un Spielberg en estado puro: esa capacidad de llenar de emotividad las escenas más duras, de narrar con claridad lo que hoy se suele hacer a base de montajes frenéticos, de introducir personajes cuya ternura revienta la pantalla, y ese retorno a sus temas preferidos como la ausencia del padre, la búsqueda de la propia identidad y los conflictos entre la gran Historia y la historia individual. Un Spielberg maduro, interesante y como siempre, entretenido.

Sin embargo, en Israel no han sabido ver estas virtudes, probablemente por inconfesadas razones políticas, que descubren un film no cien por cien favorable a la política de su país. El diario conservador israelí Jerusalem Post calificó al filme de “desordenado, inepto, ofensivo (...) y de aburrido al comienzo”. Y ese comienzo es de lo mejor del film. En el otro lado, el diario izquierdista Haaretz afirmaba: “Hay algo descuidado en la forma en la que Spielberg construye la película, un descuido que se filtra en el mismo estilo de la dirección”. En fin, ahí no acabaron las críticas. Sin embargo, en Estados Unidos ha sido mucho mejor acogida, consiguiendo unas recaudaciones nada despreciables.
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