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Jesús Laínz

No hay argumento que valga

La izquierda es una secta fanática, irracional y destructiva.

Hoy le propongo un experimento científico, malicioso lector.

Escoja a un izquierdista amigo suyo, el que más razonable le parezca, e infórmele de que ha estado usted en las manifestaciones de estos días contra el Gobierno. Le dirá, torciendo el morro, que la catástrofe sanitaria no ha sido culpa suya, sino de las comunidades autónomas gobernadas por la derecha.

Suponiendo –lo que es mucho suponer– que su amigo le permita comenzar a explicarle su error, no le dejará terminar sus frases y redondeará su argumentación con la muletilla, tan contagiosa como el maldito virus, de que la culpa es de la derecha por sus recortes.

Tendrá usted bastantes dificultades en hacerle escuchar los numerosos datos con los que podría demostrarle que los recortes, tanto en sanidad como en tantas otras materias, los han realizado por igual los Gobiernos de derechas y los de izquierdas, tanto nacionales como regionales. Además, dispone usted de un argumento mucho más contundente todavía: ¿con cuántos cientos de hospitales nuevos, con cuántos miles de profesionales, con cuántas decenas de miles de habitaciones individuales, con cuántos cientos de miles de aparatos y recursos de todo tipo podría contar hoy la sanidad española –ésa que se ha demostrado que, por falta de medios, no está entre las mejores del mundo– si durante los últimos cuarenta años no se hubiesen tirado cientos de miles de millones de euros por la cloaca del Estado de las Autonomías en forma de diecisiete parlamentitos, diecisiete gobiernitos, miles de cargos políticos, asesores, enchufados, chupópteros, inmersiones lingüísticas, bobadas identitarias, embajaditas y cien mil chiringuitos inútiles? Y, sin embargo, de la izquierda –al igual que de la derecha, por supuesto, puesto que ambas han vivido a cuerpo de rey a costa del bolsillo de todos los españoles– jamás ha salido una sola sílaba de crítica al ruinoso Estado de las Autonomías. ¡Cuántos parásitos se quedarían en paro si dejara de existir! Pero, eso sí, ahora se les llena la boca con los recortes.

Antes de terminar la conversación con su amigo izquierdista, coméntele cuánta gente de toda condición ha participado con usted en las protestas. Su amigo izquierdista le responderá que eso no es cierto, que sólo han ido los pijos del barrio de Salamanca, puesto que, como todo el mundo sabe, a la derecha la votan los banqueros, los marqueses, los obispos y los almirantes y a la izquierda el honrado pueblo trabajador. Y si usted le demuestra, en el improbable supuesto de que consiga hacerse oír, que hay millones de trabajadores y parados que votan a la derecha y millones de rentistas, aristócratas de viejo y nuevo cuño, profesionales, artistas y otras gentes acomodadas que votan a la izquierda, cambiará instantáneamente su respuesta y le dirá que eso es porque a la derecha la votan los ignorantes y a la izquierda la gente inteligente y formada.

No pierda su tiempo y su saliva, razonable lector. No hay nada que hacer. No hay argumento ni dato que valga. La izquierda es una secta fanática, irracional y destructiva.

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