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Jordi Cañas

Un golpe de Estado institucional

Tenemos que estar preparados para hacer frente a este desafío, que es una verdadera provocación.

El inicio de la XI Legislatura del Parlament de Cataluña, este lunes, apuntaba maneras. El presidente de edad, el escritor Julià de Jòdar, de la CUP, abrió la sesión con un discurso político rupturista que violentaba desde el primer minuto el fair play habitual de este tipo de actos afirmando, en una metáfora patético-poética: "Ya no nos contenta el pienso: queremos salir de la jaula. No cambiarla, sino huir de ella". Los catalanes como pajarillos prisioneros en la pérfida jaula española que frena sus ansias de libertad. Quizás lo de la jaula iba por la justicia y los que querían huir eran otros pájaros, pero no lo parecía.

Tras la soflama, las votaciones para elegir al presidente y al resto de los miembros de la Mesa tampoco defraudaron. El recuento, efectuado por los dos diputados más jóvenes, que ejercían de secretarios, era amenizado con la camiseta de uno de ellos, diputado de Catalunya Sí Que Es Pot (la marca blanca de Podemos en las elecciones autonómicas catalanas), en la que se podía ver la figura del actor Leonard Nimoy haciendo de Señor Spock y leer la frase "Catalunya Sí que Spock". Un juego de palabras muy ocurrente que preparaba el momento de política ficción que se avecinaba. Larga Vida y Prosperidad.

Porque lo mejor estaba por venir. Tras ser elegida como presidenta del Parlament con los votos de Junts Pel Sí, la CUP y cinco diputados de Catalunya Sí Que Es Pot, la entonces ya molt honorable Carme Forcadell, la señora que como tarjeta de visita, además de organizadora de coreografías norcoreanas, tiene estas palabras dignas de pasar a la historia universal de la infamia: "Nuestro adversario es el Estado español, debemos tenerlo muy claro, y los partidos españoles que hay en Cataluña, como Ciudadanos y el Partido Popular. Por tanto, estos son nuestros adversarios, el resto somos el pueblo catalán", pronunció su discurso de investidura.

Este tuvo dos partes bien diferentes. Una primera institucional, de lobo con piel de cordero, que dejó paso rápidamente a un discurso político impropio e improcedente en el que hizo una autentica declaración de intenciones que adelantaba lo que sucedería este martes:

Con esta undécima legislatura del Parlament, también cerramos la etapa autonómica. Protagonizamos un momento fundacional: de un Parlament regional de competencias limitadas, recortadas y recurridas a un Parlament nacional con plenas atribuciones.

Para acabar la proclama gritó:

¡Viva la democracia, viva el pueblo soberano, viva la república catalana!

Palabras que anticipaban que lo de este lunes era solo la antesala de una semana de alta intensidad.

Este martes, las formaciones políticas separatistas Junts Pel Sí y CUP han registrado en el Parlament de Cataluña una propuesta de resolución que es una declaración de golpe de Estado contra la democracia. No hay que darle más vueltas ni intentar diseccionarla con más análisis. Simplemente hay que leer lo que en ella se anuncia para comprobar la magnitud del desafío.

El documento declara "solemnemente" el inicio del proceso de creación del Estado catalán, proclama la "apertura de un proceso constituyente ciudadano, participativo, abierto, integrador y activo para preparar las bases de la futura Constitución catalana", insta al futuro Gobierno de la Generalitat a "adoptar las medidas necesarias para hacer posible estas declaraciones". Sus impulsores advierten de que no obedecerán las resoluciones judiciales que vayan dirigidas a suspender este proceso, ya que, "como depositario de la soberanía y expresión del poder constituyente, reiteramos que este Parlament y el proceso de desconexión democrática no se supeditarán a las decisiones de las instituciones del Estado español, en particular del Tribunal Constitucional"; piden al futuro Gobierno de la Generalitat que cumpla "exclusivamente" las leyes que emanen del Parlamento de Cataluña "para blindar los derechos fundamentales que puedan estar afectados por decisiones de las instituciones del Estado español"; manifiestan la "voluntad de inicio de negociaciones para hacer efectivo el mandato democrático de creación de un Estado catalán independiente en forma de república" y ponen "en conocimiento" del Estado, de la Unión Europea y del conjunto de la comunidad internacional el inicio de el proceso de independencia.

El documento explica que dicho proceso se pone en marcha gracias a que

el mandato democrático obtenido en las pasadas elecciones del 27 de septiembre se basa en una mayoría de escaños de las fuerzas parlamentarias con el objetivo de que Cataluña se convierta en un Estado independiente con una amplia mayoría soberanista en votos y escaños que apuesta por la apertura de un proceso constituyente no subordinado.

Que el Parlamento catalán declare que la aritmética queda suspendida en Cataluña, negando que 53% sea más que 47%, y confunda que una minoría en votos que tiene mayoría exigua en escaños sea una amplia mayoría soberanista gracias a una ley electoral española que los separatistas se niegan a modificar (esta si la acatarán siempre), no sería más que una más de las alucinaciones que se viven en el Matrix político catalán que estaría al nivel de que este Parlamento declarara solemnemente que el cielo es amarillo. Pero esto no es solo una alucinación más.

Esta propuesta de resolución supone en forma y fondo una declaración de golpe de Estado. Una auténtica declaración de rebeldía de una institución cuya legitimidad emana de la Constitución Española y que, secuestrada por una mayoría política en diputados pero no en votos, pretende suspender la legalidad constitucional de Cataluña y amenaza directamente las libertades y derechos del conjunto de ciudadanos de Cataluña. Y lo quiere hacer desde un Parlamento que ha dejado de ser una cámara legislativa de una comunidad autónoma para convertirse en manos de los separatistas en la caja de resonancia de su voluntad de dinamitar la convivencia democrática en Cataluña y un ariete para destruir la democracia española. Una institución secuestrada, como secuestran ayuntamientos y diputaciones provinciales ante la parálisis del Gobierno de España.

Es posible que las prisas por registrar esta propuesta tengan que ver con las actuaciones judiciales contra la corrupción de Convergència y la familia Pujol, el verdadero talón de Aquiles de Artur Mas y el separatismo. Es posible que no sea más que una estrategia política que permita mantener las negociaciones para hacer presidente a Artur Mas pactando la hoja de ruta ya conocida de los 18 meses para conseguir la independencia. Es posible que no sea muy creíble que aquellos que defienden la desobediencia como paso previo a la independencia lo primero que hagan sea enviar cartas al Rey, al presidente del Congreso y al del Senado notificando el nombramiento de Carme Forcadell como presidenta del Parlament, cumpliendo con el protocolo. Es posible.

Pero los demócratas no podemos pensar que esto es pura táctica política. Tenemos que estar preparados para hacer frente a este desafío, que es una verdadera provocación. Porque lo que sí que es probable es que esto no sea sino una más de sus permanentes provocaciones que busquen un error, una equivocación de nuestra democracia para que desde el victimismo consigan sus objetivos. Por ello es imprescindible saber que los separatistas han perdido, que no tienen legitimidad democrática y que esto no es más que una huida hacia adelante que busca provocar una respuesta que incline la balanza a su favor.

Los demócratas se enfrentan a los golpistas -mientras continúen solo siendo golpistas institucionales- desde el Estado de Derecho y desde la gestión política. Con la ley, con toda la ley, con el imperio de la ley. Con firmeza democrática, contundencia legal y templanza política.

No es un momento fácil para nuestra democracia y nuestra Nación. A este reto le seguirán otros, como anuncian en esta declaración de golpe de Estado institucional, esta declaración de independencia aplazada. Pero es en los momentos difíciles donde los españoles hemos demostrado que juntos podemos superar las adversidades. Tenemos una democracia madura, con imperfecciones que tenemos que corregir, pero que ha sabido sobreponerse a todas las amenazas que ha vivido en su corta historia. No es el momento de solo reaccionar ante el desafío sino de pasar a la acción. El separatismo golpista será derrotado con la fuerza de la democracia.

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