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Jorge Valín

De sencillo a ingobernable

A diario encontramos en la prensa abusos del Tripartito sobre sus ciudadanos. Esto nos ha de hacer reflexionar sobre algunas cosas: por duro que les resulte a los políticos, si las cosas funcionan, no se han de complicar con leyes ni impuestos.

Hace más de cincuenta años el Dr. Fredric Wertham descubrió una curiosa enfermedad mental: el complejo de Superman. Esta alteración provoca a quien la padece un sentimiento de superioridad sobre el resto de los mortales y en ocasiones la imperiosa necesidad de salvar el mundo. Wertham la definió originalmente como "el placer de sentir fantasías sádicas al ver cómo alguien es castigado una y otra vez mientras quien provoca el castigo, permanece inmune".

Entre las personas de la calle, este sentimiento sádico es anecdótico, pero entre los políticos es una auténtica epidemia. Si bien, todo hay que decirlo, no es su única enfermedad mental. Los expertos declaran que entre el 1% y 2% de la población mundial es un psicópata en potencia, pero cuando el estudio se concentra en los políticos, este índice se eleva al 5% y 10%. ¿Acaso alguien lo dudaba?

Los políticos de Cataluña han vuelto a dar testimonio de hasta qué punto les encanta destrozar la vida de las personas a las que someten con sus leyes absurdas. En medio de una crisis económica de magnitudes históricas (el paro y las quiebras empresariales crecen a ritmos jamás vistos, pulverizando el poder adquisitivo de los ciudadanos) el Tripartito ha encontrado dos problemas de solución inaplazable. Uno, que los padres adoptivos tengan la obligación de decírselo a sus hijos y dos, que las bolsas de plástico del super son peor que Hitler y, por tanto, hay que poner coto a su proliferación.

En este segundo caso, el complejo de Superman de nuestros mandatarios se ha superado a sí mismo. De momento no las prohibirán, eso ya vendrá más tarde. El Tripartito ha decidido limitar su distribución gratuita en comercios —se está hablando de un impuesto de 20 céntimos— y crear una "comisión de trabajo sobre bolsas". Prohibirlas resultaba demasiado fácil y no proporcionaba ningún rendimiento económico. Así que la solución pasa finalmente por gastar más dinero del pagador de impuestos y de paso colocar a algún que otro amigote en la susodicha comisión. Probablemente también sufraguen con miles de euros algunos informes sobre bolsas de plástico que nadie va a leer. Podemos recordar, por ejemplo, los 12.000 euros que desembolsó la Generalitat por un informe bajado de internet, los dos portales web que costaron más de 295.000 euros y no funcionaron o el dinero gastado en el estudio sobre brujos y brujas (12.000 euros), sobre la almeja brillante (casi 28.000 euros) o sobre la colocación de libros en las bibliotecas públicas de Girona (24.000 euros), entre muchos más.

Estos casos no son aislados. A diario podemos encontrar en la prensa algún tipo de abuso del Tripartito sobre sus ciudadanos. Esto nos ha de hacer reflexionar sobre algunas cosas. Por duro que les resulte a los políticos, si las cosas funcionan, no se han de complicar con leyes ni impuestos. Los gobiernos no tienen ninguna autoridad moral sobre la vida del ciudadano. Nadie va a morir por que unos padres no le digan a su hijo si es adoptado; y que grupos de presión ecologistas hayan concienciado —léase, lavado el cerebro— a algunos true believers sobre que las bolsas de plástico son peor que el uranio radiactivo, no implica que los poderosos tengan que eliminar a productores, distribuidores, empresarios y trabajadores del plástico para calmar sus conciencias y llenar sus bolsillos. Este sádico complejo de superioridad política sólo crea Estados tiránicos y perdedores netos: los ciudadanos y la economía privada. Es la gente quien ha de elegir libremente si quiere usar un cesto o una bolsa de plástico para trasladar la comida del super a su casa.

Esta solidaridad a punta de pistola es una violación a los derechos individuales del hombre. La solidaridad por ley es un absurdo que sólo da lugar a una sociedad atemorizada y a la pobreza intelectual y material. Lo único que saben hacer los políticos es convertir las cosas sencillas en auténticos problemas. Si ya en los asuntos más simples, los burócratas se comportan como verdaderos sociópatas, ¿cómo podemos esperar que nos arreglen la vida?

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