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José María Marco

¿Reconciliación?

La sorpresa de los norteamericanos resulta significativa de sus problemas a la hora de saber qué está pasando en Oriente Medio.

La sorpresa de los norteamericanos resulta significativa de sus problemas a la hora de saber qué está pasando en Oriente Medio.

El acuerdo de reconciliación entre Fatah y Hamás ha cogido de sorpresa a mucha gente, en particular a los israelíes y a los norteamericanos. No así a los lectores de El Medio, que pudieron leer hace pocas semanas el análisis en el que el periodista Jaled Abu Toameh exponía los movimientos de acercamiento de Mahmud Abás (OLP, Fatah, Autoridad Palestina) a sus colegas de Hamás.

La sorpresa de los norteamericanos resulta significativa de sus problemas a la hora de saber qué está pasando en Oriente Medio, lo que bastantes veces, y sin que se sepa muy bien por qué, es acogido con cierto regocijo. La de los israelíes ha permitido a los críticos con Netanyahu afirmar la ineficacia de algunas áreas de su Gobierno y, sobre todo, su incapacidad para prever una respuesta que vaya más allá de la de declarar prácticamente terminadas las negociaciones entre Israel y la Autoridad Palestina, deterioradas desde hace un mes.

No es esta la primera reconciliación de Hamás y la OLP. Ya hubo otra en 2012, en Doha, y otra ese mismo año en El Cairo. (Para quien se interese por la historia reciente, este análisis delJerusalem Post del año 2012 revela claves que todavía siguen vigentes.) Antes hubo más, como el de La Meca en 2007, en plena batalla entre facciones palestinas en Gaza. Ninguna de ellas ha acabado en nada definitivo.

El acuerdo prevé un Gobierno de tecnócratas presidido por el propio Abás. Este será el encargado de celebrar unas elecciones dentro de seis meses para renovar la presidencia de la Autoridad Palestina y el Consejo Legislativo. Durante este tiempo, habrá que proceder a alguna clase de unificación de las milicias de las dos organizaciones, enfrentadas desde por lo menos los acuerdos de Oslo de 1995.

Las dos organizaciones y sus respectivos líderes se enfrentan a una situación difícil. Hamás controla Gaza cada vez con mayores dificultades, y no ha logrado instaurar una mínima convivencia en la Franja. Mahmud Abás se enfrenta al descrédito ante su propia gente y, en general, los palestinos por su incapacidad para ampliar las bases de su poder, superar la corrupción interna, negociar con Israel y conseguir que la ONU acepte a Palestina como Estado de pleno derecho.

En estas condiciones, cobran verosimilitud los argumentos de quienes afirman que Mahmud Abás–también llamado Abu Mazen– está intentando, entre otras cosas, fijar su legado. Abás está a punto de alcanzar los ochenta años de edad, sucedió a Arafat en 2005, se sucede a sí mismo desde 2009, cuando expiró su mandato, y desde entonces ha visto todos sus proyectos de paz fracasar, incluido este último que inició con gran energía la Administración Obama el pasado mes de julio. Después de este fracaso, el Estado palestino se aleja cada vez más. Todo parece indicar, como ha sugerido el propio presidente Obama, que las siguientes negociaciones se ceñirán a objetivos más realistas, menos ambiciosos.

La firma de un acuerdo (más exactamente, de un preacuerdo) para la reconciliación entre palestinos proporciona a Abás la ocasión de dejar tras de sí algo que no sea un fracaso, como esla unificación de los palestinos. En realidad, eso es algo casi tan difícil como la creación y consolidación del Estado palestino, pero si consigue celebrar elecciones y pasar el testigo a un nuevo líder, después de haber conseguido el estatuto de observador en la ONU, su legado no será un fracaso total.

También es posible, sin embargo, que Mahmud Abás esté jugando un juego menos ambicioso y más táctico, en línea con sus amenazas, más bien fanfarronadas, de "devolver las llaves" de la Autoridad Palestina. El abismo entre Hamás, una organización terrorista con fuertes vínculos religiosos, y la OLP, de tradición más laica, sigue siendo gigantesco. Un acuerdo serio requerirá mucho más que unas reuniones y un anuncio apresurado.

No hay ningún indicio que permita suponer que Hamás va a devolver Gaza al nuevo Gobierno… a menos que la controle la propia Hamás. Por mucho que Abás asegure que el nuevo Ejecutivo acabará con la violencia, Hamás no tiene la menor intención de abandonar el terrorismo, lo que explica el boicot al que le tiene sometido el Gobierno egipcio. Si Fatah y Abás están en una posición delicada, Hamás, aislada del Gobierno sirio, enfrentada a Hezbolá, con apoyos menguantes en Irán y al frente de una Gaza devastada por sus propias políticas, está en situación crítica.

Todo parece indicar que Mahmud Abás e Ismaíl Haniyeh, el líder de Hamás en Gaza, con fama de pragmático, han encontrado en el acuerdo una forma de intentar salvar una situación insostenible. La comunidad internacional, en particular la UE y Estados Unidos, debería medir muy bien sus pasos antes de lanzarse a proporcionarles más ayuda y más apoyos. Los propios palestinos lo agradecerían.


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