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Julia Escobar

La novela reloj

Camilo José Cela, La colmena, Colección Austral, Espasa Calpe, Madrid, 2001, 447.

CJC, o sea Camilo José Cela -otro de los pocos escritores españoles que puede permitirse el lujo de ser reconocido por una simple sigla o por su nombre de pila- era lo que los franceses llaman “un animal literario”, a quien acompañaba el físico potente y una voz sochantrosa, de las que asustaban, y a fe que lo conseguía a menudo. Una de las cosas que le enfadaba mucho era que se hablara de géneros literarios, cuya existencia negaba. Sin embargo lo que es innegable es que él los cultivó con notable maestría, especialmente la novela. Este dominio del género se hace patente, en particular, en la que para mí es su obra maestra: La colmena. Cuando la publicó en Buenos Aires, en 1951 (porque se produjo la paradoja de que este hombre, que fue censor por voluntad propia, tuviera serios problemas con la censura) Cela ya era un autor reconocido, pues su primera novela La familia de Pascual Duarte, había tenido una recepción excelente.

La siguieron otras obras (entre ellas el primer Viaje a la Alcarria, en 1948) pero fue con la que ahora comento con la que alcanzó su cenit narrativo. Algunas de las cosas que hizo después no están nada mal (pienso en , por citar alguna) pero no superaron la perfección de La colmena que tuvo una recepción internacional casi inmediata. Aún no se había publicado en España (no se editó hasta 1955) cuando ya se tradujo en inglés en 1953, con una gran tirada, y al sueco en 1954; poco después lo hicieron al italiano, al francés y prácticamente a todos los idiomas.

La tan celebrada novedad de esta obra no está en su estructura coral ni en la ausencia de trama, sino en que con ella retomaba técnicas narrativas específicamente españolas. Los retablos y las secuencias narrativas a varias bandas son una de las constantes de nuestra novela, desde sus orígenes cervantinos. De ahí nacen el costumbrismo y el realismo que nos caracterizan. La novedad (y también su modernidad) está más bien en la asombrosa capacidad de transmitir el estado de la lengua en un momento muy concreto de su historia, en la fuerza testimonial de sus crudísimas descripciones, y en el protagonismo de la ciudad. Leamos lo que dijo Cela a este respecto:

La colmena es la novela de la ciudad, de una ciudad concreta y determinada, Madrid, en una época cierta y no imprecisa, 1942 (...) Está escrita en presente histórico, es una novela reloj (...) y no presto atención sino a tres días de la vida de una ciudad, que es un poco la suma de todas las vidas que bullen en sus páginas, unas vidas grises, vulgares y cotidianas, sin demasiada grandeza, esa es la verdad. La colmena es una novela sin héroe, en la que todos los personajes, como el caracol, viven inmersos en su propia insignificancia”.

Creo que no hay que darle más vueltas.