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Julia Escobar

La visión del poeta

La conferencia que ha dado Luis Alberto de Cuenca en la Real Academia de la Historia, dentro del Ciclo Veinticinco años de reinado de S.M. Don Juan Carlos, ha sido una lección de diplomacia que habría dejado satisfechos a todos los poetas de haber asistido éstos, como parecería lógico, a la misma. Pero el vetusto edificio no tiene ningún glamour y excepto honrosas excepciones, los orfebres de la palabra faltaron a la cita, y para saber si les han nombrado tendrán que conformarse con lo que les cuenten los también escasos periodistas que asistieron al acto.

El Secretario de Estado para la Cultura, que como todo el mundo sabe es un reputado poeta, empezó su repaso del período estudiado (1975-2000) recordando que la poesía es un género sobre el que los condicionamientos políticos y económicos influyen en menor medida que en otros. De ese vislumbre de lo que han sido estas últimas décadas deduce que se trata de un momento de esplendor parangonable al Siglo de Oro (opinión que, dicho sea de paso, comparte con casi todos los protagonistas y antólogos del momento). En esa época del XX --dice-- la poesía vuelve a hablar al corazón del hombre. Sin embargo, destacó un dato de conexión de la lírica actual con la realidad social: el alto número de mujeres poetas y a pesar de que él no cree que la poesía sea ni femenina ni masculina --y estoy de acuerdo-- él considera este hecho muy significativo.

Luis Alberto de Cuenca dio un repaso a las antologías de poesía como exponentes de las diferentes generaciones que han coexistido durante esos años (desde los miembros de la generación del 27 hasta las últimas hornadas de poetas) y con gran habilidad, pasó, por así decirlo, la pelota a los antólogos en el momento de dar nombres. Lo que destacó fue la decantación, palpable en dichas antologías, de las dos corrientes poéticas actuales que, a grandes rasgos (él se extendió con más hondura en el tema) serían la poesía de la experiencia (bajo la advocación de Borges, Cernuda y Gil de Biedma), más narrativa, y por lo tanto más relacionada con la historia, y la poesía de lo inefable o del silencio (bajo la advocación de Guillén, Paz y Valente), más misteriosa y por lo tanto, más relacionada con la filosofía. Fue muy conmovedora su insistencia en dejar claro que ninguna se enfrentaba a la otra y que los poetas son un modelo de pacífica convivencia.

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