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LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA

El feliz redescubrimiento de Claudia Piñeiro

Nada hay que me cause tanta satisfacción como el comprobar que en mis dos patrias aún aparecen grandes escritores. Con cierta ventaja, todo hay que decirlo, para la parte argentina, como ha venido sucediendo también en el cine. Ya he hablado aquí mucho de mi muy querido Marcelo Birmajer. Aún no lo he hecho sobre Pablo de Santis, a quien admiro profundamente y que en España aún no es todo lo conocido que merece.


	Nada hay que me cause tanta satisfacción como el comprobar que en mis dos patrias aún aparecen grandes escritores. Con cierta ventaja, todo hay que decirlo, para la parte argentina, como ha venido sucediendo también en el cine. Ya he hablado aquí mucho de mi muy querido Marcelo Birmajer. Aún no lo he hecho sobre Pablo de Santis, a quien admiro profundamente y que en España aún no es todo lo conocido que merece.

Pero hoy quiero hablar de Claudia Piñeiro, una inmensa escritora a la que vengo siguiendo desde que el Premio Clarín de Novela la lanzara con el mejor de los éxitos por la magnífica Las viudas de los jueves, que me recomendó fervorosamente mi librera favorita, Natu Poblet. Eso fue en 2005. De ese mismo año es Tuya, aunque no se publicó hasta 2008. En 2007 llegó a los escaparates Elena sabe, uno de esos libros que, como dice Pere Sureda, te dejan sin nada. Y ahora acaba de llegar Betibú, una de las mejores novelas negras que he leído en mucho tiempo, y, como suele suceder con esta autora, sin despegarme un minuto del libro.

Sería casi un chiste oscuro llamar a Claudia Piñeiro "la dama negra de la literatura argentina", aunque se lo merezca, porque así era como llamaban a Nurit Iscar, la protagonista de Betibú, la propia Betibú, cuando tenía un éxito tremendo, antes de cometer el error de escribir una novela sentimental, de no darle al público, y sobre todo a los críticos, caníbales famélicos, ya se sabe, lo esperado: otra novela de color.

Por supuesto, ya lo saben mis lectores, no pienso contar la novela. Entre otras cosas, y además de por no arruinar el placer del descubrimiento de un tesoro, porque una novela buena no admite resúmenes: es un relato que tiene el número justo de palabras, las imprescindibles, ni una más, para que se desarrolle sin alardes ni pérdidas. Pero quiero hablar de los personajes: un cabrón editor de un periódico que hunde a la narradora Nurit Iscar, que además es su amante, con una pésima reseña redactada por su legítima y firmada por otra persona; la propia narradora, convertida por una vez en investigadora; Jaime Brena, un modelo de loser, un periodista magistral y casi bogartiano al que es imposible no querer; un asesino en serie de los que seguramente abundan en una ciudad como Buenos Aires –y como Madrid, claro– sin que nadie parezca darse cuenta; y por fin, completando el elenco, las amigas de Nurit y "el pibe de Policiales", que aprende periodismo y vida de Jaime Brena.

Es el único con el que creo que Claudia Pîñeiro es injusta, quizá porque ella no llegó, en el dificilísimo proceso de la escritura, a amarlo lo suficiente. Al principio está bien que no sea más que "el pibe de Policiales", porque no es nadie y ha llegado al diario, El Tribuno, para desplazar a Brena porque así lo quiere el editor cabrón. Carece de toda experiencia en el oficio, es un chico de academia y, lo que es peor, ni siquiera está seguro de tener voluntad de aprender. Pero sin proponérselo entra en el aura de seducción –involuntaria– de Brena. Y va aprendiendo. Bastante. Y le echa valor al asunto. Se va ganando un nombre. De hecho, a medida que leía, me iba preguntando cómo se llamaría "el pibe de Policiales", y estaba convencido de que, hacia el final del relato, adquiriría un nombre porque se lo había ganado como buen discípulo del maestro Brena, que ni siquiera le habla de sí mismo ni de su experiencia, sino que lo remite a referentes históricos del periodismo argentino que el muchacho tiene que buscar en Google. Pero aun así, sin conocer su nombre, me interesó enormemente, y se me ocurrió que es un personaje con futuro, que va a aparecer en futuros relatos de Claudia Piñeiro. Entre todos, componen un grupo de investigación sin proponérselo, en el mundo de los barrios cerrados de la provincia de Buenos Aires, que la autora conoce a fondo, como ya había demostrado en Las viudas de los jueves.

Mi amiga Gina Montaner, que tuvo la dicha de conocer a esta gran escritora, me ha dicho que, además de ser una mujer hermosa, es un punto tímida. ¡Qué diferente la imagen que se desprende de sus libros! Hermosa sí, lo dice la foto de solapa, pero ¿tímida? A la hora de escribir es un ciclón. Y lo que es más: un ciclón de una inteligencia narrativa excepcional. Lean Betibú, que ha sido editado por Alfaguara en España. Y, si pueden, lean sus cuatro novelas. No perderán el tiempo. Ni un minuto.

 

CLAUDIA PIÑEIRO: BETIBÚ. Alfaguara (Madrid), 2012, 354 páginas. 

vazquezrial@gmail.com www.izquierdareaccionaria.com

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