Menú
LOS JUDÍOS DE EUROPA

Historia de una alteridad

Lo extraordinario del pueblo judío, aquello que, sin excepción, fascina a quienes se asoman a su estudio, es esa esencial extrañeza de un objeto que huye. Hechos, como lo estamos, a la identidad, esto es, a construirnos siempre mediante la exclusión del otro, el judaísmo nos pone ante la anomalía de un pueblo que edifica en la alteridad su única fortaleza, que, a lo largo de dos milenios, no ha tenido más lugar propio que el del otro: en lo espacial como en lo anímico, en la lengua como en la sociedad y la política.

Lo extraordinario del pueblo judío, aquello que, sin excepción, fascina a quienes se asoman a su estudio, es esa esencial extrañeza de un objeto que huye. Hechos, como lo estamos, a la identidad, esto es, a construirnos siempre mediante la exclusión del otro, el judaísmo nos pone ante la anomalía de un pueblo que edifica en la alteridad su única fortaleza, que, a lo largo de dos milenios, no ha tenido más lugar propio que el del otro: en lo espacial como en lo anímico, en la lengua como en la sociedad y la política.
Ilustración alusiva a las Doce Tribus de Israel (www.artifara.com).
Una desposesión ontológica que tiene necesariamente en el exilio la única metáfora constituyente, la sola metafísica sobre la cual asentar la más inhabitual de las visiones del mundo: la jamás restringida a la mezquindad de un lugar material o de una perspectiva clausurada. Vivir en otros mundos y ser siempre otro tiene un precio altísimo. Y el pueblo de Israel lo ha pagado con creces. Da también la metáfora más alta de lo humano: aquello a lo cual ninguna tierra limita y que en ninguna convicción se agota; lo que atraviesa la Babel de las lenguas y es irregularidad, interrogante, en todas ellas. Estar siempre en el lugar del otro es quizá el único modo no exterminista de estar en lo humano.
 
Lo que Elena Romero y Uriel Macías nos proponen en su libro Los judíos de Europa es un, tan preciso cuanto fantástico, viaje a través de ese estar en lo otro como esencial, como único modo de ser sí mismo. De ser Otro en lo Uno: diseminación en lo cerrado.
 
Naturalmente que lo que tan primorosamente se describe en los judíos en Europa es, en primer lugar, un inequívoco vivir en el filo de la navaja. Un filo siempre acechado por la terrible pulsión de lo idéntico que busca aniquilar lo que queda fuera de sus murallas, reducirlo a común norma, asimilarlo o bien, cuando asimilarlo se muestra imposible, aniquilar su amenaza. Porque, al fin, en la feroz constancia del antisemitismo a lo largo de los siglos lo que se expresa es una certeza básica y letal del inconsciente: no hay más asimilación total que la que consuma el aniquilamiento.
 
Stephan Shayevitz: SHOA 3 (DETRESSE).A lo largo de 2.000 años, el lector podrá seguir, en la concisa narración de Romero y Macías, las fases y las paradojas de ese estar sin ser nunca aceptado, de esa amenaza de total destrucción siempre latente y de ese forjar la propia fuerza en resistir a la amenaza. Y, en torno a ella, las formas múltiples que el antisemitismo, como coartada de identificación, ha venido monótonamente jugando sobre el continente. Ya hablemos de Grecia y Roma, ya del Islam, ya del imperio Carolingio; de la España terrible que alumbra el desastre de 1492, de la Polonia del atroz 1648, o bien del milagroso reducto paradisíaco del Ámsterdam de los hermanos De Witt y  la honda crisis que para él supuso el paradójico estallido mesianista del sabataísmo en torno al año 1666… Hasta desembocar, al cabo de todos los fracasos ilustrados y asimilacionistas, en lo más terrible, lo que marca para siempre la barbarie del siglo XX: la Alemania hitleriana, la Shoa, para dar razón de cuyo proyecto todos nuestros conceptos resultan teológicamente insuficientes.
 
Con sobrio rigor que hiela la sangre, Macías y Romero hacen su casi insoportable síntesis: "El balance de los muertos no se podrá jamás fijar con exactitud, pero sólo con respecto a las víctimas de la solución final el número ronda los cuatro millones y medio. La cifra total que se baraja de cerca de seis millones de judíos asesinados representa los dos tercios del judaísmo europeo, y en algunos países, como Polonia, Grecia y Checoslovaquia, tan sólo sobrevivió un 10% de la población".
 
Y es, en verdad, maravilloso seguir con los autores esa continuidad, esa supervivencia difícilmente explicable que lleva a un pueblo, permanentemente amenazado de ser reducido a nada, a hacer de esa nada acechante su precisa fuerza. La supervivencia del pueblo judío, el asombroso mantenimiento de su peculiaridad, costumbres, peculiaridades, literatura, estilo y arte, en el interior mismo de las sociedades que exigían su destrucción completa, es uno de los fenómenos más notables de la larga y trágica historia de Europa.
 
No es una paradoja fácil de llevar a cuestas, ésta cristalizada en el Paul Celan que traza el horror del magisterio alemán de la muerte en uno de los más bellos poemas que haya producido jamás la lengua alemana: Todesfuge. Pero en esa paradoja de hacer belleza en la lengua misma que te excluye de la condición humana está, con la más hiriente luz, la única verdad del honor doloroso de ser hombre.
 
 
Uriel Macías y Elena Romero, Los judíos de Europa. Alianza, 2005. 424 páginas.
0
comentarios