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MANUAL DEL MANIFESTANTE

La izquierda antisistema

¿Qué es lo que piensan los pregoneros del “Nunca Mais”, del “No a la guerra” y de la antiglobalización? ¿Qué es lo que defienden las bases de Esquerra Republicana, BNG o Izquierda Unida? Con este Manual del manifestante nos podemos hacer una (triste) idea de la inconsistencia intelectual de estos movimientos y partidos políticos.

¿Qué es lo que piensan los pregoneros del “Nunca Mais”, del “No a la guerra” y de la antiglobalización? ¿Qué es lo que defienden las bases de Esquerra Republicana, BNG o Izquierda Unida? Con este Manual del manifestante nos podemos hacer una (triste) idea de la inconsistencia intelectual de estos movimientos y partidos políticos.
Cartel contra la intervención en Irak de Iniciativa per Catalunya.
Si uno creía que la policía, por ejemplo, tenía como cometido proteger a los ciudadanos de la delincuencia, después de leer a Pérez las cosas no quedan tan claras: "Para hacer frente al incremento de la pobreza, la miseria y el deterioro generalizado de las condiciones de vida, los gobiernos invierten cuantiosas sumas en dotar de armamento al instrumento represivo por excelencia del Estado". En el fondo, el odio contra la policía se contrarresta con el amor por la delincuencia: "Un creciente sector de la sociedad se encuentra excluido del acceso a la riqueza a no ser por la vía de la delincuencia".
 
Con estas dos obsesiones en mente, el autor se molesta en definir con todo lujo de detalles los componentes de los gases lacrimógenos, de qué están hechas las porras de los "maderos" (sic), los derechos que asisten a los detenidos o la forma más eficiente de llevar a cabo un atentado ecoterrorista.
 
El siguiente frente contra el que Pérez arremete es el de la globalización. Todos los males de mundo proceden de la "expansión sin límites del poder de las corporaciones transnacionales". De ahí que sentencie que "el hambre es una mortífera arma de destrucción masiva". Sin duda, semejante memez sólo ha sido superada por aquella famosa cantante que dijo envidiar a los negritos por estar tan delgados.
 
Contrariamente a economistas de izquierdas, como Bhagwati, que ven en el capitalismo la única vía para que países como la India dejen atrás la pobreza, Pérez sigue teniendo a Marx por profeta y atacando el capitalismo. El autor sólo ve que la pobreza es un mal endémico y piensa en el Apocalipsis, pero las cifras revelan lo contrario. Por poner un caso: "[Entre] 1965 y 1998 el ingreso medio de cada ciudadano prácticamente se dobló, de 2.497 a 4.839 dólares, incrementándose, en cambio, para el quinto de la población más pobre del mundo, de 551 a 1.137 dólares, es decir, mucho más que el doble" (Johan Norberg).
 
Cartel de las Juventudes Sociaistas de Lepe contra la intervención en Irak.Pasando de lo "global" a lo "nacional", Pérez cree que hay fachas por todas partes. En el apartado dedicado a definir lo que es una "consigna", cita, a modo de ejemplo, las siguientes: "Esto nos pasa con un gobierno facha" y "Aznar te quiero, Aznar yo te adoro, tengo tu foto en el inodoro". Cuando se refiere implícitamente a las bajadas de impuestos de la era Aznar, apunta que "sin impuestos, no hay democracia". Y acaba sentenciando que la derecha no es más que "el reflejo del darwinismo social que arroja a la fosa común a la persona débil, enferma, anciana o pobre".
 
Bajo toda esta capa de marxismo sólo se oculta un odio hacia el individualismo y hacia el único sistema que ha permitido prosperar a la gente en el mundo. Si tomamos un mapa y nos preguntamos dónde se muere la gente de hambre y hacia dónde emigra en busca de una vida mejor, seguro que Pérez nos dice que de Estados Unidos hacia Cuba y no al revés. Con esta miopía sectaria y tantas falacias reunidas en un panfleto, no es de extrañar que haya más de uno que se lo tome en serio, se lance a la calle y al primer supuesto capitalista le dé el paseíllo republicano.
 
Mientras haya gente que crea que el empresario explota al trabajador, cuando sin empresarios cada uno tendría que producir todo lo que necesita para su subsistencia, y que la culpa de sus fracasos o miserias la tiene otro no existirá libertad, porque este concepto supone que cada cual es dueño de lo que hace, y no responsable de la suerte de los demás.
 
La izquierda antisistema siempre clamará contra que otro gane más o sea más feliz, y pedirá que el Estado quite a unos para dar a otros. Si se llevara a cabo esta orgía de sacrificio humano, los más emprendedores huirían como de la peste de una sociedad en la que se prima la envidia social y se iguala a todos por el rasero de la miseria.
 
Lo que plantean personajes como Pérez, siguiendo a otros adalides del progresismo (Sampedro, Saramago o Ramonet, entre otros), son recetas caducas aplicadas antes de la caída del Muro de Berlín. Sin embargo, esta insistencia en el error puede llegar a conducirnos a la peor de las tiranías.
 
Cuando uno de estos antisistema les venga a soltar su aburrido discurso tercermundista y les muestre de forma desafiante su camiseta del Che, recuérdenle aquella frase suya que rezaba: "La dictadura del proletariado se ejerce sobre el proletariado mismo". Desgraciadamente, así fue… Quién sabe si, dentro de no mucho, la historia volverá a repetirse.
 
 
José Antonio Pérez, Manual del manifestante, Barcelona, De Bolsillo, 2005, 205 páginas.
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