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Los enigmas del 11M

El momento de la verdad

España se enfrenta a la crisis económica y política más grave de su historia democrática. Los problemas a los que vamos a tener que hacer frente en los próximos meses, si no años, van a ser de órdago. Los obstáculos que tendremos que vencer son innumerables. Las posibilidades de fracasar, como país, en el empeño son enormes.

Es en esos momentos de crisis donde de verdad se mide el temple de las personas. Es en esas épocas de incertidumbre cuando se puede comprobar de qué madera están hechos los líderes. Es al derrumbarse todo a nuestro alrededor cuando los políticos se ven obligados a retratarse, uno tras otro.

Y Soraya Sáenz de Santamaría, que sabe que es así, ha decidido retratarse la primera, para dar ejemplo. Y nos ha regalado una pose sugerente (¿equívoca? ¿inapropiada?) que aparece hoy en la portada de El Mundo.

Vaya por delante que me importa un comino cómo pose cada uno. Por mí, como si la número 2 de Rajoy decide hacerse presentadora de Naked News. Lo que pasa es que las personas tienen una cierta obligación para con los cargos que ocupan.

Si doña Soraya se dedicara a actividades particulares, nada tendría yo que objetar a sus posados. ¡Faltaría más! Creo que fue la edición alemana de Playboy la que regaló hace unos meses a sus lectores una serie de estampas de media docena de campeonas olímpicas germanas, posando como Dios las trajo al mundo. Pues bueno, pues muy bien. Quien quiera voluntariamente posar para la edición alemana de Playboy es muy dueño de hacerlo. Y la gente es muy dueña de comprar o no esa revista.

Pero cuando quien posa es un representante de los ciudadanos, entonces la cosa cambia. Porque lo que un representante electo hace afecta, y de forma directa, a las personas a las que supuestamente representa.

Pongamos un ejemplo muy sencillo: el ciudadano Juan Pérez, que a nadie representa, porque nadie le ha elegido, puede agarrarse cuando quiera una cogorza de campeonato en mitad de la Gran Vía. Mientras no transgreda ninguna ley, será su solo y exclusivo problema. Sin embargo, quien no es libre para agarrarse una cogorza en público es el señor Rodríguez Zapatero, por la sencilla razón de que, además de ciudadano particular, es presidente de Gobierno y nos representa, querámoslo o no, a todos los españoles.

De la misma manera, doña Soraya no puede, precisamente porque es una representante electa de los ciudadanos, hacer lo que le de la gana. O, mejor dicho, puede hacer lo que le de la gana, pero sus representados tenemos derecho a juzgar si sus acciones están en consonancia con el respeto que nosotros tenemos derecho a exigir. Y no me parece que esa estampa tan desenfadada (¿provocativa? ¿ridícula?) que aparece hoy en El Mundo se corresponda con lo que los electores del PP esperan de sus representantes.

De todos modos, no es esa falta de respeto a sus electores lo que más me preocupa de la foto.

En realidad, lo que más me consterna es pensar que, en las actuales circunstancias, en las que todos los políticos deberían dedicar cada minuto de su tiempo a prevenir la catástrofe que se nos echa encima, doña Soraya parece encontrar tiempo para posados frívolos. Debe de sobrarle mucho tiempo a doña Soraya. ¡Qué suerte la suya!

¿Se han vuelto todos locos en la C/ Génova? ¿O es, simplemente, que en la cúpula popular se aburren? ¿Es que su concepto de la acción política se reduce a organizar concursos para ver quién cena con Rajoy y posados fotográficos estilo Dolce Vita? ¿Es que no hay posibilidad de que alguna vez les de por hacer política de verdad?

¿Eso es todo lo que se les ocurre hacer ante la crisis económica, ante la crisis del modelo de Estado, ante la crisis de la Justicia, ante la miríada de problemas que angustian a sus electores?

Estamos en manos de irresponsables, decididamente.

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