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Los enigmas del 11M

El País contra el imperio de la conspiración

Editorial del programa Sin Complejos del sábado 16/3/2013

Hasta hace nueve años, la creencia general era que fue en el antiguo Egipto donde los humanos domesticaron a los gatos. Eso significaba que los gatos, esos elegantes compañeros, estarían entre nosotros hace tres o cuatro mil años.

Sin embargo, en abril de 2004, unos arqueólogos franceses descubrieron, en el yacimiento neolítico de Shillourokambos, en Chipre, una tumba de 9500 años de antigüedad en la que yacían, lado a lado, un antiguo habitante de esa isla y su mascota felina. Eso quiere decir que la domesticación de los gatos sería muy anterior a lo que se creía y se habría producido, aproximadamente, al mismo tiempo que los seres humanos desarrollábamos la agricultura.

Los gatos nos acompañan, por tanto, desde hace 10 milenios y han sido a la vez amados y temidos, reverenciados y odiados, por seres humanos de todas las culturas. En algunas civilizaciones, los gatos son símbolos de la buena suerte. En otros lugares, los mitos sobre los gatos los asocian con la brujería y los espíritus del mal. Sea como sea, suelen despertar más pasiones que ningún otro animal doméstico, y son muchas las personas que sienten una radical adoración por los gatos o un visceral rechazo.

Uno de los mitos más curiosos sobre los gatos es el de las múltiples vidas de ese animal. En el mundo anglosajón se dice que los gatos tienen nueve vidas. En Europa del Sur y Central, solemos hablar de las siete vidas del gato. En Turquía y los países árabes, los gatos tienen menos vidas: sólo seis. Se desconoce el origen de ese mito, pero se supone que deriva de la prodigiosa capacidad que los gatos tienen para aterrizar de pie y sobrevivir así a caídas desde grandes alturas.

Esta semana hemos conocido que el Tribunal Supremo ha decidido rechazar, sin entrar siquiera en el fondo de la cuestión, el recurso que la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M había interpuesto contra el escandaloso archivo de la querella por falsificación de pruebas en la que estaban imputados el ex-comisario de los Tedax, Sánchez Manzano, y su jefa de laboratorio.

Por supuesto, el periódico El País se apresuró a titular la noticia de manera conveniente. Decía ayer así ese periódico: "El Supremo da carpetazo a los bulos sobre los atentados del 11-M".

Resulta curioso que el mismo grupo mediático que difundió en su día la madre de todos los bulos - el bulo de los terroristas suicidas con tres capas de calzoncillos - hable de bulos para referirse a las evidencias de falsificación de pruebas en el 11-M. Aunque, por supuesto, cada uno habla de lo que sabe. Y el Grupo Prisa, de bulos, sabe muchísimo, como ha acreditado recientemente con el patinazo de las fotos falsas de Hugo Chávez agonizante.

Resulta no curioso, sino indignante, que utilice el periódico El País la palabra "bulos" para calificar las denuncias presentadas por una asociación formada por centenares de víctimas de la masacre. Vale que se recurra a la descalificación a la hora de referirse a los trabajos periodísticos de un competidor: si El País quiere ningunear investigaciones de Libertad Digital o de El Mundo, allá cada cual con su estilo periodístico. Pero lo que el Supremo ha decidido rechazar no es una investigación de un medio de comunicación, sino un recurso de una asociación de víctimas. Y despreciar con esa palabra, "bulos", las denuncias de esas víctimas demuestra el nulo respeto que por las víctimas tiene ese medio de comunicación tan experto en el tema de los bulos.

Pero, de todos modos, no es en esos aspectos en los que me quiero fijar. Ya conocemos todos de qué va el Grupo Prisa, informativamente hablando, y cuál es el respeto que le merecen según qué víctimas. En lo que quiero invitarles a centrar su atención es en el mensaje subyacente a ese titular tan rimbombante: "El Supremo da carpetazo a los bulos sobre los atentados del 11-M".

Como la rimbombancia del titular me sonaba familiar, me he molestado en buscar en la hemeroteca otros titulares que El País y la Cadena Ser han ido publicando a lo largo del tiempo.

El 12/enero/2007, hace más de seis años, el periódico El País publicaba el siguiente titular: "El Supremo tumba las teorías de la conspiración del 11-M".

Sin embargo, no debía de considerar el Grupo Prisa que esas teorías hubieran sido suficientemente tumbadas, porque cuatro meses después, el 4/mayo/2007, anunciaba a bombo y platillo: "Un especial de [la cadena de TV] Cuatro desmonta la teoría de la conspiración".

En mayo de 2007, por tanto, teníamos a la teoría de la conspiración "tumbada" y "desmontada". Pero aún así no era suficiente, porque a fines de ese mismo mes, el 29/mayo/2007, el titular en el periódico El País era: "El sumario del 11-M remata la conspiración".

La misma idea era recalcada un poco después, el 3/julio/2007, cuando el periódico del Grupo Prisa titulaba "El juicio por el 11-M se cierra sin resquicio alguno para la conspiración".

Llegamos, pues, al verano de 2007 con la teoría de la conspiración "tumbada", "desmontada" y "rematada". Y además, "sin resquicio alguno". No se entiende muy bien para qué le hubiera servido a la pobre teoría un resquicio, si ya estaba rematada, pero concedamos a El País esa licencia poética.

La estupefacción llega cuatro meses más tarde, el 1/noviembre/2007, cuando El País vuelve a regalar a sus lectores un sonoro titular: "El tribunal desmonta los bulos alentados por el PP", idea en la que insisten un par de días más tarde en una carta al director publicada en ese mismo medio, con el expresivo título: "El fin de la teoría de la conspiración".

¿Pero no habíamos quedado en que la teoría de la conspiración había llegado a julio de 2007 ya rematada? ¿Entonces cómo puede anunciarse en noviembre su fin? Y, sobre todo, ¿cómo puede un tribunal "desmontar" en noviembre lo que ya estaba desmontado en el mes de mayo anterior?

Sea como sea, el año 2007 se cierra con la teoría de la conspiración "tumbada", "desmontada", "rematada", dejada "sin resquicio alguno", otra vez "desmontada" y con su "fin" formalmente declarado. En consonancia con ese estado de ruina total de la teoría de la conspiración, el 2/julio/2008, al verano siguiente, El País publicaba el siguiente titular: "El Supremo impide que un abogado resucite la teoría de la conspiración".

Del titular se deduce que un malvado abogado quería resucitar lo que tanto trabajo le había costado a El País rematar, pero una semana más tarde, el periódico volvía a sorprendernos publicando la siguiente noticia: "Los jueces aniquilan el último bulo conspirativo sobre el 11-M".

Pero oiga, ¿no habíamos quedado en que la teoría de la conspiración ya había sido rematada y que incluso se había impedido, exitosamente, su aviesa resurrección? ¿Entonces cómo puede "aniquilarse" algo que ya está "tumbado", "desmontado", "rematado", dejado "sin resquicio alguno", otra vez "desmontado" y "finalizado"?

Pero se ve que lo de la resurrección le había gustado a El País, porque el 27/noviembre/2008, el periódico volvía a la carga con otro titular muy semejante al de unos meses atrás: "El juez impide que la AVT resucite la teoría de la conspiración".

¡Segunda vez que los aviesos conspiranoicos se empeñaban en revivir a ese engendro, contra el que los diligentes periodistas de El País llevaban tanto tiempo empleando su más potente artillería anti-zombies! Pero, afortunadamente, un honrado juez había impedido que semejante felonía pudiera tener lugar: la teoría de la conspiración no había podido ser resucitada. Los chicos del Grupo Prisa podían descansar tranquilos.

Aunque poco dura la alegría en casa del pobre de espíritu, porque el 26/agosto/2009, en plenas vacaciones veraniegas, El País volvía a titular: "El juez da carpetazo de nuevo a la teoría conspirativa".

¡Caramba! Al final, esa maldita teoría, que ya había sido "tumbada", "desmontada", "rematada", dejada "sin resquicio alguno", otra vez "desmontada", "finalizada" y "aniquilada", y cuya resurrección se había impedido nada menos que dos veces, tenía que haber logrado zafarse del mortal abrazo de algún ignorado modo, porque ahora los jueces se habían visto obligados a acabar con ella dándola "carpetazo".

Pero el carpetazo no debió de ser muy certero, porque el 6/junio/2012 la Cadena Ser nos regalaba el siguiente titular: "Carpetazo a la patraña de la conspiración".

¿Pero no habíamos dicho que ya la habían dado carpetazo tres años antes? ¿Cómo puede darse carpetazo dos veces a algo, que por otra parte ya estaba muerto y enterrado? Y ayer viernes, como les decía al principio, El País volvía a titular por tercera vez: "El Supremo da carpetazo a los bulos sobre los atentados del 11-M".

Con lo cual, a uno le viene a la mente, leyendo los titulares del Grupo Prisa, un tropel de jueces con sus togas manchadas por el polvo del camino, persiguiendo a carpetazos a la teoría de la conspiración, que debe de ser una especie particularmente indestructible de insecto, capaz de seguir moviéndose por el suelo a toda velocidad y de esquivar los intentos de aplastarla, incluso después de haber sido "tumbada", "desmontada", "rematada", dejada "sin resquicio alguno", otra vez "desmontada", "finalizada" y "aniquilada".

O a lo mejor resulta que la teoría de la conspiración es alguna especie de felino, con más vidas que un gato, dispuesto siempre a caer de pie por mucho que los de El País se empeñen en arrojarlo desde su torre de marfil.

En fin, qué quieren que les diga. Puede que los del Grupo Prisa sean expertos en bulos. Es más, estoy seguro de que lo son. Pero lo que está claro es que de rematar teorías de la conspiración no tienen ni idea.

Creo que no se me ocurre ningún ejemplo mejor que éste para ilustrar la diferencia entre periodismo y propaganda. Cuando uno usa los titulares para transmitir consignas, en lugar de para reflejar hechos, el resultado suele ser una cómica sucesión de incoherencias. Me imagino a los pobres becarios de El País buscando desesperadamente sinónimos del verbo "aniquilar", para la siguiente vez que tengan que transmitir al mundo la buena nueva de que el tiempo incontable de la teoría de la conspiración por fin se ha terminado.

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