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Luis Herrero

Ciudadanos se la juega

ERC devuelve a Arrimadas al pelotón de los figurantes. A Sánchez, el sentido de su voto en la prórroga del estado de alarma, le vuelve a importar un bledo.

ERC devuelve a Arrimadas al pelotón de los figurantes. A Sánchez, el sentido de su voto en la prórroga del estado de alarma, le vuelve a importar un bledo.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una videoconferencia con la líder de Cs. | Moncloa

Ardo en curiosidad por saber qué hará Inés Arrimadas cuando tenga que votar la nueva prórroga del estado de alarma. La alineación de los planetas le sonrió la última vez. ERC se había tirado al monte (para variar) y el PP, por vez primera, se negaba a respaldar la extensión confinatoria de Sánchez. Los diez escaños de Ciudadanos cobraron una importancia hasta entonces desconocida. El PSOE los necesitaba. Arrimadas hizo lo que debía: utilizó su condición de cómplice necesario de la acción del Gobierno para sacar tajada. Es decir, para moverse por las tablas, señalada por un cañón de luz, como si de nuevo fuera protagonista principal de la escena y no una simple actriz de reparto.

La oportunidad le permitía demostrar que su partido era una herramienta útil. De la negociación sacó dos cosas en limpio: la desvinculación de los ERES del estado de alarma y la promesa formal de Sánchez de que descolgaría el teléfono una vez a la semana para tenerla informada de sus propósitos venideros. No todo el mundo entendió su apuesta. Lo sustantivo para muchos era que el Gobierno estaba en el rincón del cuadrilátero, a punto de doblar la rodilla, y que ella acudió en su ayuda en el momento decisivo de la pelea para mantenerle en pie en vez de asestarle el golpe de gracia que le hubiera enviado a la lona.

La acción salvadora era arriesgada, desde luego, sobre todo si no se explicaba suficientemente bien, pero a Arrimadas le daba la oportunidad de marcar un perfil propio, equidistante de los flancos que tiran de la soga, y quiso aprovecharla. Diez días después, las cosas han cambiado por completo. El planeta de ERC ha vuelto a la órbita de Frankenstein y la mayoría que hizo posible la investidura de Sánchez vuelve donde solía. El nuevo cuadro —es decir, el viejo, el de siempre— devuelve a Arrimadas al pelotón de los figurantes. Al presidente del Gobierno, el sentido de su voto, aritméticamente hablando, le vuelve a importar un bledo.

La consecuencia ha sido la vuelta inmediata al ninguneo. Sí, Sánchez la llamó por teléfono para cumplir lo pactado, pero en la conversación telefónica que mantuvieron no le dijo nada de lo fundamental: que había reconstruido su mayoría parlamentaria de cabecera y que pensaba aprovechar esa oportunidad para pedir una prórroga de "aproximadamente" un mes, y además de aplicación asimétrica. El disparate es formidable. Sin tener que recurrir más veces al zoco de la negociación quincenal, onerosa y cansina, el jefe del Gobierno se arroga el derecho de estirar el plazo de alarma a su conveniencia, y además manteniendo el mando único del ministro Illa solo en los sitios que le venga en gana.

Sánchez, hasta ahora, ha hecho en todo momento lo que le ha salido de sus partes blandas, sin aclarar los criterios de su actuación ni desvelar la identidad de sus asesores. Se ha cargado la transparencia que exige el juego democrático y se ha constituido, de hecho, en un autócrata. Y lo peor de todo —ese es el mensaje de fondo que trasladó en su última soflama sabatina— es que piensa seguir siéndolo, con el beneplácito de los dirigentes autonómicos vascos y catalanes que saben que a cambio de su apoyo conseguirán pingües contrapartidas. A partir del lunes día 25, Sánchez dará y quitará co-gobernanzas, administrará el cambio de fases y prolongará la restricción de libertades fundamentales a su libre albedrío.

¿De verdad se plantea Inés Arrimadas apoyar una barbaridad tan mayúscula? Mi humilde consejo es que si de verdad quiere convertirse en un partido útil debe volcar todo su empeño en apear del pedestal al déspota que cultiva o ignora a los líderes políticos en función de sus propios intereses. Ella misma lo acaba de sufrir en su propia carne. ¿A quién defenderá, a la presidenta autonómica con la que gobierna en Madrid o al caudillo caprichoso que se ha permitido el lujo, en la última videoconferencia de presidentes, de desdeñar todas y cada una de la preguntas que le formuló durante la reunión? Ella sabrá lo que hace. De errores de cálculo está plagado el cementerio. Y el de Ciudadanos, aún más.

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