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Luis Herrero

Mucha bronca y pocas nueces

Los correctivos electorales en Galicia y País Vasco obligan a Iglesias a ganar batallas que demuestren su utilidad como contrapeso a Calviño.

Los correctivos electorales en Galicia y País Vasco obligan a Iglesias a ganar batallas que demuestren su utilidad como contrapeso a Calviño.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en la presentación del proyecto de presupuestos | Twitter Pedro Sánchez

Creo que mi interlocutor, que frecuenta los abrevaderos de La Moncloa, tenía razón. “Ciudadanos —me dijo— ha blanqueado sin proponérselo los Presupuestos de Sánchez”. Arrimadas apoyaría las cuentas, tal como están, si desapareciera del documento final la rúbrica indeseable de Bildu y ERC. A los centristas no les molesta la partitura de la ley, sino los intérpretes. Ese argumento, esgrimen en Ferraz, demuestra que el Gobierno ha sido capaz de alcanzar sus dos objetivos fundamentales: hilvanar una propuesta presupuestaria razonablemente ortodoxa y conseguir que la apoyen los estandartes de la izquierda radical.

Osea, que Sánchez puede venderla en Europa sin excesivos apuros y a la vez seguir siendo, en España, el caudillo de los progres. Necesita retener ese título honorífico si quiere vampirizar los votos de Podemos. Y quiere. Su sueño pasa por ejercer un poder omnímodo que no esté condicionado por los peajes que exigen los socios molestos que le circundan. Por eso le ha cabreado tanto la enmienda tardía de los desahucios, suscrita conjuntamente por Pablo Echenique, Gabriel Rufián y Mertxe Aizpurua. Iglesias juega a ser el líder de la izquierda “pata negra” y coloca al presidente en una posición incómoda. Si la acepta no solo solivianta a una porción nada desdeñable de sus ministros, sino que admite ir a rueda de las propuestas de Podemos, y si la rechaza evidencia que no es el jefe de la manada progresista que dice ser.

Me parece a mí que detrás de esa idea se esconde la clave de lo que está pasando estos días en el escenario de la política. Los correctivos electorales en Galicia y el País Vasco, y las advertencias posteriores de todas las encuestas que se han ido publicando, incluida la del CIS, llevaron a Iglesias a subrayar el perfil propio de su partido, crecientemente desdibujado por su papel subsidiario en el gobierno de coalición. Él creía que esa tribuna le daría visibilidad, y que la luz del cañón le haría remontar el vuelo, pero el tiro le salió por la culata. Ahora necesita algo más que titulares de prensa. Tiene que ganar batallas que le permitan demostrar su utilidad como contrapeso a la política socialdemócrata de Nadia Calviño. De ahí la estridencia del ruido de espadas.

Sánchez no tiene mucho margen de maniobra para salir airoso del envite. Debe evitar que Podemos fidelice a su electorado más cafetero, si quiere tirar de él para crecer en las urnas, pero no puede entregar la cuchara si aspira a contener la hemorragia, todavía leve, que empieza a evidenciar un cierto flujo de votantes socialistas hacia el torrente circulatorio de Ciudadanos. A falta de otros datos, la encuesta de este domingo de El Español pone de manifiesto la progresiva preocupación que se detecta entre los electores del PSOE por la política de alianzas que ha impuesto el presidente del Gobierno para no dejarse arrebatar la primogenitura de la izquierda.

Casi seis de cada diez votantes socialistas prefieren el pacto presupuestario con Arrimadas antes que con los separatistas vascos y catalanes. Solo una cuarta parte ve bien lo contrario. Más de la mitad considera que Bildu aún no se ha ganado el derecho a ser uno más en la contienda política (y no se lo ganará mientras no pida perdón por haber jaleado el terrorismo de ETA), y en el conjunto de España el 75% rechaza el acercamiento al extremo del tablero que preconiza Podemos. No parece cierto, por lo tanto, lo que las fuentes podemitas le cuentan a Carlos E. Cué en El País: "Lo que le pasa al PSOE es que sabe que su electorado está más de acuerdo con nuestras propuestas. Y por eso nos llaman desleales, porque quieren hablar de las formas y no del fondo. Con las posiciones políticas de Calviño el PSOE no lograría ni un voto".

La pugna interna va a continuar y es probable que nos aguarden, en el futuro inmediato, emociones fuertes. La situación migratoria de Canarias es una bomba debajo de la mesa del consejo de ministros. Sánchez no puede permitir que los inmigrantes sean trasladados a la Península, si no quiere abrir un frente de hostilidad más con Europa, e Iglesias no puede permanecer callado mientras los expulsan. Otra bronca de mayor cuantía parece inevitable. ¿Será suficiente para liquidar la coalición que nos gobierna? Ni de coña. Mucho me temo que esta bronca no dará nueces.

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