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Maite Nolla

Bildu no es Cortefiel

A lo mejor es conveniente crear dos ventanillas: una para asuntos sin presión y otra para asuntos con presión. O dos tribunales: uno que resuelva jurídicamente y otro que lo haga por mayoría.

Hace un tiempo les contábamos que el Tribunal Constitucional había dictado una sentencia fenomenal en materia de comercio. La Generalidad se dedicaba a multar a algunas empresas que, como Cortefiel, ofrecían descuentos fuera del período de rebajas, ya que los señores nacionalistas consideraban que cualquier descuento era una rebaja, ergo se tenía que ofrecer en el período obligatorio.

El Constitucional le dijo a la Generalidad que no tenía ningún derecho a multar porque no era de su competencia decidir qué era y qué no era una rebaja ni tampoco un descuento. En todo caso se trataba de una atribución del Estado y la Generalidad ni siquiera podía ampararse en el nuevo Estatuto.

Aquella sentencia no sólo ponía fin a una injusticia y a una persecución nada disimulada contra empresas y marcas no afines, sino que acababa –al menos en esta materia– con uno de los problemas que arrastra España, que es el de la existencia de fronteras interiores. Los magistrados del Constitucional, liberados de la presión de los medios y de los políticos, tomaron la senda de lo jurídico.

Además, los corresponsales del periodismo nacionalista moderado en Madrid se debieron despistar en este asunto y el caso es que no les dio tiempo a elaborar un editorial sectorial conjunto en materia de comercio, advirtiendo de que si el Constitucional osaba decir que la Generalidad no tenía derecho a crujir a Cortefiel por los descuentos, bien pudiéramos estar ante un nuevo ataque a Cataluña. En fin, no se puede estar en todo.

Pero Bildu no es Cortefiel. Y pese a la indignación del presidente del Constitucional, pese a los insultos contra la prensa radical que intenta arrastrar a Rajoy al lado oscuro de la derecha de la derecha, no todos los casos de los que conoce el Constitucional son iguales; unos son más iguales que otros, y a veces decide lo jurídico y otras la denominación de origen.

Pero como incluso el presidente del Constitucional puede entender, el problema no es la independencia, sino la confianza. Nadie duda de la independencia, o, mejor dicho, nadie duda de que si fueran independientes no hubieran llegado nunca tan arriba. El problema está en el foco y en la zarpa política. Por eso, a lo mejor es conveniente crear dos ventanillas: una para asuntos sin presión y otra para asuntos con presión. O dos tribunales: uno que resuelva jurídicamente y otro que lo haga por mayoría.

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