Menú
María Jamardo

Váyanse acostumbrando

No se sorprendan. Es lo que tiene apostar por la política ficción.

De lo poco o nada que está sucediendo en España a nivel político, es curioso que se derive tal cantidad de despropósitos mediáticos. En exactamente cinco días, desde la toma de posesión de la señora Carmena, los titulares se suceden sin descanso: incumplimiento del programa electoral, imputación de la portavoz, desacierto consumado, innegable, bochornoso y delictivo de varios de los concejales electos de Ahora Madrid que han batido records de difusión en redes sociales –sin consecuencias visibles– y ocurrencias varias de la nueva alcaldesa, que retrocede en cuestiones capitales de campaña para contextualizar las mismas y explicar cómo en realidad no se trataba de promesas sino más bien de una colección de recomendaciones o "sugerencias". De nuevo, la importancia del lenguaje y su continua manipulación. Aprenden rápido.

No se sorprendan. Es lo que tiene apostar por la política ficción. Esa propia de las alucinaciones, la charlatanería y los unicornios de quienes piensan que los telepredicadores deben gobernarnos y pueden hacerlo mejor y que desconocen que tomar decisiones no tiene la más mínima relación con lanzar consignas y hacer estimaciones económicas (sin datos) desde algunos medios de comunicación.

Alguien debería haber advertido a los recién llegados de dos cuestiones esenciales: que el pasado no se puede borrar a golpe de clic (precisamente porque están donde están gracias al tono incendiario y violento de sus mensajes y declaraciones) y que al tocar poder se cambia de bando y uno pasa a convertirse automáticamente en casta, con todas las consecuencias que ello acarrea. Pronto verán los emergentes qué desagradable es eso de escupir contra el viento y cómo el pueblo soberano si de algo sabe es de soplar con fuerza, muy en especial a todo aquel que no tenga la decencia política de cumplir sus promesas electorales, máxime cuando la base de los planteamientos reaccionarios quedaba legitimada precisamente en las acusaciones y ataques reiterados a quienes tenían la fea y habitual costumbre de no hacerlo.

Del "quítate tú que me pongo yo" tradicional, no se ha cambiado nada en realidad. Son todos similares en lo esencial. Mismos comportamientos, mismas reglas de juego, algunos participantes más. Viejos vicios conocidos. La única diferencia real es que mientras los del establishment se escudaban en el sistema para continuar campando a sus anchas, los de los soviets que están por llegar no tienen la menor intención de cambiarlo desde dentro pacíficamente, sino de tomar las instituciones para reemplazarlo por otro, el suyo, que sin duda y por imperativo totalitario (ni siquiera asambleario, mucho menos mediante un referéndum ciudadano ni un proceso constituyente en condiciones) es el bueno. Faltaría más. Nos lo han espetado a bocajarro: váyanse acostumbrado.

Hace unos días decía Albert Rivera que su partido sería como "un gran hermano", el ojo que todo lo ve, dispuesto a controlar a los de toda la vida. Otro que parece olvidar, también, que las cuestiones de Estado no tienen que ver con labores de espionaje y tutela, sino de gobierno. Una lástima. Pero es lo que tienen las convocatorias electorales, son la excusa perfecta para demostrar que los nuevos no se diferencian demasiado de los de siempre. Otra oportunidad perdida.

Y si algo no terminamos de entender, tampoco los recién llegados, es que de lo que está harto el español medio, la gente, Juan Pueblo, es de la dinámica de los partidos. No de los viejos, colmados de razones obvias y suficientes para querer removerlos del espectro, sino de todo lo que tenga que ver precisamente con más de lo mismo. Y en eso estamos. Perseverando en el error.

No cabe duda de que los candidatos populares y socialistas han sido inequívocamente adalides electorales de las marcas blancas de Pablo Iglesias. Tampoco cabe cuestionar que, precisamente, de los desatinos enfermizos de Podemos y el buenismo recalcitrante de Ciudadanos surgirá una interesante diáspora de votantes escaldados que preferirán en próximas ocasiones apuntalar al PP. Las urnas, como el algodón, no engañan. Al tiempo.

En España

    0
    comentarios