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Mario Noya

Basem Eid: ¡viva Palestina libre!

"Seamos realistas", pone Eid la primera piedra para que concurra lo imposible. "Los palestinos no lo estamos haciendo bien".

"Seamos realistas", pone Eid la primera piedra para que concurra lo imposible. "Los palestinos no lo estamos haciendo bien".

Basem Eid es un palestino que se proclama orgulloso de serlo y que lucha por que la libertad, la paz y la prosperidad reinen en su patria, ahora en la miseria, devastada por el fanatismo, comida por el odio al hermano y al vecino y que paga las terribles consecuencias de "sesenta y seis años de errores y oportunidades perdidas", se lamenta pero no se resigna Eid, más bien se rebela y llama a la rebelión.

"Seamos realistas", pone Eid la primera piedra para que concurra lo imposible. "Los palestinos no lo estamos haciendo bien". Y no lo estamos haciendo bien, arguye, porque no nos levantamos contra Mahmud Abás y su "dictadura corrupta", que "usa los fondos internacionales para consolidar su [poder] en vez de para desarrollar la economía palestina"; ni contra Hamás, que “nunca ha tenido en cuenta las necesidades palestinas” y cuyos túneles de terror y contrabando abren el camino a “nuestra destrucción”. Para colmo de males, seguimos empeñados en la destrucción del Estado de Israel, que “está aquí para quedarse” y que, reconozcámoslo de una maldita vez, “tiene derecho a existir”.

Ha llegado, siempre fue la hora de apostar por una Palestina libre, secular, auténticamente democrática, incita Eid a sus compatriotas pero por supuesto pretende que su mensaje llegue también al resto del mundo, empezando por Israel. Para eso tienen que

  • alzarse contra el sanguinario fascismo islamista de Hamás y la cleptocracia de Mahmud Abás y sus muchos más de cuarenta ladrones represores;
  • sacudirse el yugo de la infausta UNRWA, que vive de "la muerte y el sufrimiento visible de cinco millones de palestinos", "actúa como un Estado con su propia política exterior" y jamás ha tomado en consideración “los intereses de los palestinos” (más aquí, en este fenomenal artículo devastador; y en esta memorable carta a Malala);
  • sentar las bases para la emergencia de una sociedad civil digna de tal nombre;
  • generar las instituciones propias de un Estado de Derecho, mucho más importantes para la consolidación de un régimen de libertades que la mera celebración de procesos electorales, que en terrenos regados por el fanatismo y la corrupción suelen degenerar en elementos legitimadores de tiranías abominables –según ha advertido repetidas veces el judío israelí Sharansky, compañero de batallas del propio musulmán palestino Eid–.

Se impone, pues, un golpe de timón. "Los palestinos no podemos seguir rechazando el hacernos cargo del destino de nuestro pueblo" es una de las maneras que tiene Eid de decir basta.

Basta de Hamás ("Sólo nosotros, el pueblo palestino, podemos" acabar con ella). Basta de ser el muñeco con el que desconsideradamente juegan otros que para colmo van de amigos ("No debemos permitir que Gaza se convierta en víctima de conspiraciones e intrigas árabes",escribió Eid en pleno verano bélico de 2014. "Qatar y Turquía no tienen la menor relación con el pueblo palestino, no tenemos nada en común con ellos"). Basta de EEUU y basta de Europa ("No tengo fe en [sus] iniciativas").

Y, sobre todo, basta de odiar a Israel, resalta Eid, que se dio a conocer precisamente denunciando abusos y desmanes de soldados y colonos israelíes en los Territorios (lo apadrinó entonces B’tselem, la célebre organización israelí de denuncia de políticas israelíes; cuando Eid puso el foco también sobre los abusos y desmanes perpetrados por palestinos contra palestinos, en B’tselem se incomodaron y hubo entonces él de fundar The Palestinian Human Rights Monitoring Group, donde importa más la víctima que el victimario). Debemos, alienta, propone Eid a sus compatriotas,

  • poner fin a esta "inútil, destructiva, inmoral guerra" larguísima que tanto dolor nos está causando;
  • acabar con el adoctrinamiento infame que reciben nuestros hijos en las escuelas de Hamás y en las de la Autoridad Palestina;
  • desechar el derecho de retorno ("Israel nunca aceptará un masivo flujo de refugiados que altere su carácter judío") y apostar en cambio por una resolución de este problema basada en "compensaciones financieras";
  • denunciar el movimiento BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones), que dice luchar por aislar a Israel –al que calumniosamente compara con la Sudáfrica del apartheid– pero que más bien parece empeñado en privarnos de los mejores empleos, los que ofertan las compañías israelíes;

y, last but not least, desplegar el poder que atesoramos para "transformar en amigo a un viejo enemigo". Que por supuesto debe poner de su parte y demostrar que verdaderamente apuesta por tenernos al lado como ciudadanos de una Palestina libre, próspera, en paz consigo misma y con ellos –y con los demás vecinos.


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