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Max Boot

Acuerdo nuclear: el amanecer del Imperio iraní

Este acuerdo es una capitulación absoluta frente a Irán.

Este acuerdo es una capitulación absoluta frente a Irán.
Wikipedia

Ahora, tras meses de filtraciones posteriores al acuerdo inicial del 2 de abril, las líneas generales del acuerdo con Irán ya resultan familiares. Si de verdad se quiere saber su contenido, recomiendo evitar los grandilocuentes powerpoints de la Casa Blanca, según los cuales se han bloqueado todos los caminos que llevaban a Irán a obtener una bomba nuclear, o el lenguaje confuso con el que están escritas las 150 páginas del Plan General de Acción Conjunta, que parece un documento redactado por un comité de abogados que trataran de disimular sus diferencias a base de frases larguísimas y enrevesadas.

Para obtener una información más sucinta (y, en general, precisa) al respecto es mejor acudir directamente a la declaración hecha pública por la agencia oficial de Teherán, la Agencia de Noticias de la República Islámica, que señala, entre otras cosas:

  • Las potencias mundiales han reconocido el programa nuclear pacífico iraní y respetarán los derechos nucleares de la nación iraní dentro de los convenios internacionales…
  • La República Islámica de Irán será reconocida como potencia tecnológica nuclear autorizada a tener programas nucleares pacíficos, como ciclos completos de enriquecimiento y de combustible nuclear, que serán identificados por Naciones Unidas.
  • Todas las instalaciones nucleares seguirán funcionando, en contra de lo solicitado inicialmente por la otra parte; ninguna de ellas será desmantelada.
  • La política de evitar el enriquecimiento de uranio ha fracasado, e Irán seguirá adelante con su programa.
  • Las infraestructuras nucleares iraníes seguirán intactas, no será desmantelada ninguna centrifugadora y se seguirá adelante con la investigación y el desarrollo de centrifugadoras clave y avanzadas, como IR-4, IR-5, IR-6 e IR-8.

Hasta ahora, cosas que ya nos resultan familiares… y que resultan desoladoras. Este acuerdo es una capitulación absoluta frente a Irán. Estados Unidos y sus socios europeos iniciaron las negociaciones con el objetivo de acabar con el programa nuclear de Irán, y al final están legitimando su estatus de aspirante a potencia nuclear.

Pero en la redacción final hay algunas sorpresas.

La más agradable de ellas es la cláusula de reactivación, que, al menos en teoría, permitiría volver a imponer sanciones si Irán violara el acuerdo. Mucho se había temido que esta reactivación requiriera del voto del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo que permitiría que Rusia o China lo vetaran. Sin embargo, el acuerdo establece una comisión conjunta (compuesta por la Unión Europea, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia, China e Irán) para resolver los conflictos relativos a la aplicación del acuerdo. Sólo será necesaria una mayoría simple de la comisión para reinstaurar las sanciones, lo que significa que Estados Unidos y sus aliados europeos podrían volver a imponerlas aun sin el apoyo de Rusia y de China.

Esto hace que la reactivación ya no sea imposible… pero sí extremadamente improbable. Porque una vez eliminadas las sanciones, los Estados europeos, en particular, tendrán una significativa cifra de negocios con Irán, una baza que no querrán poner en peligro volviendo a imponer las sanciones.

También hay que considerar la dimensión psicológica: volver a imponer las sanciones equivaldría a admitir que el acuerdo ha fracasado. ¿Es probable que los arquitectos del mismo lo admitieran? En realidad, es imposible imaginar unas circunstancias en las que el presidente Obama y el secretario de Estado Kerry (que, sin duda, está esperando el premio Nobel de la Paz, para ir a juego con el de Obama) admitieran que Irán está violando el acuerdo. Puede que algún futuro presidente que no haya negociado este tratado esté más dispuesto a hacerlo; puede ser. Pero eso iniciaría una crisis con Irán que no le haría ninguna gracia. Lo más probable es que lo más fácil sea pasar por alto cualquier posible violación que se produzca. Es lo que ha pasado con los tratados de control de armamento entre Estados Unidos y Rusia: las reiteradas violaciones rusas se barren bajo la alfombra tanto con Administraciones demócratas como con las republicanas.

Finalmente, incluso si la reactivación se pusiera en práctica en el futuro, tampoco tendría tanta importancia: Irán ya habría cosechado los beneficios generados por un levantamiento de sanciones equivalente a más de 100.000 millones de dólares.

El mecanismo de la comisión conjunta que decide la reactivación también tiene como tarea decidir, en caso de conflicto, acerca del acceso de los inspectores a las instalaciones nucleares iraníes. De nuevo en teoría, Estados Unidos y sus socios europeos pueden forzar la inspección de una instalación sospechosa pese a la oposición iraní superando en una votación a Irán, Rusia y China. Pero no directamente. El acuerdo establece que serán necesarios no menos de 24 días para obligar a una inspección. Tiempo de sobra para que los iraníes saneen cualquier instalación sospechosa y eliminen cualquier prueba de actividad nuclear; queda muy lejos del acceso 24/7 que el presidente Obama aseguró ayer que tendrían los inspectores.

Las otras sorpresas del acuerdo son aún peores. Los iraníes insistieron en que el acuerdo se limitara a la cuestión nuclear; por eso, por ejemplo, no accedieron, en el marco del tratado, a liberar a los rehenes estadounidenses que mantienen retenidos, o a poner fin a su apoyo al terrorismo o a su empeño en la destrucción de Israel. Pero parece que el acuerdo no se limita sólo a cuestiones nucleares. Incluye el compromiso de levantar el embargo de armas convencionales contra Irán en no más de cinco años, y el de misiles en no más de ocho. Y probablemente antes, si Irán parece cumplir con el acuerdo nuclear.

Estas provisiones deben considerarse junto a la promesa establecida en el acuerdo de levantar todas las sanciones que pesan sobre una larga lista de entidades e individuos iraníes (ocupa 61 páginas, para ser exactos), incluida la promesa de levantar las sanciones sobre Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds iraní, que es al terrorismo chií lo que Osama ben Laden era al suní. Suponiendo que esto sea en realidad lo que dice el tratado (al margen de comentarios de algunos representantes estadounidenses, según los cuales el beneficiario sería otro Qasem Soleimani), es una concesión sorprendente a las aspiraciones imperialistas de Irán en Oriente Medio.

Lo que significa todo esto no es sólo que Irán pronto tendrá más de 100.000 millones de dólares extra para gastárselos en exportar la revolución iraní y en dominar Estados vecinos (tarea del general Soleimani), sino que dentro de poco también será libre para comprar todas las armas que quiera (incluso misiles balísticos) en el mercado mundial. No es extraño que Vladímir Putin parezca contento: el acuerdo se convertirá probablemente en un salvavidas para los fabricantes de armas rusos, aunque podemos estar seguros de que Irán hará extensiva su generosidad a los fabricantes franceses y, si es posible, a los británicos, para darles así a esos países un motivo extra para no reimponer las sanciones.

En resumidas cuentas: el acuerdo con Irán, incluso si éste lo cumple (lo cual es una suposición heroica), no hará más que retrasar unos pocos años el proceso de adaptación a fines armamentísticos del programa nuclear iraní, mientras que aumenta enormemente el potencial energético convencional del país. ¿Qué creen que harán los vecinos suníes de Irán, todos ellos aterrorizados por su poder? Hay bastantes probabilidades de que este acuerdo desencadene una carrera armamentística regional masiva, tanto de armas convencionales como nucleares, al tiempo que provoca que países como Arabia Saudí y Qatar hagan causa común con el Estado Islámico como tope que frene las aspiraciones iraníes en la región.

Todo ello suponiendo, claro está, que el acuerdo no sea bloqueado por el Congreso. Pero es improbable que el Senado pueda reunir una mayoría que pueda superar el veto prometido por Obama contra cualquier proposición que pretendiera bloquear este terrible acuerdo. Suponiendo, como parece probable, que el acuerdo llegue a entrar en vigor, futuros historiadores podrán escribir que el 14 de julio de 2015 fue la fecha en la que el dominio norteamericano en Oriente Medio fue sustituido por el Imperio Iraní.

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