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Pedro de Tena

Necesitamos grandes políticos

¿Cómo distinguir al gran político del paniguado, del pusilánime o del falso héroe capaz de destruir las instituciones vertebrales en vez de convertirlas en palanca de la fuerza vital individual de cada ciudadano?

La hora de España es la revisión profunda de la transición política y social. Hasta ahora, la transición, contada al idílico modo, ha sido revisada, traicionada e insultada por los partidos nacionalistas vasco y catalán por excelencia. Lo que, según el dogma de la transición, había sido un pacto de Estado según el cual la democracia superaba en valor al nacionalismo y sus afanes, era y es mentira. Sobre todo, el PNV, ideológicamente más primitivo y sincero que CiU (por ello ha buscado más a Esquerra en los últimos tiempos), ya engañó a muchos dejando la Constitución en cuarentena.

Pero ahora es que muchos hablamos ya de revisión de la transición, con un monarca envejecido, un Suárez ido y un PSOE derivando hacia la invertebración y la nadería. Lo que quede de España va a depender de esta revisión que necesitamos. Aznar intentó frenar esta revisión con su idea de la España plural, pero Artur Mas no es Pujol, ni el Tripartito ha pasado a la historia. Todo lo que hizo fue impedir que se revisara la Constitución, base de la transición. Estamos ahora, en buena medida, en manos de Rajoy y su equipo porque nunca como ahora ha quedado claro que el PP es el único partido que defiende la España unida capaz de recuperar el brillo que dicen hemos perdido. Haría falta, cuando menos, claro está, que emergiera un PSOE capaz de compartir, al menos y sin dudas, ese marco común.

El problema es saber si Rajoy y su equipo tienen grandeza política, algo muy diferente al oficio y al beneficio. Decía don Ortega que "política es tener una idea clara de lo que se debe hacer desde el Estado en una nación". Esto es, se trata de poner al Estado al servicio de la nación y no al revés, como casi consiguen los tripartitos desde una esquina del tablero. Ya se oyen incluso desacatos explícitos a los tribunales sobre el uso del español en Cataluña y ya veremos qué cosas más. Y el problema es, también, comprobar si de la enfermedad originaria del PSOE que lo ha infectado hasta el momento presente puede surgir un nuevo PSOE para el que la lealtad a España y a las instituciones democráticas sea incuestionable. Hay personas en su seno que podrían hacerlo si les dejan.

Pues los que no dudamos del concepto de nación y los que creemos que España es una de las grandes naciones del Occidente que ha llegado a ser democrático gracias, sobre todo, al derecho, a la ciencia y al cristianismo, necesitamos grandes políticos que tracen con firmeza las líneas del futuro de las generaciones que vienen. Necesitamos grandes políticos "para transformar la sociedad actual española, prácticamente paralítica, en una nueva sociedad dinámica". Pero, ¿cómo distinguir al gran político del paniguado, del pusilánime o del falso héroe capaz de destruir las instituciones vertebrales en vez de convertirlas en palanca de la fuerza vital individual de cada ciudadano? El tráfico incesante de los hechos y de los intereses más mezquinos obstruye la limpieza y claridad de la mirada y, sin embargo, necesitamos detectar a estos grandes políticos y exigirles que la nación española sea una virgen sin miedo, no una vieja cansada.

En España

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