"NUEVAS ADVERTENCIAS TRAS EL ÚLTIMO COMUNICADO DE ETA

Un etarra amenaza con continuar con "la lucha armada" hasta lograr la independencia en el País Vasco.

Con lo rentable que Zapo ha vuelto la "lucha armada" a los etarras, ¿por qué habían de renunciar a ella? El asesinato ha sido legalizado y premiado por el niñato iluminado y su pandilla como un arte de hacer política, ¿quién lo abandonaría, justo ahora en que "todo es posible"?

Cierto, también: los gorrinos no suelen inspirar mucho respeto a los asesinos. Estos, al compararse, se sienten confortados y justificados.

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Debe de estar muerto de miedo ante observaciones tan duras e incisivas del PP. Un niño de diez años no le metería más pánico.

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"De acabar de abrirle los ojos se ocuparían los Benet y los Pradera, hijos y nietos respectivamente de víctimas del Frente Popular, más los Sotelos, sobrinos del "protomártir", más los Solanas, sobrinos de Madariaga, del que todos se reían, más los Ferlosios, furiosos porque el fascista de su padre hubiera sobrevivido a las balas rojas. Creían todos que era un acto de justicia y de expiación abrazar la causa de los asesinos de sus mayores, y con ese espíritu, al que no era ajeno el Viejo Profesor, y en el que confluía más de algún falangista frustrado en su "revolución pendiente", fueron a las algaradas del 56 en las que su mayor preocupación, como flamantes socialistas de toda la vida, fue la de yugular la intentona de "agiotaje", es decir, de apropiación del movimiento universitario por parte del Partido Comunista, cuyos agentes eran, entre otros, un estudiante sevillano que vivía en Lisboa, el hijo de un peletero donostiarra y uno de los Pradera (...) Crisanto lo pasó muy bien en la cárcel, donde estaba la flor y nata de la juventud dorada de la capital (...) La biblioteca de la cárcel le dio la oportunidad de leer libros como Grave inmoralidad del baile agarrado, de Fray Jeremías de las Sagradas Espinas, y El liberalismo es pecado, de Mosén Sardá y Salvany".

(Aquilino Duque, La loca de Chillán, novela, ed. Pre-Textos)

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"Al igual que en el PNV, la reorganización del PSOE trajo consigo agrias disputas entre el grupo del interior y el del exilio, este último capitaneado por Rodolfo Llopis, que temía perder la dirección. Entre mutuas maniobras, las discrepancias llegaron al borde de la ruptura en 1971, y a la ruptura completa un año más tarde, en agosto, con motivo del XII Congreso. Alfonso Guerra escribió provocadoramente un artículo en El Socialista comparando la lucha contra el capitalismo con la necesaria para sacudir "ciertas estructuras" del partido. Llopis exigió una rectificación, pero los jóvenes sevillanos no le hicieron el menor caso. Entonces Llopis rehusó asistir al congreso, y convocó otro. Los del interior siguieron adelante con el suyo, para lo cual tuvieron que descerrajar las puertas del local, en Toulouse, pues Llopis "había cerrado todo herméticamente y se había apropiado de todas las llaves".

El suceso recuerda otro ocurrido durante la guerra civil. Dada la pugna entre el gobierno de Negrín y el defenestrado Largo Caballero, cuyos partidarios seguían dominando la UGT, un buen día estos se encontraron, al acudir normalmente a su sede en Valencia, con que sus adversarios habían cambiado las cerraduras, dejándolos fuera. Largo y los suyos se instalaron junto a la puerta, formando lo que se llamó "el comité de la escalera". Hasta que el nuevo y autonombrado comité ejecutivo llamó a la policía para que los desalojase. Los fondos del sindicato también fueron confiscados por la nueva dirección, algo, observará Largo Caballero, a lo que no se habían atrevido nunca los ministros de la monarquía ni de la dictadura.

(En Una historia chocante. Los nacionalismos vasco y catalán...)

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