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Presente y pasado

El fracaso de la reforma de Fraga (I)

Las instituciones funcionaron con normalidad y dos días después del fallecimiento del Caudillo, Juan Carlos juró los principios del Movimiento ante las Cortes, por las que fue reconocido rey. Tres días después, el 25 de noviembre, un amplio indulto puso en libertad a más de 5.500 presos. De ellos, 429 eran políticos, la mayoría preventivos a causa de la reciente oleada de terrorismo, dejando en prisión a poco más de otros 300.


El día 27 se produjo la exaltación oficial al trono con una misa del Espíritu Santo. Por contraste con el funeral de Franco, asistieron numerosos enviados extranjeros al más alto nivel. Aparte de Nelson Rockefeller, presente en ambos, estaban el presidente de Alemania Federal Walter Scheel, el presidente francés Giscard d´Estaing, el duque de Edimburgo, los príncipes herederos de Marruecos, Bélgica y Luxemburgo, y otros árabes y delegaciones distinguidas de muchos países. En las últimas semanas el rey había informado confidencialmente de sus intenciones democratizadoras en diversos medios internacionales, a fin de conseguir el máximo respaldo. Caso aparte fue el de Giscard d´Estaing, que aceptó ir a Madrid solo si se le daba un trato privilegiado, que recibió. Él deseaba condicionar la política española -- uno de sus medios de presión había sido la protección a la ETA, que se esperaba fuese anulada, esperanza que resultaría vana—, y quería aparecer como protector o mentor de Juan Carlos. La misa fue oficiada por el cardenal Tarancón, de quien algunos temían alguna homilía retadora, que no se produjo. El cardenal pronunció una exhortación genérica en sentido democrático y aperturista (El teléfono de Tarancón y el de su secretario Martín Patino estaban intervenidos. Areilza contará cómo Arias pasó la nota de una conversación del cardenal al todavía príncipe Juan Carlos, y este se rió: "Es bastante desagradable, y el comentario del joven [príncipe] diciendo: "Tarancón se portará bien, porque lo tenemos muy agarrado"
.


La medida clave sería la constitución de un nuevo gobierno, que se tomó con bastante rapidez, aunque no sin dificultades. Juan Carlos encontró que había heredado los poderes de Franco, pero no tanto su autoridad, pues entre los sectores del régimen más recelosos ante cualquier cambio en profundidad y ante la oposición rupturista persistía la desconfianza las intenciones del rey, a quien consideraban inexperto. Este y sus asesores venían especulando desde hacía semanas sobre el jefe del nuevo gobierno. Habían pensado en algún experto en economía, como López Bravo o López de Letona, para que encarase el previsible empeoramiento de la crisis económica, terreno abonado para agitaciones desestabilizadoras por parte de la oposición. También se hablaba de Areilza y de Fraga, y muchos daban por seguro a Torcuato Fernández Miranda. Pero Torcuato tenía pocas simpatías entre la clase política, y también Areilza, por su anterior oposición a Franco. El general Alfonso Armada, asesor del rey, insistió en mantener a Arias, por no dar impresión de un giro brusco y por calmar al bunker, descontento asimismo de Arias, pero que lo aceptaba como mal menor. Y así fue. Torcuato, el político más próximo al rey, con su conocida habilidad para la maniobra política, pasó a presidente del Consejo del Reino y de las Cortes –los dos cargos iban anejos--, pieza clave para legalizar la transición por reforma. Se aprovechó el término del mandato de Rodríguez de Valcárcel como presidente de las Cortes, pero aun así Torcuato encontró dificultades para ser nombrado.


El 12 de diciembre se publicaron los nuevos nombramientos de ministros. Para contrarrestar una imagen excesiva de continuismo y ofrecer credibilidad al exterior, entraban varios pesos pesados del aperturismo, en particular José María de Areilza, Manuel Fraga y Antonio Garrigues. También Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Rodolfo Martín Villa, más o menos próximos al rey, y otros de menor relieve.


Areilza había ostentado altos cargos en el franquismo, siendo también embajador muy eficiente del régimen en Argentina, Usa y Francia, por lo que tenía amplias relaciones y reconocimientos en el extranjero. Pasaba por tener vasta visión política, aunque no iba a demostrarla muy fehacientemente. Doce años antes, quizá pensando que el franquismo no podía durar mucho, había pasado a una oposición tolerada como consejero de Don Juan y en su labor no había dejado de contactar incluso con los comunistas. Su actitud hacia Europa occidental y Usa era un tanto oficiosa y hasta servil, tendencia que se extendería mucho tanto entre los reformistas como en la oposición. Todos se volverían "europeístas" en extremo. Areilza despreciaba a la clase política franquista y se acercaba al rupturismo más que Fraga. Antonio Garrigues Díaz-Cañabate, ministro de Justicia, había sido embajador de Franco en Usa, donde contaba con numerosas relaciones, especialmente con la familia Kennedy, y en el Vaticano,


El verdadero hombre fuerte del nuevo gobierno era Fraga, más que un Arias sin una idea muy precisa sobre el rumbo a tomar. Fraga llevaba tiempo elaborando planes de reforma y formando equipos para ello en GODSA (Gabinete de Orientación y Documentación S.A.) y FEDISA, ya mencionada. Él era al mismo tiempo intelectual y político de acción, diplomático, catedrático de universidad, autor de numerosos libros de historia y ciencia políticas, derecho constitucional, sociología, temas internacionales, etc. Dotado de una memoria y capacidad lectora extraordinarias, desbordaba actividad y energía. Por todo ello solía tenérsele por la persona más capacitada para pilotar la transición, aun si algunos temían su impulsividad. En 1969 había salido del gobierno, como vimos, por su explotación del escándalo Matesa, y había sido embajador en Londres, de donde había vuelto hacía poco para poner en marcha sus proyectos. De acuerdo con su carácter, pidió para sí el ministerio de Gobernación, precisamente el más difícil y comprometido en aquellas circunstancias, ya que tendría que bregar con el orden público y tratar con la oposición, impidiéndole desestabilizar la reforma. Él mismo se había encargado de atraer a Areilza y a Garrigues, y tenía en el gobierno a ministros muy afines, como Carlos Robles Piquer o Adolfo Martín Gamero.


Enseguida surgió el problema de las relaciones no muy cordiales entre Arias y el rey. Juan Carlos, ya con Franco hospitalizado, realizaba por su cuenta, y a espaldas del gobierno, gestiones discretas a través de su hombre de confianza. Manuel Prado y Colón de Carvajal (administrador privado del monarca, sería condenado por varios delitos financieros en 2004, 2007 y 2008)
. Así, había tratado a Giscard d´Estaing, a Kissinger -- para informarle de la decisión abandonista de España en el Sahara--, y trataría más tarde con Santiago Carrillo y a los democristianos antifranquistas. Arias, muy sensible al "borboneo" o interferencia de los reyes en los asuntos propios del gobierno, ignoraba tales gestiones, pero supo de otra realizada por el mismo rey, el 12 de noviembre, reuniéndose con los tres ministros militares para transmitir a Don Juan, en Lisboa, el consejo de no entorpecer con declaraciones hostiles la sucesión prevista, respaldada por las fuerzas armadas. Arias, al enterarse, visitó al todavía príncipe, ya con Franco agonizante, le acusó de haber realizado una "borbonada" y dimitió. La dimisión, en momentos tan inciertos, perjudicaría los proyectos de Juan Carlos, a quien malquistaría con gran parte de la clase política. Hubo de admitir su inexperiencia y rogar a Arias que permaneciese, hasta que el incidente se resolvió con aparente cordialidad. Sin embargo el caso no era fácil de olvidar y perturbó la relación entre ambos. Arias detestaba a Don Juan y apreciaba poco a su hijo, de quien diría que no podía soportarlo más de diez minutos, como le ocurría con los niños.


Comenzaba así el intenso y corto período (solo siete meses) del primer gobierno monárquico. Este tiempo suele considerarse como de prueba y fracaso de Arias, pero bajo esa superficie se encuentra algo más sustantivo: el fracaso de Fraga Iribarne y su proyecto de reforma. Fraga, como queda dicho, se había preocupado de estudiar a fondo los problemas de la transición posfranquista y tenía un proyecto bastante elaborado. De la experiencia de los años anteriores en torno a las asociaciones no había salido una solución clara y sí divisiones dentro del régimen, por lo que no cabía ya pensar en simples retoques institucionales: se trataba de construir, a partir de las circunstancias sociales creadas por el franquismo y sin ruptura con su legitimidad, una democracia homologable a la eurooccidentales. La idea iba cuajando en la clase política, y ya el 3 de enero del 76 entregaba Fraga a sus colegas del gabinete un primer borrador de su proyecto de reforma. Con una oposición rupturista aún demasiado débil y dividida para imponerse, la solución Fraga u otra parecida no debía encontrar obstáculos insalvables.

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****Blog, insultos. Ya quedó aclarado que los insultos no son consentidos, a menos que tengan algún ingenio, pero algunos persisten en ellos, porque resultan más cómodos que los argumentos. En adelante, los mensajes que incluyan palabras como hijoputa, cabrón, etc., serán borrados incluso si el resto del comentario tiene buena sustancia. Los versos de katakrok ayer eran ingeniosos, pero en algún punto iban más allá de lo tolerable.

** Menorqui: "Precisamente en la masiva defensa que se hizo de los judíos prácticamente en toda Europa salvo en Alemania, Austria y Polonia, se demostró la dimensión épica del bien, entre tamaña maldad, y el honor de occidente quedó bastante alto (aún con matices)". Creo que hay aquí dos errores: a) esa "masiva defensa" no existió en ninguna parte salvo, si acaso, en Dinamarca y por parte del papado; b) pretender erigir la defensa de los judíos en la piedra de toque de la moral universal es bastante excesivo. Los judíos no han sido los únicos que ha sufrido genocidios en el mundo, y la Biblia cuenta episodios de su instalación en Israel que son también de exterminio sistemático. Una cosa es reconocer el hecho de la Shoah en toda su barbarie y otra, ya digo, pretender hacer de ella la clave de la maldad y de la bondad absolutas.

** Citas: Elie Wiesel dijo muchas tonterías, sobre Pío XII y similares, o sobre los alemanes en general. Pero la comparación de sus palabras con otras de Hitler es tendenciosa: Hitler dijo muchas cosas parecidas, pero lo decisivo es que las llevó a los hechos. Si los socialistas en 1934 se hubieran quedado en sus amenazas de guerra civil, serían recordados como bocazas nada más. Y no fueron los judíos quienes llevaron a los nacionalsocialistas a campos de concentración, sino a la inversa. La crítica a Israel, como a cualquier otra cosa, está permitida en el blog. Pero equiparar a ese estado con el nazismo es una falsedad demasiado bruta y burda para ser tolerada, so pena de rebajar el nivel de la discusión a la pura cháchara de taberna. Tampoco episodios como el de Deir Yasin, sobre el que hay varias versiones, convierte a Menájem Beguin en un nazi o cosa por el estilo, lo afirme quien lo afirme.

****http://www.semanarioatlantico.com/2010/05/21/referentes-en-la-red-liberal-conservadora/

****Merece difundirse: observen las expresiones cínicas, caimanescas, de los politicastros catalufos, que no catalanes, empezando por Montilla:

http://www.youtube.com/watch?v=zjIKbLDwBAA


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