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Presente y pasado

Frentes

Como reacción espontánea de la sociedad frente a los abusos de la Infame Alianza, han nacido o tomado impulso asociaciones como la AVT, la de Luis del Pino, otras en Cataluña, Galicia y Vascongadas, los movimientos por la reforma de la Constitución, etc. Son frentes de acción y respuesta a la ofensiva donjulianesca, pero quizá han estado condicionados por la política del PP rajoyano, que los ha parasitado sin promoverlos realmente y los ha mantenido dispersos. Ahora se trata de desarrollar todos ellos y darles una orientación común en la perspectiva de una regeneración democrática.
Otro frente esencial es el de la verdad histórica, referida especialmente a la guerra civil y sus consecuencias. Se trata, contra lo que piensan los de la nena economista y angloparlante, de una cuestión de primerísimo orden, como han sabido apreciar las izquierdas y los separatistas. Urge una asociación que la promueva.

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"¿Cómo ha sido posible una falsificación tan sistemática, y a menudo tan grotesca, de nuestro pasado? No lo entenderíamos sin tomar en cuenta la inhibición intelectual de la derecha. Esta –al igual que gran parte de la izquierda–, procede del franquismo y, tras cosechar un gran éxito al organizar la transición frente a los partidarios de la ruptura, pasó a eludir la batalla de las ideas, juzgó que a los españoles no les interesaba su historia, sino su bolsillo y “mirar al futuro”. Ideas, o más bien falta de ellas, expuestas recientemente por Rajoy, junto con un entusiasmo oficioso o servil por el idioma inglés. “Mirar al futuro” es una expresión demagógica, una de esas frases biensonantes que no significan nada. Por desgracia o por suerte, el futuro permanece oscuro y las pitonisas fallan más de lo aceptable, aunque cobren caro. Con tal actitud, la derecha ha atacado también a algunos intelectuales independientes que recordaban los hechos y ha reducido la política a niveles pedestres.
Pero, por supuesto, a los españoles nos interesa mucho conocer nuestro pasado, aunque solo fuera por el dicho de Cicerón: “si ignoras lo que ocurrió antes de que nacieras, siempre serás un niño”. Y, por cierto, percibimos un auténtico programa de infantilización de la sociedad, desde el enorme aparato del estado y desde la oposición derechista, como el que profetizaba Tocqueville: “Un poder inmenso y tutelar que se asemejaría a la autoridad paterna si, como ella, tuviera por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, por el contrario, solo persigue fijarlos irrevocablemente en la infancia”. Pienso ahora en la nena angloparlante de Rajoy. Si la izquierda vive con una visión distorsionada de la historia de España, la derecha, poco lectora, ignora cada vez más el pasado.
Esa mentalidad derechista recuerda, por paradoja, a un marxismo en extremo vulgar, más tosco aún de lo que fue siempre el marxismo español. En plan revolucionario, Rajoy pretende que la gestión económica lo determina todo y que el pasado carece de relevancia actual. Se ha contagiado de la aversión izquierdista-separatista hacia la historia de España y aspira a una ciudadanía sin raíces, futurista, interesada exclusiva o muy preponderantemente en llenarse el bolsillo y aprender inglés. Pero cuando el PP rehúsa clarificar la historia reciente está cavando su propia fosa, pues por un lado deja libre a sus adversarios ese terreno crucial, y por otro demuestra cuánto teme ver confirmadas las horripilantes acusaciones que le hace la izquierda. De nada le sirve al PP afirmar que no existía como partido durante la dictadura, pues sin duda viene del franquismo, sociológica y a menudo personalmente. Así, pues, ¿qué futuro cabe esperar de un partido con un pasado tan negro como el que se le achaca? Es natural que el PP no quiera ni acordarse de él, y no menos natural que sus contrarios se lo recuerden, no vaya a repetir en el futuro sus criminales inclinaciones fascistas. El pasado importa, vaya si importa, incluso más que algún punto de crecimiento económico, aunque no logren entenderlo los expertos del PP, extraviados marxistas ultravulgares".

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El SUP llama a Bermejo "defensor de terroristas, moralmente despreciable"
En un comunicado el SUP dice que Bermejo actúa como "defensor de terroristas" y define al ministro como "representante de la izquierda judicial más sectaria, líder de los pijorrojos, socialista de salón, bronquista tabernario...”
Claro y justo, así es exactamente. Me refiero al gobierno en pleno, la pandilla grotesca y siniestra que intenta liquidar España y, por supuesto, la justicia. El peligro está en no ver o no querer ver el peligro. En eso está empeñado, en anestesiar a la opinión pública, el poderoso imperio de Don Julián, el sindicato del crimen. Moralmente despreciable, políticamente calamitoso.

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Como gallego me parece excelente el cultivo del idioma regional, y más si en él se escriben obras interesantes. Lo mismo digo del catalán y el vascuence. Pero es obvio que no debemos exagerar: se trata de idiomas regionales de difusión y utilidad muy limitadas, y los intentos de imponerlos más allá de sus condiciones y tratando de excluir el español común como idioma “impropio”, foráneo, van contra el sentido común más elemental, contra los derechos de las personas y contra los intereses de los propios vascos, catalanes y gallegos, a quienes, entre otras cosas, pretenden mutilar de parte esencial de sus culturas. Sin ser presionados por nadie, los escritores de estas tres regiones se han expresado tradicional y mayoritariamente en el español común, mientras que los separatistas llenan de auténtica basura sus idiomas regionales.

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Desclot nos ha transmitido cómo se presentó el conde de Barcelona ante el emperador de Alemania al acudir a defender con su espada el honor de la emperatriz acusada: “Senyor, yo son hun cavaller de Spanya”. Y ante la emperatriz: “Yo son hun compte de Spanya a qui dien lo compte de Barcelona”.
Muntaner (1265-1336) dijo de Iacme de Xirica, sobrino del rey de Aragón: “fo dels mellors barons e del pus honrrats d´Espanya”. En su Crónica reclamaba una política conjunta de todos los reyes “de Espanya, qui son de una carn e una sang”, haciendo lo cual “poc dubtaren tot l´altre poder del món”. El autor anónimo catalán de Flos Mundi, (principios del siglo XV), se lamentaba de que tantos autores extranjeros se hubiesen dedicado a escribir de historia de España con superficialidad: “Yo, empero, qui son spanyol, teniré e reglaré la dita storia” (Adiós España, Jesús Laínz).

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