José Antonio propugnaba el ideal heroico de las órdenes militares: “mitad monje, mitad soldado”. Ideal inviable, pero no sin sentido en una época de profunda crisis de civilización, en particular de la democracia liberal, que a diestra y siniestra daban casi todos por periclitada. El error: considerar el liberalismo como un elemento accesorio y prescindible en la historia de Occidente.
El modelo socialista podría describirse como “mitad burócrata, mitad policía”. Burocracia y policía son necesarias, pero la doctrina los elevaba a modelos dominantes: el empresario innovador, creador de riqueza, quedaba rebajado a explotador, asimilado al delincuente, y debía ser sustituido por el burócrata distribuidor de la riqueza… una riqueza que él no crea. Y solo una policía omnipresente podría convencer a la población de las bondades de tal sistema, una vez pasada la euforia de la primera redistribución.