Ha dicho Jaime Ignacio del Burgo que empezaron a atacarle ferozmente cuando se atrevió a sostener que Navarra no es Euskadi. Hace muy bien en sostenerlo, aunque quizá se necesita más, mucha más energía. Claro que Navarra no es Euskadi. Ni lo son tampoco las provincias vascas.
Euskadi no pasa de ser un palabro inventado por aquel "menor de edad mental" –como le describió Unamuno–, llamado Sabino Arana, y que incluía las Vascongadas, Navarra, el suroeste de Francia y lo que le pudieran echar. Durante la II Guerra mundial, los sabinianos pedían a los Aliados, en pago por sus (irrelevantes) ayudas como espías, trozos de Logroño, de Santander y de Aragón. Y es que la ocasión la pintan calva.
El terminacho Euskadi no designa una realidad, sino una aspiración nefasta. Es anticonstitucional, antidemocrático y, por supuesto, antiespañol. Pero los discípulos de Sabino han tenido un éxito increíble imponiendo su terminología a sus obtusos adversarios.
También oímos, incluso a Mayor Oreja o a María San Gil hablando de "autodeterminación", de "soberanismo" o de "independencia", términos todos ellos cargados de una emotividad positiva... y falsa en este caso. Usan la terminología de los sabinianos, y con ello ya empiezan a perder la partida. El término correcto, histórica y políticamente, es "secesionismo" o "separatismo".