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Presente y pasado

Un doble e inmenso embuste

A menudo nada hay más difícil de ver que la evidencia. Largo tiempo me extrañó la furia extremada que despertaban mis libros en los medios progres. Después de todo, los libros trataban de un pasado no tan reciente y parecía irrazonable una reacción tan fiera. Pero, en rigor, nada podía ser más razonable: la izquierda ha perdido la legitimidad ideológica, de modo flagrante con la caída del muro de Berlín, y por ello se ha refugiado en una pretendida legitimidad histórica. Y aquellos libros –y otros– se la vienen arruinando también. Furia lógica, pues.

Esa supuesta legitimidad parte de una inmensa mentira: el Frente Popular, del que se siente heredera la izquierda, habría defendido la democracia en la guerra civil, lo cual la situaría, moral y políticamente, muy por encima de la derecha, "heredera del franquismo". Es decir, aquel conglomerado de estalinistas, marxistas revolucionarios, anarquistas, racistas del PNV, golpistas de Companys y de Azaña, habría defendido la libertad bajo la sabia guía de Stalin. Se hace difícil imaginar un fraude más grosero y grotesco, algo parecido a presentar a Hitler como protector de los judíos. Y sin embargo ese fraude se ha convertido en un punto clave de la política actual. Un pasado falseado envenena el presente. Conviene repetirlo, sobre todo a quienes, practicando el intrusismo laboral en el gremio de las pitonisas, se empeñan en "mirar al futuro".

Tan enorme embuste se combina con otro apenas menos extravagante: la autoatribución de un linaje republicano y antifranquista por nuestras izquierdas. Los republicanos fueron muy pocos (y muy necios, si hemos de creer a Azaña). Y antifranquistas solo lo fueron los comunistas y los terroristas, buenos ejemplares de demócratas. Basta escarbar un poco en los dirigentes y las gentes del PSOE, nacionalistas y similares, tan activamente antifranquistas... después de Franco, para encontrar la ascendencia familiar franquista, y a menudo la colaboración o el medro en la administración de la dictadura. En suma, provienen del franquismo no menos que la derecha. Si han elegido identificarse con el Frente Popular es por pura elección gratuita. Eligen así "la constante mentira", la "estupidez y la canallería" achacadas por Marañón a aquellos políticos; eligen, en palabras de Azaña, la "política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta", que llevó a la guerra.

Con tales ruedas de molino han hecho comulgar a millones de infelices, gracias a la cooperación pasiva de una derecha que ha renunciado a la batalla de las ideas. Pero la democracia consiste, en gran medida, en esa batalla. Quien renuncia a ella puede estar abriendo camino a la batalla de la sangre.

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