Menú
Víctor Cheretski

Los desgraciados militares rusos

Al principio no podíamos creerlo. El temible y poderoso Ejército ruso que durante varias décadas era el factor más elocuente en la confrontación mundial, llamada “guerra fría”, ya no representa ningún peligro para el mundo. Y aún más… es él quien está en peligro y hasta necesita ayudas internacionales. Las noticias de desgracias que padecen los militares rusos nos llegan a menudo y suscitan nuestra compasión. Ultimamente, ha sido el submarino nuclear “Kursk”, cuyos tripulantes, muertos por una explosión de carácter desconocido, están siendo recuperados ahora con la ayuda de buzos noruegos. Ha sido también un avión con 82 militares que se estrelló el pasado miércoles en el Cáucaso por causas desconocidas.

Esta lista de siniestros puede ser prolongada hasta el infinito con las constantes explosiones en los depósitos de armamentos y obuses, con víctimas humanas. Podíamos citar otras numerosas catástrofes de la aviación militar o la muerte de cientos de jóvenes soldados que cumplen el servicio militar obligatorio. Las explicaciones oficiales de los mandos militares siempre son las mismas: circunstancias trágicas y casualidad de los hechos.

Pero tanto estos mandos, como los demás rusos, saben muy bien lo que pasa con su Ejército. Le pasa lo mismo que al resto del país. Ya que las Fuerzas Armadas son un fiel espejo donde se refleja la sociedad. Y esta sociedad se hunde, agoniza bajo el dominio de un régimen de funcionarios corruptos y las mafias criminales con las que comparten el poder. No hay dinero ni para pagar salarios a civiles y militares. No hay recursos ni para la sanidad, ni para mantener el sofisticado armamento, heredado de la época soviética. No hay ni un duro (ni un rublo) para alimentar a los niños en los orfanatos, ni a los soldados que piden limosna en las calles para no morir de hambre.

Al mismo tiempo, en Rusia sobran miles de millones de dólares que se obtienen gracias a la venta al exterior de los recursos naturales y gracias a los gigantescos préstamos de la comunidad internacional. Pero todo este dinero tiene otro destino: se invierte en la construcción de palacios en la costa española, en las cuentas de los paraísos físcales, en la compra de barcos de recreo y limusinas que suscitan la envidia de los jeques del golfo Pérsico.

En Opinión