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Víctor Cheretski

Rusia recupera su ideología totalitaria

El Gobierno ruso aprobó recientemente un documento muy significativo. No se refiere a la miseria económica, ni a la guerra en Chechenia, ni a la agudísima crisis social. Se trata de un asunto que, al parecer, es mucho más importante para el Kremlin: la creación de una nueva doctrina ideológica. Aunque, de verdad, Moscú no se ha molestado en buscar algo original. Simplemente recupera, poco a poco, los postulados totalitarios de los tiempos soviéticos, dándoles un carácter más nacionalista que bolchevique. Y es que, basándose en la experiencia estalinista, los gobernantes rusos saben que para consolidar el poder y sofocar la protesta social, necesitan una ideología fuerte. El liberalismo del antiguo presidente ruso, Boris Yeltsin, que reinaba en los últimos diez años, no sirve para estos propósitos.

El decreto se titula “Programa Estatal de Educación Patriótica de los Ciudadanos para los años 2001-2005”. Prevé “la actividad sistemática e intensa de los organismos del poder y establecimientos del Estado para formar la conciencia patriótica, sentimientos de lealtad a la Patria, disposición para cumplir con el deber ciudadano y con el compromiso constitucional de defender los intereses de la Nación”.

El Estado creará mecanismos adecuados para que la gente, especialmente los jóvenes, puedan recibir “conocimientos militares” y “formación política necesaria”. Deberán también participar en todo tipo de excursiones para estudiar la “gloriosa historia de su Patria” y en “juegos deportivos militares”. Se organizarán también “asociaciones paramilitares” y de “estudios patrióticos” para adultos. Habrá veladas, festivales, exposiciones, conciertos, concursos de la “canción patriótica”, etcétera.

Para cualquiera que conozca la reciente historia de Rusia, este papel huele a las resoluciones ideológicas que el difunto Politburó del Partido Comunista de la Unión Soviética emitía a lo largo de los 74 años de su gobierno. La única diferencia consiste en la desaparición de la palabra “comunismo”. Fue sustituida por la “patria” y la “nación”. Un débil alivio para los que sospechamos de los propósitos totalitarios, militaristas y antioccidentales de la nueva doctrina rusa.

Hay más motivos para la preocupación. En un apartado especial del documento se ordena a todos los órganos estatales “oponerse de forma rotunda a los intentos de tergiversar y falsificar la heroica historia de la Nación”. Se prevén severas sanciones contra los “calumniadores”. Por supuesto, no se trata de los que se atrevan a “criticar” al Zar Iván el Terrible, contemporáneo de Felipe II. Según los observadores, es un claro mensaje a los críticos del comunismo, especialmente de los horrores de los años 30, cometidos por el régimen de Iósif Stalin.

Mientras tanto, los principales medios de información del país ya empezaron a cumplir la orden. Así, las pantallas televisivas se han llenado de “películas patrióticas”, donde los “buenos” son los bolcheviques y agentes del KGB. En cuanto a los malos, también son los de siempre: “occidentales y sus agentes perversos dentro de la sociedad rusa”.

Hay más ejemplos de la última ofensiva ideológica del Kremlin. La periodista moscovita Ana Politkovskaya, que, tras su viaje a Chechenia, hizo revelaciones escandalosas sobre la violación de derechos humanos, tuvo que retirar públicamente sus palabras. No ha podido aguantar las presiones. En una campaña sin precedentes contra su compañera, los medios rusos la han catalogado de “mentirosa y psicópata”.

Así que el presidente Putin, en su empeño por restaurar el imperio soviético, acaba de poner en marcha la máquina ideológica heredada de la época comunista y, hasta hoy, guardada en los trasteros del Kremlin. “Muy pronto nos dirán que la democracia es una tontería occidental y que el pueblo no la necesita en su marcha hacia la felicidad bajo la dirección del camarada Putin”, escribe el periódico digital ruso Grani, financiado por el magnate Boris Berezovski, uno de los pocos que se atreven todavía a enfrentarse con el poder.

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