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Amando de Miguel

Olla de significados

Me siento recompensado por la cantidad de “emilios” que me llegan en apoyo o discrepancia de esta seccioncilla. Me desborda esa cascada de epístolas, por lo que solo puedo contestar algunas, las que pueden tener un interés más general. “Emilianos”, el Dios de las buenas letras os bendiga. Vamos al asunto.
 
Alberto Luengo, de Lisboa, me plantea una duda que surgió en su tertulia. Es la expresión “pasar por la puerta” (que también existe en portugués), acción que un tertuliano calificó de “desconcertante y dolorosa, pues las puertas no se atraviesan”. Alberto redarguyó que no es así, puesto que la puerta es también la “entrada”, y de ahí el “puerto de montaña”. Tiene toda la razón mi comunicante. En latín hay dos palabras con significado parecido: foris y porta. Foris es un poco más solemne. Ambas aluden a la hoja de la puerta, que puede ser una verja o cancela, pero también al vano o hueco por donde se sale o entra. Recuérdese la expresión teatral de “salir por el foro”, es decir, por algún vano del decorado. En el fútbol hablamos de “portería”, el hueco visible y fundamental por donde se pueden colar los goles. Un coloquialismo actual es “¡puerta!” para ordenar que alguien se vaya de donde está. También se puede exclamar: “¡coja la puerta y lárguese!”. Es una hipérbole muy expresiva. Mis saludos a la tertulia Lisboeta.
 
David González, de Madrid, me pregunta por la locución “matrimonio morganático”. Es una institución venerable que ya no tiene sentido. Lo de “morganático” viene de una palabra germánica que significaba el “regalo de la mañana”. Alude a un buen desayuno o, por comprensible extensión, a la holganza matrimonial con el calorcillo mañanero. Se suponía que el noble que se acostaba con una mujer del pueblo venía obligado a darle algún regalillo compensatorio para que la chica no se hiciera ilusiones hereditarias. Eso era el derecho “morganático”. Luego se aplicó a los matrimonios de los infantes o infantas con gente plebeya. Repito, hoy todo eso es agua pasada, como las órdenes militares o el (supuesto) derecho de pernada.
 
También me consulta David González sobre la pertinencia de la expresión “colgar una foto de internet”. No es muy elegante, pero todos nos entendemos. A falta de mayores refinamientos, se impondrá lo de “colgar” o “bajar” o “descargar” algo de la red. Lo único que, para mí, la red o la internet deben llevar su correspondiente artículo.
 
Marcos González-Cuevas replica a un intercambio anterior de mensajes. Él sostenía ─y vuelve a la carga─ que es mejor decir “castellanohablantes” que “castellanoparlantes”. La verdad es que aduce una razón convincente. En castellano, “parlar” suele acarrear un sentido despectivo (hablar mucho y sin sustancia). Por ejemplo ─dice─ “busto parlante” o “curliparlante” (Campmany). Cierto es. Pero recordará mi amigo que también decimos “Parlamento” con la mayor nobleza. Por tanto, déjeseme decir “castellanoparlantes” o “angloparlantes” con toda dignidad. ¡A mí que me suena mal lo de “castellanohablante”! Aunque, después de los atinados “parlamentos” de don Marcos, empiezo a tener mis dudas. Cosa sana es dudar.

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