¿Cómo evitar los daños de las altas temperaturas del verano?

Cada año cuando llega el verano, parece que mucha gente olvida que es una estación cálida, soleada y a veces sofocante y suelen llegar los comentarios de "este verano es peor que el anterior". Y, en ocasiones, es verdad de hecho, anteriormente las olas de calor se registraban solo una vez cada 20 años y en la actualidad podrían sucederse cada dos a cinco años a mediados de este siglo. Y, ¿Cómo es esto posible? La explicación radica en el cambio climático, ya que paralelamente al calentamiento global que sufre el mundo, aumentan los peligros para la salud humana. Pero no solo es el aumento de la temperatura sino que, al mismo tiempo, el número de personas mayores que viven en ciudades se casi cuadruplicará a nivel mundial. Por este motivo, la cooperación entre los servicios climáticos y los servicios de salud puede activar medidas orientadas a proteger mejor a la población durante los fenómenos meteorológicos extremos.

Generalmente cuando hace más calor es cuando llegan las olas de calor, que son episodios de temperaturas excesivamente altas que se mantienen durante tres o más días consecutivos. Es evidente que este término se aplica según la temperatura "normal" en la zona de que se trate, ya que la misma temperatura puede considerarse normal en algunos lugares o extrema en otros, en los que su clima habitual es menos cálido. Además, hay que tener en cuenta que la humedad y la ausencia de viento incrementan los efectos del calor.

Entonces, este aumento repentino de las temperaturas puede hacer que las personas sufran golpes de calor y, ante un golpe de calor, el tiempo es oro. Generalmente, el cuerpo humano no está bien preparado para sobrevivir a las temperaturas extremas y, entre los trastornos que pueden propiciar las olas de calor, el más peligroso es el golpe de calor, que es el sobrecalentamiento que sufre el organismo debido a las altas temperaturas y se produce cuando la temperatura corporal sobrepasa los 40º C. Los problemas de salud más frecuentes debido a las altas temperaturas que se registran en la primavera y verano son: golpe de calor, insolación y deshidratación.

¿Qué es el golpe de calor?

Golpe de calor e insolación es un cuadro médico que se produce cuando la temperatura corporal se eleva por encima 39 a 41℃ y puede deberse a las altas temperaturas ambientales, por actividad física vigorosa, o por otras condiciones que elevan la temperatura corporal y el organismo es incapaz de regular su temperatura generando una situación de desajuste térmico en el organismo.

Las altas temperaturas pueden tener efectos adversos significativos en la salud y el bienestar. Es fundamental tomar medidas preventivas para minimizar estos riesgos y evitar problemas como la deshidratación, el golpe de calor y otros problemas relacionados con el calor.

Personas más vulnerables

• Niños pequeños
• Personas mayores
• Quienes trabajan expuestos al sol
• Personas dependientes o con dificultades de movilidad
• Enfermos con afecciones crónicas como diabetes, enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares, respiratorias, renales o neurológicas
• Quienes toman determinados medicamentos, como antihipertensivos o ciertos antidepresivos

Síntomas y signos de alerta de un golpe de calor

Hay que recordar que los signos y síntomas más frecuentes son una temperatura corporal de 40°C o mayor, falta de sudoración, calambres o debilidad muscular, vómito o náuseas, disminución del rendimiento, alteraciones del estado de consciencia con pérdidas del sentido, hiperventilación y taquicardias. Además, la exposición al calor incrementa el funcionamiento del corazón para tratar de refrescar al cuerpo generando taquicardias y puede llegar a generar lesiones en el mismo, riñones, hígado y pulmones.

• Mareo
• Malestar
• Confusión
• Inestabilidad
• Dolor de cabeza
• Náuseas
• Cansancio
• Debilidad
• Sequedad y enrojecimiento de la piel
• Pérdida de conocimiento
• Palpitaciones
• Ausencia de sudor (anhidrosis)
• Problemas de respiración

Consejos para prevenir los golpes de calor

• Mantenerse hidratado: Beber abundante agua a lo largo del día ayuda a reponer los líquidos perdidos por la sudoración y a mantener el cuerpo fresco. También es beneficioso comer frutas y verduras con abundante porcentaje de agua. Además, se recomienda evitar bebidas alcohólicas, cafeinadas o azucaradas, ya que pueden contribuir a la deshidratación.
• Evitar tomar alimentos muy calóricos: Si se consumen cosas que el cuerpo tiene que digerir, se fabrica también más calor y se aumenta el calor corporal al hacer la digestión. Por ello, lo ideal es comer alimentos con poca elaboración y, si puede ser, fríos y líquidos.
• Evitar salir de casa en los momentos de más calor: Es esencial limitar la exposición al sol, especialmente durante las horas de mayor intensidad, que suelen ser entre las 10 a.m. y las 4 p.m. Si es posible, planificar actividades al aire libre para las primeras horas de la mañana o las últimas de la tarde, cuando las temperaturas son más bajas, pero, si es indispensable salir siempre hay que buscar sombra y descansar con frecuencia.
• Los trabajadores expuestos al sol también deben dejar de trabajar en las horas centrales.
• Vestirse adecuadamente: Utilizar ropa ligera, de colores claros y hecha de materiales transpirables como el algodón, permite que el cuerpo se mantenga fresco y ayuda a reducir la retención de calor. Además, usar sombreros de ala ancha y gafas de sol puede proteger contra la exposición directa al sol y prevenir daños en la piel y los ojos.
• Evitar hacer actividad física en las horas de más calor. Pero no solo al aire libre, también dentro de casa.
• Refrescar la casa con acciones tan sencillas como cerrar las persianas de día y abrir las ventanas durante la noche y usar aire acondicionado o ventiladores.
• Refrescarse con duchas de agua fresca.