
Conocido científicamente como Glaucus atlanticus, el dragón azul es una babosa marina perteneciente a la familia de los nudibranquios. A pesar de medir tan solo entre 3 y 4 centímetros, su apariencia es espectacular: su cuerpo presenta un tono azul plateado en el dorso y azul pálido en el vientre, con seis apéndices ramificados que se asemejan a unas pequeñas alas. Este diseño actúa como camuflaje en la superficie del mar.
Flota boca abajo en aguas templadas y tropicales, alimentándose de medusas e hidrozoos, entre ellos la temida carabela portuguesa. Al ingerirlas, almacena el veneno de estas presas en sus apéndices, lo que lo convierte en un animal tóxico para el ser humano.
Aunque su tamaño puede resultar inofensivo a simple vista, el dragón azul representa un verdadero peligro. Su contacto con la piel puede provocar escozor, picor, enrojecimiento y, en los casos más severos, náuseas, vómitos o reacciones alérgicas. Las personas con sensibilidad cutánea, los niños o quienes sufren alergias tienen más probabilidades de presentar síntomas graves, como dificultades respiratorias o mareos.
Los especialistas insisten en que nunca debe tocarse, ni siquiera si aparece varado o aparentemente inerte en la arena. Su toxicidad se mantiene incluso fuera del agua.
Protocolo ante una picadura
En caso de contacto, el procedimiento que recomiendan los expertos es muy claro:
- No frotar la zona afectada.
- Lavar solo con agua salada o suero fisiológico, nunca con agua dulce, ya que puede agravar la reacción.
- Retirar cualquier resto visible con pinzas, sin tocar con los dedos.
- Aplicar frío local para reducir la inflamación.
- Acudir al centro sanitario más cercano si los síntomas persisten o empeoran.

