
El vuelo VA50 de Virgin Australia, que cubría la ruta entre Bali y Brisbane acabó convertido en un auténtico calvario para sus ocupantes. El Boeing 737 MAX 8 despegó del aeropuerto de Denpasar con uno de los aseos ya fuera de servicio, pero la compañía decidió no retrasar ni cancelar la salida debido al escaso apoyo técnico disponible en Bali. La decisión resultó fatal: a mitad de trayecto los dos baños restantes también dejaron de funcionar, dejando a más de un centenar de pasajeros sin alternativa durante horas.
La cadena 7News informó de que, tras la avería generalizada, la tripulación comunicó a los viajeros que debían "aliviarse en botellas o encima de lo que ya hubiera en el retrete". La escena derivó en un ambiente insoportable: colas interminables, niños llorando y personas mayores en situación límite. Un testigo relató a The Australian que "una mujer mayor no pudo aguantar y sufrió la humillación de orinarse en público". El mismo pasajero aseguró que "un hedor desagradable llenó el aire cuando la orina se filtró al suelo de la cabina", lo que acentuó la sensación de indignidad y malestar.
La aerolínea bajo presión
Virgin Australia ha reconocido lo ocurrido y emitido un comunicado, recogido por People, en el que admite que "el vuelo sufrió un problema durante el trayecto que afectó al funcionamiento de los lavabos". La compañía, que se ha disculpado públicamente, agradeció además a la tripulación "por gestionar una situación tan complicada a bordo" y anunció que los clientes recibirán un crédito por el vuelo, además de ser contactados con información adicional.
El Sindicato de Trabajadores del Transporte (TWU) ha reaccionado con dureza. Su secretaria asistente nacional, Emily McMillan, declaró a la cadena ABC que lo sucedido supone un "grave riesgo tanto para la tripulación como para los pasajeros" y denunció una tendencia en el sector a "priorizar los beneficios por encima del rendimiento", lo que, en su opinión, deja a los trabajadores expuestos a riesgos crecientes para su salud y seguridad.

