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LA MENTIRA DEL EGM, por José Miguélez

Libertad Digital publica un extracto del texto escrito por el subdirector de El Tirachinas, José Miguélez, y que aparece en el acta notarial con el que el equipo de José Antonio Abellán ha documentado su investigación sobre el Estudio General de Medios.

Dos meses dentro de las empresas encargadas de medir la audiencia vale para comprobar que se sostienen con encuestas irregulares o manipuladas.
 
"Acuérdese, señor. Si le llaman, diga que vive en el 3º D, que no tiene hijos y que sí, que vino un chico a hacerle una entrevista sobre sus gustos. Bueno, a usted no, a su mujer, pero no cuente que contestó por ella. ¡Ah!, y avísela, no vaya a coger el teléfono y nos la líe. Y no se olvide de que para nosotros tiene 33 años”. Las encuestas rara vez se hacen como deben. Casi todas incluyen una irregularidad, una trampa, un defecto de forma. Son fácilmente manipulables. No importa. Esas encuestas son la base que sujeta el EGM, el célebre estudio general de medios, el termómetro que dictamina las audiencias, el que establece lo que se oye, lo que se ve o lo que se lee, el árbitro del que dependen un montón de sueldos, el juez implacable que distribuye el dinero de la publicidad, el que decide qué programa vale y cuál no.
 
Unos cuantos reporteros de la Cadena COPE se colaron durante dos periodos de medición (la última oleada de 2005 y la primera de 2006) en empresas encargadas de realizar el estudio, consiguieron ser contratados como sufridos encuestadores y se dieron de bruces con la cruda realidad sin necesidad de levantar alfombras. Así es el EGM, una chapuza, una mentira, un fraude.
 
Trabaja cualquiera
 
Infiltrarse en el EGM resulta relativamente fácil. La sociedad que ofrece el estudio de las audiencias (AIMC) subcontrata a otras tres firmas (IPSOS, RANDOM y TNS) para que se encarguen de la elaboración de las encuestas. A ninguna le sobra precisamente personal. La oferta está muy por encima de la demanda. La mano de obra se pierde rápido, a la que se comprueba en qué consiste exactamente el trabajo. Los empleados no suelen durar más de un mes. Al principio suena bien la propuesta (14 euros por encuesta completada), pero el día a día enseña enseguida que arrancar los gustos de la gente, o intentarlo, termina por resultar frustrante, aburrido y complicado.
 
Es duro, se hace eterno incluso después de recurrir a algunos trucos que aunque pervierten el objetivo del estudio, su veracidad, suavizan finalmente la tarea. Y como el control es mínimo y poco eficaz, hasta el más inocente colaborador, asesorado debidamente desde la primera jornada por el veterano de turno, echa mano de las triquiñuelas para aligerarse el camino. Quizás por eso, porque no disponen de gente, porque la que encuentran se les va enseguida, entrar a trabajar en estas empresas resulta de lo más sencillo. Basta una simple llamada. En dos días, le ponen a cualquiera un ordenador portátil en la mano y le lanzan por ahí a la búsqueda aleatoria de respuestas. El proceso de selección previo a la contratación no existe. No preguntan nada, ni se interesan por los datos personales ni por la experiencia profesional. No hay que tener una cualificación especial. Nada. No hay que cumplir requisito alguno. Todos los interesados valen. Ni siquiera es necesario tener la documentación en regla.
 
Sólo dan de alta en la Seguridad Social a los que así lo solicitan, que, por contra, perciben menos dinero por encuesta completada. Sale más rentable cobrar mediante facturas, como autónomos. Y la propia empresa ilustra sobre la posibilidad de pagar a través de terceras personas. Una fórmula que facilita las cosas a los inmigrantes que están en España en situación irregular. Una vez dentro, aumentar el número de infiltrados resulta mucho más sencillo. La recomendación es el mecanismo preferido por la propia empresa. "Tengo un amigo que quiere trabajar..., un conocido al que no le vendría  mal...". Suficiente referencia para ponerle al instante con un ordenador en la mano a determinar la radio que consumen los residentes en España. Ningún control, ninguna exigencia. Pasen y encuesten.    
 
 

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