El viaje del Cocomocho a Copenhague ha servido para constatar que no todos los profesores de Políticas son como Pablo Iglesias y su tropa de indigentes mentales.
Si Puigdemont se aventurase a poner un pie fuera de Bélgica sería solo desde la certeza absoluta de que no correría riesgo alguno de ser entregado a España.
Si sigue así, su probable derrota en las elecciones legislativas de este año puede no ser suficiente para que sus enemigos arruinen la segunda parte de su mandato.
Los gobernantes separatistas acaban de perpetrar un golpe de Estado que no acabó a hostias por milagrito del Niño Jesús. Por lo visto, ahora toca premiarles.
Las democracias liberales occidentales deben recuperar, reivindicar y desarrollar los elementos que las hicieron grandes: la apertura, la igualdad de derechos civiles y la confianza social.