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Amando de Miguel

Frases misteriosas

Lo nuevo es el gesto que ahora hacemos al hablar para indicar que lo que viene a continuación lleva un significado especial o es una palabra o frase que se reputa de otra persona.

Diego Durán anda loco con la proliferación de la frasecita "es el chocolate del loro" para criticar los ahorros insignificantes que se hacen ahora en el erario ante la necesidad de recortes y reformas. Me pregunta por el origen de tan extraña expresión. La cosa no tiene ningún misterio. Se trata de un viejo cuento, de esos que se escribían en los almanaques o calendarios de antes. Ignoro el momento en el que se empezó a difundir. Yo se lo oí a mis padres cuando yo era un niño, pero sospecho que la historia viene de antes de la guerra civil. Se trata de una familia de las de quiero y no puedo, es decir, de clase media tradicional, que se propone hacer economías ante las dificultades de su presupuesto. La decisión es la de empezar por suprimir la onza de chocolate que le daban al lorito. Es fácil entender la moraleja de que con ahorros de ese tipo no se resuelven los problemas económicos. En lugar del chocolate del loro hoy podríamos hablar de suprimir el gasto en desodorante para equilibrar el presupuesto de un hogar. A escala nacional muchos de los ahorros propuestos, al ser mínimos o insustanciales, podrían ser calificados como el chocolate del loro. No obstante, algunos de los ejemplos que aduce don Diego (como las subvenciones a los sindicatos) no me parece que sean precisamente el chocolate del loro. Equivalen a prescindir del loro mismo.

Algunos lectores habrán notado que en esta seccioncilla abundan las palabras o frases que van entre comillas. Ese recurso tipográfico es por necesidad, para señalar lo que se dice por otra persona o para resaltar algún término. Sigfrido Samet (Madrid) me pregunta por el origen de ese signo de las comillas ("). Antes se recurría a las llamadas comillas españolas, que eran en forma de angulitos dobles (<). Las comillas actuales proceden del inglés. Sirven para señalar un texto que corresponde a otra persona, no al autor. Supongo que las comillas (o su signo equivalente) son tan antiguas como el alfabeto mismo. Lo nuevo es el gesto que ahora hacemos al hablar para indicar que lo que viene a continuación lleva un significado especial o es una palabra o frase que se reputa de otra persona. El gesto equivale a dibujar en el aire unas comillas con la flexión de los dedos índice de cada mano. El gesto proviene del inglés, una lengua más monótona que el español. Realmente, en español no necesitamos recurrir a ese artificio, pues la modulación y el tono de la voz nos permiten cumplir esa misma función de las comillas.

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