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Carmelo Jordá

PSOE: ¿Y ahora qué?

Tampoco sabemos con qué herramientas se enfrentará a los próximos años que, a poco que las cosas le salgan medianamente bien al PP, pueden ser una travesía del desierto que ríanse ustedes de Lawrence de Arabia cruzando el Wadi Rum.

Culminado por fin el trámite de refrendar lo que nos decían las encuestas que iba a pasar, más o menos, y a la espera de que los mecanismos legales tengan a bien dotarnos de un nuevo Gobierno, es el momento de analizar lo ocurrido, extraer conclusiones y, en definitiva, leer entre las líneas de los resultados las claves menos evidentes que ha dejado la votación.

En este caso tenemos varias lecturas que pueden ser muy rápidas: la amplia mayoría del PP que le da para hacer lo que hay que hacer; la entrada brutal (por lo electoral y por lo moral) de Amaiur en el Congreso; el éxito menor de IU, por mucho que los chicos del obtuso Cayo Lara se crean que han descubierto el Mediterráneo...

Tampoco puede haber duda alguna de que el PSOE ha tenido un fracaso monumental, el mayor de su historia y, encima, lográndolo desde el Gobierno, no como ocurriera en las anteriores citas que se podrían comparar con este batacazo, en 1977, 1979 o 2000.

Lo que no es tan claro es el futuro del Partido Socialista, a corto, medio y largo plazo. A corto porque a estas alturas, y después de la gran paliza recibida, ni siquiera sabemos si Rubalcaba seguirá en el machito o se irá de una vez a su casa, ni siquiera estamos seguros de si será jefe de la oposición en la sesión de investidura del nuevo Gobierno.

A medio, porque no tenemos ni la más remota idea de quién competirá por hacerse con los restos del naufragio en ese congreso de febrero. Rubalcaba podría haberlo hecho con garantías si las urnas le hubiesen sonreído un poco más, pero en igual o peor tesitura están aquellos que se apuntaban como sucesores: Carme Chacón y Patxi López se han dado batacazos todavía mayores que el del candidato, y no hay federación territorial alguna por el que no haya pasado el caballo de Atila de la crisis y la penosa gestión de Zapatero.

Y si las baronías están arrasadas... ¿qué podemos decir del Gobierno Central? ¿Alguien cree que de entre las pajines, los gabilondos (bueno, igual Iñaki...) o los blancos petróleo puede surgir un líder con un mínimo de solvencia y con el suficiente apoyo del resto del partido?

En definitiva, el PSOE no tiene quién lo dirija y, por tanto, no sabremos si su futuro será rojo sectario como ha sido su presente o con un tono más socialdemócrata y propio del siglo XXI.

Así que tampoco sabemos con qué herramientas se enfrentará a los próximos años que, a poco que las cosas le salgan medianamente bien al PP, pueden ser una travesía del desierto que ríanse ustedes de Lawrence de Arabia cruzando el Wadi Rum.

Porque el PSOE se enfrenta a uno de los momentos más delicados de su historia: no sólo por el lamentable resultado electoral que ha cosechado el peor candidato de su historia (y el tío que se resiste a irse, inaudito) sino porque ese resultado se da en un entorno inédito, con el partido sin ningún poder autonómico (Andalucía caerá en marzo y el País Vasco no aguantará mucho más) y sin prácticamente feudos municipales. Para que se hagan una idea: en un año la mayor administración gestionada por los socialistas podría ser el Ayuntamiento de Vigo.

Y en un partido que más que una organización ideológica es un sindicato de gestión del poder eso puede ser letal; y con partidos que reviven o emergen a su izquierda y a su derecha (IU y UPyD) disputándole espacio en el parlamento, en los medios y en las redes, la hemorragia será difícil de parar; y con el recuerdo del fracaso histórico de Zapatero y sin un liderazgo claro el precipicio es el nuevo compañero de viaje.

No está claro que el PSOE vaya a desaparecer, ni mucho menos, pero sí que se enfrenta, por primera vez en democracia, a una situación que puede llevarles a convertirse en la nueva UCD o, al menos, a perder la posición preponderante en la sociedad española que, por desgracia, llevan ocupando desde hace décadas.

Paradójicamente, y permítanme la broma, este es el PSOE que deja ZP.

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