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Rosa Belmonte

Elvis en Chatsworth

Deborah Mitford ha sido siempre la que más cosas graciosas ha contado de Hitler. De hecho, todas las hermanas Mitford son interesantes.

Deborah Mitford ha sido siempre la que más cosas graciosas ha contado de Hitler. De hecho, todas las hermanas Mitford son interesantes.
Deborah Mitford | Cordon Press

Deborah Mitford ha sido siempre la que más cosas graciosas ha contado de Hitler. Estuvo en su casa tomando el té con Unity y sus padres. Ha contado que el servicio no le hacía caso, que lo llamaba inútilmente con la campanilla, que tenía las toallas bordadas con sus iniciales, que no era como en las fotos, que su piso era horrible, de color marrón, y que su hermana Unity, enamorada del Führer, hoy habría sido detenida por acosadora.

Las hermanas Mitford son un lugar común, pero muertas ya todas, de vez en cuando alguna noticia nos empuja hacia el mitfordismo. El 2 de marzo hay una subasta con objetos de Deborah Cavendish, duquesa de Devonshire, la última que desapareció (en septiembre de 2014). En una entrevista de hace unos años le preguntaron que, si pudiera elegir, con quién tomaría el té, ¿con Elvis o con Hitler? "Elvis, por supuesto, que pregunta más extraordinaria?", contestó con ese acento y esa forma de hablar tan aristocrática. Tan U, en expresión de su hermana Nancy (por upper class). Teniendo más de 60 años descubrió a Elvis. Incluso fue a Graceland. Entre los objetos que subasta Sotheby’s (a beneficio de la familia) hay un montón de chucherías del cantante, incluido un teléfono cuyo ring es ‘El rock de la cárcel’. Eso sonaba en Chatsworth, el casoplón de los duques de Devonshire en Derbyshire, donde vivió hasta quedarse viuda. Se casó con Lord Andrew Cavendish, el hijo más joven del décimo duque pero cuando el hermano mayor murió en la guerra, Cavendish se convirtió en el heredero. Deborah ha sido la cara visible de la casa, la responsable de la rehabilitación, de poner cuartos de baño y calefacción central, de sacar rendimiento económico a ese privilegiado patrimonio. Incluso ha escrito numerosos libros sobre la propiedad. Y ese teléfono de Elvis sonaba allí. La duquesa era fan; el resto de la familia, no. Al actual duque el sonido lo volvía loco. "Una vez era divertido pero cuando lo oías mucho, y ella siempre estaba recibiendo llamadas, era realmente inaceptable".

El especialista de Sotheby’s, que ha catalogado todo, se ha encontrado con cosas como bolsas de plástico de Graceland. "Es muy difícil poner precio a eso". El precio del fetichismo Mitford. Pero también hay objetos medianamente valiosos. Por ejemplo, joyas menores y cuadros de la duquesa (no los Holbein de su casa, claro). Es una amalgama de cachivaches que no volvieron a Chatsworth (se fue a vivir a otro sitio) ni dejó en herencia. Hay muchas esculturas de pollos, un interés de la duquesa (su hermana Pamela, la más rural, introdujo en Gran Bretaña las Appenzeller Spitzhaub, unas gallinas suizas). Algunos de los objetos valen un penique, otros tiene significado histórico o cultural. Así, un libro de retratos de John F. Kennedy (de 1.000 a 2.000 libras) dedicado por el presidente estadounidense a la duquesa y firmado como L.O. (Loved One), que era como las hermanas Mitford llamaban a su amigo de la infancia. También hay una pre edición de Retorno a Brideshead, de Evelyn Waugh, otro íntimo de la familia. "Un invitado difícil y, cuando bebía mucho, imposible", cuenta en sus memorias Wait for me, que escribió a los 90. La pieza está entre las 15.000 y las 20.000 libras.

Sí, las Mitford son un lugar común, pero siguen siendo más interesantes que la gente de la que hablamos constantemente. Nancy (la novelista), Pamela (la de las gallinas), Diana (la fascista), Unity (la nazi), Jessica (la comunista) y Deborah (la duquesa y abuela de la modelo Stella Tennant). Carta de Diana a Nancy en 1946: "He ido a ver La casa de Bernarda Alba. Va sobre mamá y nosotras".

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