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Rosa Belmonte

La Pasionaria, de película

Aunque saquemos todo lo que esos personajes hicieron, fue un momento político ahora envidiable. También por parte de los comunistas.

Aunque saquemos todo lo que esos personajes hicieron, fue un momento político ahora envidiable.  También por parte de los comunistas.
Santiago Carrillo aplaude a Dolores Ibarruri | Cordon Press

Van a hacer una película sobre la Pasionaria. El cliché: si la Pasionaria fuera de otro país ya habrían hecho doscientas películas. Aunque es verdad que libros sí hay. La película toma de base Pasionaria. La vida inesperada de Dolores Ibárruri (Hoja de lata), la biografía publicada por Diego Díaz. Tiene tres patas el libro. Una, el movimiento obrero, que, según el autor, "daba a las personas un modo de reinventarse y experimentar unas vidas diferentes a las que les tocaba por su clase social". Otra, el género (cosa que ella no habría dicho). Y otra, el estalinismo. "La paradoja de que algunos de los grandes defensores de la democracia y los derechos humanos en el siglo XX han sido, a la vez, grandes estalinistas". A ver. Los guionistas serán Alejandro Hernández (Mientras dure la guerra, Los últimos de Filipinas) y Michel Gaztambide (No habrá paz para los malvados, Vacas).

Dolores Ibárruri se puso Pasionaria para firmar en la Semana Santa de 1919, con 24 años, sus primeros escritos en la prensa obrera y para que así, sus padres no se enterasen. Y con ese apodo fue lo que fue. La figura de la España vencida en 1939. De fregar la sede de la agrupación socialista de Somorrostro a secretaria general de uno de los principales partidos comunistas de Europa. Miembro del buró de la Komintern, la que despachaba con Indalecio Prieto, Azaña, Negrín, Stalin, Mao, Jrushchov, Tito o Fidel Castro. La que condenó la invasión de Praga. La que volvió a España a contribuir a la Transición. Sería una bruja, pero a mí me sigue emocionando la imagen de ella y de Alberti bajando las escaleras del Congreso camino de la mesa de edad. Esa foto legendaria de Marisa Flórez el 22 de julio de 1977. Ella, de sobrio negro y con el pelo blanco recogido en un moño. Él con el pelo blanco suelto y un payasesco traje azul bicolor con corbata igual de extravagante. Ahora que andamos idealizando La clave, también está idealizado ese momento histórico. Aunque saquemos todo lo que esos personajes hicieron, fue un momento político ahora envidiable. Saldría todo de chiripa, pero alguna intención de que las cosas funcionaran hubo. También por parte de los comunistas.

Ahora bien, nadie va a descubrir a la Pasionaria. No sorprende lo que decía El Campesino, que también volvió a España en 1977. Él sí que tendría para varias películas. Hasta sostenía que Valentina Tereshkova era su hija. De obrero llegó a feroz teniente coronel y en la Batalla del Ebro demostró su total ineficacia al mandar cruzar el río por doce sitios distintos y no cruzándolo él por ninguno. Luego acabó hasta en el gulag. Dolores, la Sardinera, la llamaba El Campesino. "Era fanática de Stalin como antes lo había sido de la Virgen de Begoña". Contó en 1977 a Santiago Peláez el primer día que se lo dijo: "Yo le puse en su día el sobrenombre de La Sardinera. Fue cuando interrumpió uno de mis discursos en el comité central del partido. Entonces yo le dije: ‘Oye, Sardinera, calla. Hablarás cuando yo termine porque de lo contrario te meto una bofetada que vas a parar cinco bancos más allá"’. Todo un señor.

Pero, vaya, que ella también fue una señora. Una fiera vengativa con Paco Antón, su amor en tiempos de guerra, 17 años más joven y comisario político del Ejército defensor. Dolores, que tenía 42 años (Antón, 25) se enfrentó a Indalecio Prieto para sacarlo del frente. Contó años después Irene Falcón, su secretaria, que Antón sirvió para que la atacaran. Aunque la respetaban, luego llegó el machismo, tras el suicidio en 1942 de José Díaz, secretario general del PCE. Jesús Hernández quería el cargo y atacó a Dolores por su relación con Antón. Tras la guerra, Francisco Antón acabó en Le Vernet, el campo alemán en Francia. La Pasionaria, tras el tratado entre Ribbentrop y Molotov, fue a ver a Stalin para que lo liberaran. Aunque Irene Falcón lo niega. Se reunieron en Moscú y él se enamoró de Carmen Rodríguez. Puede que Dolores renunciara a la vida personal tras la muerte de su hijo Rubén. Pero no renunció a la venganza. Antón cayó en desgracia (lo cuenta Gregorio Morán en Miseria y grandeza del Partido Comunista de España, 1939-1985). Una purga estalinista en la que Antón confiesa lo que le pidan. Lo mandaron a Varsovia a trabajar doce horas diarias en una fábrica. Lo readmitirían en 1964 en el Comité Central gracias a Carrillo. Y esa venganza con el tío que la abandonó es de las cosas más bonitas. Pero no puedo evitar que me resulte un personaje atractivo. Más que Violet Venable. Ahora a ver la película que hacen con ese material maléfico en tiempos oscuros. Me temo lo peor. ¿¡Y quién va a hacer de la Pasionaria!?

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