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Juan Manuel González

Crítica: 'Baywatch. Los vigilantes de la playa', con Dwayne Johnson y Zac Efron

Los Vigilantes de la Playa no es mala por ser material de derribo, algo que asume plenamente. Lo es por ser demasiado tímida.

Los Vigilantes de la Playa no es mala por ser material de derribo, algo que asume plenamente. Lo es por ser demasiado tímida.
Los vigilantes de la playa | Paramount

Despachar un filme como Los Vigilantes de la Playa tildando de innecesaria la adaptación de la célebre serie de los años noventa sería, como poco, bastante perezoso por mi parte. En efecto, la película es innecesaria, pero también es verdad que es plenamente consciente de ello, como también de lo hortera y superada que está la serie original, al fin y al cabo (y nostalgias aparte) un cúmulo de videoclips unidos por una sucinta trama como mera excusa para el erotismo soft y la exhibición de los cuerpos esculturales y siliconados tan en boga en aquella década (¿y en esta?).

Los vigilantes de la playa no es, en efecto, una película "seria", y tira por la vía paródica de otras adaptaciones catódicas como Starsky y Hutch e Infiltrados en clase para justificar su existencia. Pero en su contra, y a diferencia de éstas, juega una profunda indecisión a la hora de convertirla tanto en una comedia surrealista (como sí lo era la hilarante Infiltrados en clase) como en un filme de acción descocado como, por ejemplo, los Dos policías rebeldes de Michael Bay. Una actitud que se traslada también a su sentido del humor, no por grueso sino por estar afectado una terrible corrección política que lleva, en no pocos momentos, a los propios personajes a pedir perdón por sus bromas a sus interlocutores en la escena. La película de Seth Gordon, por tanto, abunda en el humor cafre, pero por momentos parece avergonzarse de ello, no sea que alguien se ofenda de su sexismo (otra cosa es que sí lo haga: simplemente abran una cuenta de Twitter y observen) o su inexistente violencia, como si la representación paródica supusiera una apología de esas o una declaración de (supuestas) malas intenciones.

Esta autoconsciencia superficial, el burlarse del original pero tampoco demasiado, son paradojas a las que estos nuevos vigilantes jamás se sobreponen. Un desafío que la película nunca llega a aceptar realmente, conformándose con ser el mismo material de derribo del que parte y sin asumir ninguna clase de riesgo o comentario formal (¿dónde está la parodia de sus alargadísimos videoclips de relleno, la de su estética machirula?) que otros realizadores sí están asumiendo. Baywatch es una película tímida, cuando no directamente un fracaso que se conforma demasiado pronto con ofrecer una relativa y amable comedia veraniega. En el lado positivo, un competente reparto que sabe que no necesita de mucho más que su carisma para adueñarse de la función, tanto en la vertiente masculina como en la femenina, y los cien minutos de moderada distracción que ofrece.

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