Existe un exceso de legislación autonómica y local, de pésima técnica legislativa en muchos casos, dada la muy escasa formación y y el desinterés por el bien comun de los políticos metidos a legisladores. Ello va unido a que la mayoría de los puestos de la administración (todos los directivos, desde luego) han sido ocupados por políticos o por personas designadas directamente por ellos y no elegidas por su experiencia en la administración o su conocimiento de ella, lo que desorganiza u lastra los esfuerzos de los funcionarios que cumplen con su trabajo, que los hay y muchos. Son sistemáticamente desoídos y sufren, además, muchas presiones para que la realidad se ajuste a los deseos de algunos y no a la inversa. Y resisten. El mundo docente se ha convertido en la cantera de la que los partidos extraen a aquellos que deben ser funcionarios para que cubrir los puestos de designación, por lo que suelen tener una formación teórica, ajena a su nuevo cometido. Se desprecia la experiencia de una administración que fue siempre sobria y se desperdicia la experiencia los conocimientos de los técnicos de valía, que quedan relegados con los que no se esfuerzan, sin posibilidad de coordinar o dirigir instancia o servicio administraivo alguno. ¿Cómo no van a abundar los trámites inútiles o que consumen inutilmente las energías y esfuerzos de tantos?

Y eso que no se cuenta lo que cuestan los funcionarios que sólo se dedican a fastidiar y no hacen nada positivo.

Pués no me extraña que muchos empresarios españoles se vallan a montar sus empresas a otros paises donde les den más facilidades de funcionamiento. Normal. Y aquí encima les extorsionan en algunas autonosuyas.

Antes de haber decidido tomarme el resto de mi vida sabático tuve o dirigí algunas empresas de tamaño moderado. Es cierto que la burocracia nos hacía la vida imposible, hasta el punto de obligarnos a deslocalizar y largarnos a la otra punta de la Tierra. Pero lo que de verdad nos jodía no era tanto un genérico intervencionismo, como la inopia, ineptitud, falta de motivación y tendencia a la corrupción, que demostraban asiduamente los burócratas. El ser humano funciona, dejémonos de puñetas, por impulsos materiales, o sea, por pura codicia. Ésto necesita un fuerte control (si queremos evitar aviones caídos o intoxicaciones alimenticias por ejemplo), pero no más funcionarios, sino, simplemente, que quien la haga la pague.