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15 DÍAS FUMANDO EN LA CALLE

La ley antifumadores echará el cierre a muchos bares antes del verano

La ley antifumadores se está cumpliendo, aunque más por el miedo a las multas que por convicción. Muchos tendrán que cerrar antes del verano. 

Una eternidad. Eso es lo que les parece a los hosteleros del centro de Madrid los 15 días que llevan sin poder permitir que se fume en sus establecimientos. No es para menos. Ir de bares a mediodía en la capital, –famosa, precisamente, por el animado ambiente que se respira en ellos– es coleccionar caras largas y quejas de los dueños y algunos de los clientes habituales, forzados por la nueva ley a fumar en la puerta "como unos sospechosos de algo malo".

La zona de Huertas es, por tradición, una de las que más bares y cafeterías concentran de todo Madrid. El horario es continuo, de la mañana a la noche. "Aquí los primeros abrimos de noche para dar los primeros desayunos cuando todavía hay gente de francachela", cuenta Juan Antonio, camarero de un conocido bar de la plaza de Santa Ana, centro neurálgico de un barrio en el que alternar tomando algo se convirtió hace mucho tiempo en su principal actividad.

Por la mañana los clientes o son turistas o vienen de las oficinas cercanas a desayunar. "También los hay que se echan el día aquí, ya sabes, la gente de bar que no tiene otra cosa mejor que hacer", remata Juan Antonio. Ésos han sido los primeros clientes en volar con la ley antifumadores. Antes bajaban al bar y se pasaban la mañana ahí, jugando a la tragaperras, tomando algo y, sobre todo, fumando. Como lo último ya no está permitido, ese tipo de cliente pertinaz ha desaparecido como por arte de magia. "Supongo que se quedarán en casa y si bajan lo harán sólo un ratito para echarle unos euros a la máquina", dice un cliente de un bar cercano a la Puerta del Sol.

Pero ésos no son los que más preocupan a los hosteleros. A fin de cuentas, no eran los que más dinero se dejaban, al menos en consumiciones. Otros, los del desayuno matinal siguen acudiendo a su cita, aunque se van rápido. "Al final, esto de no poder fumar en el bar va a aumentar la productividad nacional, ya lo verás", confiesa Julio, un cliente habitual no fumador que está encantado con la nueva ley, que también tiene sus defensores, incluso dentro de los bares.

Muchos bares cerrarán

El argumento de la productividad es un flaco consuelo para los dueños de los establecimientos de hostelería de la calle Huertas. "Mira, no es sólo lo que dejamos de ingresar, que es un pastón, sino que hay multas por todas partes. Esta ley es para recaudar y punto, que se dejen de mandangas", denuncia Pablo, dueño de un bar de esta emblemática calle.

Parte de razón no le falta. Por no poner el cartelito de "Prohibido fumar" en un lugar visible junto a la puerta son 90 euros de multa, sin importar que dentro haya gente fumando o no. Si, por casualidad, pasa un inspector o un policía municipal y se encuentra una colilla en el suelo, 60 euros. Poco importa que nadie haya fumado en el local desde el fatídico 1 de enero de 2011, la multa se pone y se paga. "Lo que no se han planteado éstos es que puede ser que alguien se traiga la colilla pegada a la suela del zapato y yo luego tenga que pagar. Lo dicho, para sacarnos los cuartos", prosigue Pablo.

Probablemente por eso, porque las multas son altas y la vigilancia continua, la ley está aplicándose religiosamente. A la hora del aperitivo, el aire de los bares está limpio... y las barras también. Comer, beber y fumar suele ser uno, así que los tapeadores habituales de la una de la tarde han empezado a perder la costumbre. Unos, fumadores, porque no quieren privarse de un pitillo mientras se toman la cerveza y otros, los no fumadores, porque los primeros han faltado a su cita.

"Al final, en fin de semana, la que se monta es una de mucho cuidado en la puerta", ya que los fumadores se apelotonan a la entrada de los bares, asegura Juan Antonio. Los locales de la plaza de Santa Ana son, en este aspecto, bastante afortunados. Muchos de ellos tienen la posibilidad de poner amplias terrazas que, debidamente acondicionadas, pueden servir para todo el año, días de lluvia incluidos. De este modo, Madrid se ha llenado de terrazas en pleno mes de enero, lo nunca visto. Sin embargo, los que están en una calle estrecha lo están pasando peor y muchos tendrán que cerrar a lo largo del año.

En las callejuelas que suben desde la carrera de San Jerónimo la tónica es esa misma. Son bares tradicionales, muchos de ellos sin más empleados que los propios dueños y con fieles clientelas que, a la vez, suelen ser fumadoras o que, sin serlo, el humo no les molesta lo suficiente como para dejar de ir.

Adrián regenta uno de estos bares y está que trina. No ha calculado cuánto dinero le ha costado estos primeros quince días de ley, pero "es mucho más de lo que puedo aguantar, si esto no lo arreglan de aquí al verano me veo echando el cierre, y como yo muchos". Adrián es de los que considera que la ley es indiscriminada: "Antes el que no quería humo pues se iba allí enfrente, que tenían zona de no fumadores donde estaban los guiris de turno, ahora nos han obligado a todos y los guiris siguen yendo al mismo sitio o al Starbucks que pusieron en la calle Alcalá".

Los clientes son de una opinión parecida. En la puerta de un estanco de la calle del Príncipe un grupo fuma formando un círculo cerrado en la acera en la que da el sol. Fuman y, ya de paso, hacen trizas el argumento de la productividad. "Antes bajábamos al bar, ahora seguimos bajando y nos echamos el pitillo aquí, al solecito, si es que lo hay, sino deprisa y corriendo en el portal", dice uno.

"Lo más sorprendente es que han prohibido fumar hasta en el estanco. Mira, mira el cartel en la puerta, es como si prohibiesen comer en los restaurantes", comenta otro. Es cierto, junto a la puerta, sobre la luna, un folio DIN-A4 escrito a mano recuerda a los clientes del estanco que está prohibido fumar en el interior. Sobre él, un cartel inmenso que, en mayúscula, dice "TABACOS".

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