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Pedro Fernández Barbadillo

La pistola de Prieto

La historia del PSOE es mucho más esclarecedora de su verdadero carácter en sus episodios silenciados que en los públicos.

La historia del PSOE es mucho más esclarecedora de su verdadero carácter en sus episodios silenciados que en los públicos. Los socialistas han tratado de ocultar que ese diputado amenazó de muerte al jefe del Partido Conservador, Antonio Maura, en la Cámara y que, pese a los ruegos de la Presidencia, se negó a retirar sus palabras, de modo que constan en el Diario de Sesiones para su vergüenza permanente. El personaje fue Pablo Iglesias, su fundador, y el suceso ocurrió en 1910.

Otro acontecimiento que también ha desaparecido de toda historia oficial del PSOE es la ocasión en que Indalecio Prieto, como un pistolero de película del Oeste, desenfundó su arma y a punto estuvo de matar a un diputado de la derecha. Fue en una agitada sesión parlamentaria que se desarrolló el 4 de julio de 1934.

Las Cortes Constituyentes, elegidas en junio de 1931, se disolvieron después de redactar la Constitución, nombrar presidente de la República al exministro del rey Niceto Alcalá-Zamora y aprobar algunas otras medidas, como la expulsión de los jesuitas y la Ley de Defensa de la República. El Gobierno de izquierdas del primer bienio (1931-1933) cerraba periódicos por teléfono, deportaba a sospechosos de conspiración al Sáhara –y hasta a Guinea– y enviaba a la Guardia de Asalto a aplastar a tiros a los anarquistas. En noviembre de 1933 los españoles eligieron unas Cortes que fueron, en palabras del propietario de ABC, Juan Ignacio Luca de Tena, las más de derechas que él había conocido. El PSOE quedó con unos 60 diputados y el partido de Manuel Azaña, Izquierda Republicana, cayó a cinco.

El "Decálogo del joven socialista", por Carrillo

A partir de ese momento la izquierda, desde Santiago Carrillo, en las Juventudes Socialistas, a Lluís Companys, presidente de la Generalidad catalana, se lanzó de lleno a la conspiración y la subversión para recuperar su República. A lo largo de todo 1934 los dirigentes y los periódicos del PSOE y la UGT prepararon a sus afiliados para un golpe de estado revolucionario.

El 3 de enero de 1934 El Socialista publicó en su portada un artículo que se ha hecho célebre. Bajo el título "Atención al disco rojo", el PSOE enviaba este mensaje a sus lectores:

¿Concordia? ¡No! ¡Guerra de clases! ¡Odio a muerte a la burguesía criminal! ¿Concordia? Sí: pero entre los proletarios de todas las ideas que quieran salvarse y librar a España del ludibrio. Pase lo que pase, ¡atención al disco rojo!

En los meses siguientes, los socialistas se afanaron en hacerse con todo tipo de armas y explosivos para preparar la conquista del poder.

El periódico Renovación , dirigido por el joven Santiago Carrillo desde el año anterior, publicó en la edición del 17 de febrero de 1934, y debajo de la cabecera, el "Decálogo del joven socialista", toda una incitación al terrorismo y a la violencia.

Entre estos mandamientos y consejos destacan los siguientes:

La única idea que hoy debe tener grabada el joven socialista en su cerebro es que el socialismo sólo puede imponerse por la violencia, y que aquel compañero que propugne lo contrario, que tenga todavía sueños democráticos, sea alto, sea bajo, no pasa de ser un traidor, consciente o inconscientemente.

Y sobre todo esto: armarse. Como sea, donde sea y "por los procedimientos que sean". Armarse. Consigna: Ármate tú, al concluir arma si puedes al vecino, mientras haces todo lo posible por desarmar a un enemigo.

El 4 de julio el Gobierno, presidido por Ricardo Samper, del Partido Radical, pidió un voto de confianza para enfrentarse a la desobediencia de la Generalidad. El debate fue memorable, no sólo por los gritos y las bofetadas, algo muy común entonces en toda Europa, sino porque estuvo a punto de convertir las Cortes en el salón de un pueblo fronterizo al oeste del río Pecos.

Cuando hablaba José María Gil Robles, jefe de la CEDA, el partido más votado en las elecciones anteriores, en defensa del voto a favor del Gobierno, el diputado socialista por Huelva Juan Tirado Figueroa le insultó así: "Es un canalla y un farsante". Jaime Oriol de la Puerta, diputado cedista por la provincia de Sevilla, pidió que retirara esas palabras de la siguiente manera: "No estoy dispuesto a tolerarle esa ofensa. O retira usted esa palabra o...". El socialista respondió: "Por las buenas le diré a usted que no quería molestarle; por las malas no rectifico una tilde". Oriol se abalanzó sobre Tirado y éste le dio un puñetazo. Varios diputados socialistas, entre ellos Juan Negrín, se echaron encima de Oriol.

Crónica de 'ABC'

Entonces, según publicó el ABC del 5 de julio,

el Sr. Prieto avanzó sobre el escaño, relativamente lejano, sacó una pistola, la amartilló (sic) e hizo ademán de disparar contra el Sr. Oriol, que estaba caído sobre un escaño. No llegó a disparar, pero se le vio que con el arma agredía al diputado de la CEDA.

El presidente de las Cortes, Santiago Alba, se recluyó en su despacho y el tumulto se agotó solo. Al reanudarse la sesión, Prieto justificó su conducta así: "Un diputado socialista fue agredido"; y añadió: "Si es cierto que sacó la pistola, es lo cierto que fue por haber visto otra pistola enfrente". Oriol replicó:

El señor Prieto debe declarar quién es ese diputado que ha sacado la pistola. Lo indudable es que el señor Prieto esgrimió la suya. Y es intolerable que los socialistas cuando no tienen argumento apelen a las armas.

Como subraya el historiador Manuel Barragán-Lancharo, que recordó el incidente, en esas fechas Prieto estaba gestionando la compra de armas a unos revolucionarios portugueses. Éstas se desembarcaron en Asturias desde el barco Turquesa y se usaron para matar a cientos de españoles. Prieto lo cuenta todo en su libro Convulsiones de España.

Dos años más tarde, Prieto estuvo involucrado en el asesinato de otro diputado de derechas. Miembros de la escolta del socialista secuestraron a José Calvo Sotelo en su casa y le pegaron dos tiros en la nuca, método que copió ETA más tarde. Fue el 13 de julio de 1936. Cuatro días después, media España se sublevaba para sobrevivir.

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