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Alberto Acereda

Entre progres y centristas

Se le derrota mostrando con claridad las diferencias entre el falso progresismo que pregona el socialismo y el auténtico progreso que lleva innato el conservadurismo norteamericano. Cuando la derecha deja de hacer eso, pierde siempre.

Corren malos tiempos en la vida política estadounidense. Más que malos, peligrosos. Entre progres y centristas, Estados Unidos ha pasado de una recesión a una depresión. Por un lado, la administración Obama y el Partido Demócrata están empeñados en acabar con cuantos disientan con su política y sus ideas. Por el otro, el Partido Republicano anda todavía sin aclararse sobre qué hacer para ganar las elecciones intermedias de 2010 y abrir el camino para derrotar a Obama en las presidenciales de 2012. El contraste es obvio: Obama y los suyos van a por todas usando todos los medios a su alcance para descalificar y fulminar a sus contrarios políticos; los republicanos, en cambio, siguen controlados por la derecha acomplejada (eufemísticamente, la centrista) y olvidan que las soluciones están en el ideario conservador (el liberalismo conservador en terminología española).

Pruebas de que Obama y los líderes del Partido Demócrata saben que tienen importantes problemas de credibilidad son su nerviosismo y su indecente campaña de listas negras ideada por el asesor presidencial, Rahm Emanuel. Así se explica la virulenta batalla de la Casa Blanca contra Fox News, contra la Cámara de Comercio de los Estados Unidos (por desmarcarse de las políticas de Obama), contra las aseguradoras médicas y contra comentaristas y personas concretas de los medios que –según explicamos en la anterior columna– ejercen su derecho a la libertad discrepando con argumentos de la administración Obama.

Los índices de aprobación presidencial están cayendo con rapidez entre los ciudadanos, mientras los niveles de desempleo están subiendo al aquí inédito 10%, con aviso de la gurú económica de Obama de que la ciudadanía se acostumbre ya a esa cifra al menos hasta finales de 2010. El estadounidense medio observa cómo Obama se ha rodeado de varias decenas de "zares" de dudoso pelaje que, sin aprobación previa del Congreso, componen una extravagante nómina de radicales nunca antes vista en previas administraciones. La directora de Comunicación de la Casa Blanca, Anita Dunn, sigue atacando a la cadena Fox mientras, por otro lado, aparece en un reciente vídeo elogiando a Mao Tse Tung. Y la directora del Consejo Asesor Económico de Obama, Christina Romer, reconoce que el "rescate" económico obamita de 787.000 millones no han dado resultados.

Estos días, el inspector general del programa económico TARP (Troubled Assest Relief Program), Neil Barofski, ya ha avisado que esos miles de millones de dólares del famoso "rescate" tampoco serán ya devueltos a los contribuyentes. Y el número de estadounidenses que ve la política de Obama en Afganistán como errática asciende ya al 63%, como documenta el Washington Post. El descontento general es ya cosa notable en las encuestas, con medio país valorando de forma desfavorable la gestión de Obama y con una caída de gestión presidencial entre el segundo y tercer trimestre que es, según Gallup Poll, la peor en el último medio siglo.

Entretanto, ¿qué hace el Partido Republicano? Pues bastante poco y lo poco que hace… bastante mal. En lugar de darse cuenta de que la base de sus votantes se ha movilizado por sí misma gracias a la fuerza de iniciativas individuales y comentaristas radiofónicos conservadores, la posición del GOP es ahora mismo de cierta apatía. En lo ideológico, la mayoría de los líderes republicanos parecen seguir enganchados en un centrismo inútil que históricamente no les ha llevado más que a derrotas. En lo político, hablan de hacer una gran coalición de votantes donde quepan todos (¿Les suena, no?). El problema surge cuando tales posiciones son incompatibles con los principios y las realidades que exige su mayoritaria base ciudadana conservadora.

En lo ideológico, el Partido Republicano está controlado por un acomplejado centrismo que no quiere tocar demasiado los asuntos sociales, por ejemplo. En el fondo, muchos de estos centristas no quieren que se les relacione siquiera con los conservadores que defienden la vida y el matrimonio entre hombre y mujer. Incluso algunos parecen querer esquivar el tema de la religión al ver eso como anacronismo decimonónico mientras, en cambio, sonríen a la farsa del calentamiento global. Cabría aquí recordar que cuando Ronald Reagan inició su campaña para retornar el rumbo del Partido Republicano a sus raíces conservadoras, muchos de los líderes republicanos de entonces se avergonzaban de ese Reagan, al que veían sin pedigrí y como un ignorante. Guardando las distancias, hoy pasa un poco lo mismo con Sarah Palin, a quien los centristas del Partido Republicano ven también como una especie de pueblerina intrusa.

Dejémoslo claro de una vez que quienes hoy guían los destinos del Partido Republicano no son conservadores; son una mezcla de derecha patológicamente idiota que parece conformarse con el turnismo de partidos o con las migajas que la progresía les deja. Un ejemplo de la mala gestión de los republicanos es el del distrito 23 de Nueva York, donde andan ahora apoyando a una figurona progre como Dede Scozzafava, candidata que lejos de mantener los valores conservadores está a favor de la subida de impuestos, apoya el intervencionismo de Obama y el control del voto de los trabajadores por parte de los sindicatos…

Cierto es que frente al oficialismo adormecido del GOP está surgiendo un creciente movimiento conservador en el que aparecen candidatos que pueden cambiar las cosas: como Chris Christy o Bob McDonald para gobernadores de New Jersey y Virginia, respectivamente; como Marco Rubio para senador por Florida en Washington; o como Sarah Palin, que no ha tenido empacho alguno en retar al oficialismo del GOP y apoyar al conservador Doug Hoffman frente a la citada candidata oficial del GOP, la Scozzafava. O como Dick Cheney, que no se rinde y sigue hablando claro y dejando en evidencia las falacias de la Casa Blanca en materia de seguridad nacional.

Lo hemos escrito ya antes: a las izquierdas se les gana siempre en la batalla de las ideas cuando se debate sin medias tintas, sin complejos y sin miedos. Se le derrota mostrando con claridad las diferencias entre el falso progresismo que pregona el socialismo y el auténtico progreso que lleva innato el conservadurismo norteamericano. Cuando la derecha deja de hacer eso, pierde siempre. Los españoles bien lo saben.

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