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Amando de Miguel

Coloquialismos

Miguel Guash (Barcelona) quiere saber el origen de dos palabras coloquiales y despectivas: pijo y quinqui. Pijo es el equivalente actual de lo que antes era petimetre, pisaverde, lechuguino o niño bien, esto es, un jovencito atildado, afectado, engreído y un tanto chulesco. Puede que exista un parentesco con la acepción vulgar de pijo como “pene”, pero no se me alcanza la conexión. ¿Será por el habla grosera de los pijos? La voz quinqui es simplemente la contracción de “quincallero”, el que va de puerta en puerta comprando y vendiendo cacharros o arreglando enseres domésticos. Los quincalleros, como los gitanos, acumularon fama de ladronzuelos. El quinqui más famoso fue Eleuterio Sánchez, el Lute, quien se reintegró a la sociedad, digamos, normal, después de una vida errabunda, perseguido por la Policía. Le acompañó siempre un halo romántico.
 
Ignacio Barrón (Madrid) me pide un comentario sobre el uso y abuso del venga, como muletilla de despedida, junto al “adiós, hasta luego, vale, etc.”. Añado que los cubanos dicen “oca” (= OK). El venga se ha impuesto en el lenguaje oral, principalmente a través del teléfono móvil. Es una forma de cortar la conversación que no se sabe cómo concluirla. El auténtico venga supone una “g” alargada, perezosa y gutural, así como de niño pijo.
 
Daniel Arrilucen Oyarbide (Bilbao, Vizcaya) pregunta: “¿Qué le parece a usted el adjetivo étnico para referirse a la música o arte proveniente de África, Asia y en general países exóticos?”. Mi impresión es que se trata de una forma de racismo pasado por el tamiz de lo políticamente correcto. Claro que etnos quiere decir “pueblo”, pero lo étnico se refiere solo a algunos pueblos, los que antes se denominaban “salvajes”.
 
Juan Ramón Eraso (Estella, Navarra) me pregunta por el estribillo “de alguna manera”. Es una plaga. Procede del inglés, idioma sintético que necesita de algunas muletillas para alargar un poco más el discurso, operación innecesaria en el barroquísimo español. Ya lo alargamos bastante. En lugar de “solamente” nos gusta el equivalente de “única y exclusivamente”. Conclusión: pena de destierro a los “de alguna manera”. Valgan para espolvorear el discurso hablado, y eso con mesura, pero anatema si se incluyen en el lenguaje escrito.
 
Rolf Gaser (Barcelona) asegura que no le suena nada bien lo de “rogamos apaguen su cigarrillos”. A mí tampoco. Lo correcto sería “les rogamos que apaguen sus cigarrillos”. La deformación dicha quizá provenga del inglés o del español hablado en América. La cosa tampoco es grave. Ya de paso, don Rolf me pregunta por las locuciones “ley de hierro”, “ley de bronce”. No las encuentro en los diccionarios de uso, pero se utilizan en el lenguaje técnico. El origen quizá esté en la expresión regla de oro o ley de oro, para indicar la norma útil, feliz, aplicable a una relación beneficiosa. Por contraste, se acuñó lo de ley de hierro o ley de bronce para indicar las relaciones que suponían algún quebranto. Por ejemplo, la “ley de bronce de los salarios”, enunciada por varios economistas, que expresa la tendencia de los salarios a mantenerse en el nivel mínimo. El hierro o el bronce indican dureza, carácter inmutable. El oro es el símbolo de lo valioso.
 
En estas páginas he comentado muchas veces las inquietudes de Maribel Torbeck, desde su residencia alemana. Me envía ahora una misiva llena de nostalgia al echar de menos la cantidad de luz solar que hay en España. Renueva sus votos de partícipe en esta cruzada incruenta contra los malos usos del idioma español. Parece extrañarle mi expresión “fumarme un puro”. Desde luego, no hay que tomarla literalmente, pues no me gusta fumar. Es una frase de uso reciente que todavía no viene en los diccionarios. Uno dice que “se fuma un puro” para indicar que está muy tranquilo o satisfecho con lo que hace o lo que sucede. Ya sé que es una frase que podría pecar de incorrección política, pero eso le añade ─no le quita─ expresividad.
 
José María Iboleón Adarraga critica la costumbre de llamar “onomástica” al día en que una persona cumple años, cuando debería reservarse para el día de su santo. Estoy de acuerdo. Otro comentario interesante se don José María es la corrección del viejo refrán: “El hombre, como el oso, cuanto más vello, más hermoso”. En su opinión, se le estropea un poco la gracia cuando se sustituye el “vello” por “feo”. Tiene razón. Me recuerda mi comunicante que en San Sebastián, al mercado de San Martín, se le llamaba “la plaza”, aunque no está seguro si también se llamaba así al de la Brecha.
 
Rafael Cobo Elguero, registra una “última moda” en la radio y la televisión, la de decirventeytrenta, en lugar de 20 y 30. Mi opinión es que se trata de un vulgarismo más de los muchos que viajan a través de las ondas hertzianas.

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