Javier Vicente Santacreu (Valencia) es partidario de levantar una "plataforma", una especie de "movimiento cívico que obligue a los políticos a escuchar a los ciudadanos". En su caso lo logró a raíz de la discriminación escolar de la que fue objeto su hija Natalia. Para ello se fija en el movimiento del Tea Party norteamericano, que hace tan buen uso de la internet. La idea me parece excelente, aunque el Tea Party es tan exclusivamente norteamericano como el Día de Acción de Gracias o la mantequilla de cacahuete. Sí se puede importar la idea de que los partidos políticos no estén subvencionados por el Gobierno y no sean los únicos canales de participación política.
Pedro Manuel Araúz (Manzanares de la Mancha, Ciudad Real) recuerda que hace dos años, en esta misma seccioncilla, dijo que tanto Obama como Zapatero eran una especie de "telepredicadores". Así pues, nada de "conjunción planetaria", como dijo la Pajín. En efecto, así ha sido. Aunque añado que la diferencia está en que el negro sabe pedir perdón y rectificar cuando se equivoca, cosas que son ajenas al gran timonel español. Hace dos años tampoco me conmovió la retórica vacua de Obama, tan parecida a la de Zapatero. La diferencia es que a Obama le encanta aparecer en público con su mujer y muchas veces incluso con sus hijas. Eso es algo que horroriza al de León, no se sabe por qué.
Alfonso Blanco-Rivas señala que en los Estados Unidos los políticos utilizan constantemente la expresión "clase media" para atraer a los electores. Es verdad. Según veo yo las cosas, en España tendríamos que hablar más bien de "clases medias" en plural, tan distintos son sus componentes. Fue una expresión que se utilizó mucho en la segunda mitad del franquismo, cuando ese estrato era todavía minoritario. En cambio, ahora constituye el grueso de la población. Para mí, clases medias es el estrato que principalmente paga los impuestos y tasas. Fuera de esa obligación quedan en la práctica los ricos y los pobres; aparte de los ilegales o los delincuentes, claro está.
Me gustan las opiniones que no siguen la línea establecida. Eso indica que el opinante no se deja influir fácilmente por las interpretaciones al uso. En esa línea está el argumento que me envía Juan Ponce sobre el asunto del Sahara Occidental. Para don Juan la clave del enigma está en que los norteamericanos apoyan secretamente a Marruecos, pero se equivocan. A la larga, ese apoyo significará que en el gran Marruecos (con el Sahara Occidental, Ceuta y Melilla) imperará el integrismo. De esa forma se desmantelarán los intereses franceses, norteamericanos y españoles.