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Amando de Miguel

De re pública

Ander del Río García me envía una larga misiva comentando los sucesos políticos. Sobre la alianza de los nacionalistas catalanes y vascos, concluye que su fin “no sería la independencia [de sus respectivas regiones o naciones] sino algo mucho mejor: la conversión de España en una nación subsidiaria y sometida a las poderosas torres euskocatalanas. La revancha final. Un viejo proyecto imposible. Hasta que Maragall vio al lagarto [Zapatero]”. Muy bien traído.
 
José Luis Cabello (Barcelona) me envía un completo memorial a propósito de los sucesos políticos tan desdichados que se ciernen sobre Cataluña. Su pronóstico es que “no hay secesión política sin episodios violentos”. Pone el ejemplo de Irlanda. Concluye con este lamento: “Si estuviera en Madrid, me afiliaría al PP, pero aquí en Barcelona, con Piqué y habiendo defenestrado al gran Alejo Vidal Quadras, es como que no me lanzo”. Me encanta ese “como que”, digan lo que digan los gramáticos a la violeta.
 
Orzowei se reconoce “pesimista” al avizorar en España “una situación de preludio de una guerra civil”. Lo concreta así: “El clima político se está enrareciendo por el continuo recurso del PSOE al insulto y la mentira… y, en general, sembrando el odio hacia todo lo que representa el PP”. Yo no soy tan pesimista, pero, sin entrar en profundidades, sí veo que el lenguaje público se va cargando de expresiones generadoras de conflicto. La provocación la veo sobre todo en el lenguaje guerracivilista, retaliador (me gusta ese americanismo) de los socios del PSOE.
 
José Andrés Pérez Plaza me envía una reflexión muy atinada sobre la vida política (el “imperio” que va tras la lengua): “Si la alternativa al socialismo en España es el liberalismo (moderado), tiene que haber un partido que abiertamente se declare liberal y, si este partido es el PP, ya debería haberlo proclamado. El PP lo tiene mal y con él todos los españoles, por varios motivos. Yo creo fundamentalmente porque no usa algunas de las estratagemas que usa el PSOE. No tiene movimientos de base, no tiene consignas embaucadoras, no usa cualquier suceso u obra pública para atacar a sus oponentes. En resumidas cuentas, si la política es el arte de engañar al pueblo, el PSOE es buenos políticos y malos gestores; el PP, malos políticos y buenos gestores”. Libertarios, a discutir.
 
José Joaquín Muñoz Osuna se pregunta qué habrá querido decir el presidente Zapatero con lo de buscar una solución transaccional para el Estatuto catalán. “¿Será una transacción comercial o más bien un enunciado transitorio para dejar la puerta abierta para otro cambio del estatuto en unos años?”. De paso, don José Joaquín recuerda cuando hace unos años, ante un problema de suciedad del agua corriente, el alcalde habló de turbidez. Las palabras “transaccional” y “turbidez” existen, pero las destacan los políticos citados para confundir.
 
Víctor M. Simón (León) se lamenta: “Estoy cansado de la ideología imperante, esa que practican miles de personas y que consiste en: Si yo soy esto, ¿qué debo pensar? Muchas personas se definen a sí mismas como de izquierdas y automáticamente están a favor del aborto, de la eutanasia, de los matrimonios entre personas del mismo sexo, y en contra de los EE.UU., de los judíos o de la bandera española. Otras votan a la derecha, y automáticamente piensan lo contrario respecto a lo anterior. ¿Por qué no razonan al revés?”. Está usted muy en su punto, don Víctor. Lo que pasa es que si uno piensa libremente, le caen todo tipo de desventuras. Le pondré un ejemplo de la persona que tengo más cerca. Últimamente el Gobierno del PP en Madrid ha planteado una “Ley de violencia de género” (quiere decir de violencia masculina contra las mujeres en el círculo familiar). Yo he expresado mi opinión contraria a la ley, y no solo por el aberrante título. Es público que voto al PP. Pues bien, he recibido los plácemes de la presidenta de la Comunidad de Madrid por haber expresado libremente mi opinión. En cambio, me han puesto a caer de un burro los representantes y voceros de la izquierda con actitudes insolentes e insultantes que afectan gravemente a mi trabajo. En público son pocas las personas que se han solidarizado conmigo, aunque en privado he recibido muchas muestras de cariño. Incluyo las que provienen de personas de izquierdas. Vamos, que me siento como un negro en Alabama hace 50 años. Un lío ¿no? Creo que voy a escribir un libro sobre el particular.
 
Ya de paso, don Víctor me hace una corrección menor. Las Médulas no está en La Maragatería sino en El Bierzo. Siento haber confundido al lector. Simplemente aludía a que los primitivos maragatos tienen que ver con una colonia de judíos que se asentó en esa zona, la salida de los carros de oro y plata que iban desde las Médulas a Hispalis (= Sevilla). Los judíos estaban en Sefarad antes de Cristo y se dedicaban al comercio. De ahí la vocación posterior de los maragatos como arrieros. ¿Está claro? También puede ser que mi teoría no sea la correcta. Siempre habrá algún libertario ocioso que me señale que yo no soy historiador, ni berciano, ni maragato, ni arriero, ni judío, y que por tanto no debo opinar lo que opino.
 
Lo de la campaña contra la COPE por parte de los nacionalistas catalanes no es una figuración, responde a un empeño sistemático. Véase como muestra este amargo comentario de Tomás Ferrer dirigido al “sr. Amando” y los demás de la COPE y LD: “Ustedes son una gente monotemática, incapaz de escuchar y capaz de imponer, de saber de antemano la cantidad de bien y mal que hay en cada idea, en cada palabra. Son una gente prescindible, una carcoma de la vida, no tienen consideración por sus semejantes y solo son felices en la confrontación, no saben vivir en paz. Olvídese de Catalunya. Si usted no vive aquí, no respira cada día los problemas de esta tierra: no opine, usted no sabe de primera mano lo que aquí pasa”. Una vez más me encuentro con el consejo conminatorio de que no debo opinar. Es curiosa esa insistencia. Lo que me resulta injusto es que me llamen “monotemático”. ¿Hay algún escritor con más diversidad de temas y géneros que yo? Lo habrá, díganmelo y buscaré su amistad. Pero ¿en qué quedamos? ¿Soy monotemático o bien opino de lo que no sé?

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