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Amando de Miguel

La novísima ortografía de la RAE

Agradezco la liberalidad de los padres de la lengua al permitir que el adverbio "solo" o los pronombres demostrativos vayan siempre sin tilde. Es una norma que yo he venido practicando durante muchos años.

No voy a hacer un ditirambo de este precioso libro que acaba de producir la RAE: Ortografía de la lengua española. Es un texto imprescindible que debe estar en todos los escritorios de los escritores, sobre todo ahora, que escritores somos todos gracias al ordenador. Prefiero aportar una nota crítica a ese impresionante volumen. Así se verá que me ha estimulado a pensar. Desde luego, la redacción del tomo es impecable. No obstante, para mi gusto, le sobran algunas muletillas culteranas, como "ámbito" o "de hecho". Yo mismo he tirado mucho de ellas en el pasado, seguramente por influencia del inglés. En español la cláusula "de hecho" no tienen mucho sentido si no se contrapone a la "de derecho". Igualmente me fatigan algunas frases sesquipedálicas con abrumadores paréntesis.

Entiendo que la madurez de una lengua exige la compilación de normas ortográficas cada vez más precisas y con toda la casuística del mundo. Pero, en los tiempos que vuelan, es tan nutrido el gremio de los escritores que conviene un ulterior esfuerzo para aligerar los textos. Adelanto algunas de las reglas prácticas que yo me he impuesto y procuro practicar. Por ejemplo, las frases no deben superar las 30 palabras, los párrafos no deben contar más de 30 líneas, los capítulos de deben ir más allá de las 30 páginas. Todo ello, a título de aproximación. Por lo mismo que el ideal de los libros es que no contengan más de 30 capítulos. No me atrevo a sugerir la conveniencia de que un autor no escriba más de 30 libros; esa regla la conculqué hace 30 años.

Disiento de la norma de la RAE de que, entre párrafo y párrafo, no debe dejarse una línea en blanco. Más de una línea pondría yo, aparte del sangrado en la primera línea. Ese principio que yo practico resulta conveniente porque ahora estamos obligados a leer muchos textos. Es imprescindible que los párrafos sean breves y discretos, especialmente si aparecen en la pantalla del ordenador. Recuérdese que hubo un tiempo en el que ni siquiera se separaban las palabras de los textos. Era el mundo clásico donde eran pocos los textos que se escribían.

Puestos a disentir del recto proceder de los ilustres académicos, soy contrario a escribir "san Antonio" u otros santos. Ese "san" forma parte del nombre propio, como se percibe en los topónimos. Así que debe ir con mayúscula.

En cambio, agradezco la liberalidad de los padres de la lengua al permitir que el adverbio "solo" o los pronombres demostrativos vayan siempre sin tilde. Es una norma que yo he venido practicando durante muchos años y que me ha valido algunas polémicas con escritores y editores.

La esencia de la ortografía es el aprendizaje del abecedario. El orden de las letras está ahí desde los fenicios. Bueno, ahora el Gobierno vasco ha decidido suprimir la <c>. Pero el presidente del Gobierno vasco ha hablado recientemente del "plan C" de los terroristas para llegar a ser ediles. Se agradece la traición del subconsciente.

Más gruesa es la historia que me contaron el otro día. En una de las mejores librerías de España contrataron recientemente a un dependiente. Para consternación del dueño, se comprobó que el nuevo empleado ignoraba el orden alfabético. Comenté el suceso con Gregorio Salvador y él añadió que los maestros tienen prohibido enseñar nada de memoria a sus alumnos. Por tanto, muchos egresados del bachillerato ignoran la tabla de multiplicar y el orden alfabético. Así nos va.

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